Estrenos: crítica de «Great Freedom», de Sebastian Meise (MUBI)
Este drama austríaco premiado en Cannes se centra en la vida y las experiencias en prisión de un hombre gay que entra repetidamente a la cárcel por violar el artículo del código penal que prohibe la homosexualidad. Tras su estreno en BAFICI se verá en mayo en MUBI.
Hans conoce la cárcel de memoria. Cuando lo vemos entrar, en 1968, ya sabe todo lo que tiene que hacer, empezando por los protocolos iniciales de abandonar objetos, hacerse revisar íntimamente y recoger su ropa de prisión. No es la primera vez que está ahí. Como dejan entrever las imágenes iniciales que lo muestran teniendo sexo con distintos hombres en un baño público –imágenes de una cámara de espionaje policial–, el tipo arriba como infractor del Artículo 175 del Código Penal alemán que castigaba con prisión de varios años a todo aquel que «cometiera actos homosexuales».
En una película –premiada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2021 y representante austríaca en los Oscars– que transcurre casi en su totalidad en la prisión pero que va y viene en el tiempo a través de tres distintas etapas en la que Hans estuvo allí, GREAT FREEDOM es un drama personal y carcelario, uno que pone el eje no solo en la obvia injusticia de casos como el suyo sino que va más allá de la denuncia convencional para intentar entender las pulsiones, miedos y deseos de las personas encerradas en la cárcel. Y no solo en casos como el suyo.
Hans (Franz Rogowski, esa germánica e implosiva versión de Joaquin Phoenix) ya tiene sus amigos en la cárcel, en especial un tal Viktor (Georg Friedrich) quien, a diferencia de él que pasa por ahí períodos de algunos años, está en prisión todo el tiempo por ofensas que se irán develando con el paso del tiempo. GREAT FREEDOM no se organiza de modo cronológico sino que utiliza mecanismos narrativos –a veces ligados a plazos que Hans debe pasar en encierro solitario– para ir y venir en el tiempo. Lo que sí queda claro rápidamente es que la relación entre ambos no empezó nada bien. Y que fue… en 1945.
Allí fue que Hans, que es judío, llegó por primera vez a la cárcel, directamente transportado desde un campo de concentración, con número tatuado en el brazo y todo. Y allí fue que compartió celda por primera vez con el homofóbico Viktor, quien no quería saber nada con tener de compañero de cuarto a un infractor de «la 175» y le hizo la vida imposible. Pero el tiempo fue pasando y las relaciones cambiando. Meise usará esa «hermandad» como eje para ir contando otras historias de los años que pasó Hans en prisión, que incluyen otra parada en 1957, también desarrollada en el guión.
Hans encontrará las maneras de lidiar con el rechazo ajeno en la prisión –no solo Viktor lo rechaza, es claro–, de conectar con otros en igual situación que él en oscuros rincones del lúgubre edificio y hasta de ir volviéndose menos «temible» para las autoridades. Como una suerte de paso de antorcha entre generaciones enfrentadas a un mismo victimario, Viktor empezará a ayudarlo ante algunas situaciones difíciles y lo mismo hará luego Hans al «recibir» a nuevos presos con el temor previsible de la primera vez, temor que él irá perdiendo.
Pero lo central será la relación entre ambos, una que va más allá (o más acá) de lo sexual y que incorpora lazos de solidaridad y cuidado mutuo que no siempre se ven en eso que está afuera y que se conoce como libertad. Más allá de los peligros y problemas de la prisión, allí sí parece haber un enemigo en común que conecta a los internos. Y GREAT FREEDOM, en ese sentido, es casi una revisión de 180 grados de historias como THE SHAWSHANK REDEMPTION en la que, si bien se cuenta una relación en algún punto similar, el objetivo central está en escapar del lugar.
Meise arma con esta historia una película oscura, un tanto «fassbinderiana» en tono y densa en sus repercusiones, pero a la vez muy activa en su desarrollo. Tiene algo delicado, poético y melancólico (Rogowski y su voz susurrada transforma en triste todo lo que toca), pero a la vez el suficiente desarrollo dramático como para conectarse emocionalmente con los personajes y con sus historias. Es, a la vez, un relato que lidia con las consecuencias del nazismo de un modo lateral (ya verán cómo), entendiendo a la vez que la propia estadía en la prisión conecta en línea directa con lo que sucedió en esos años oscuros.
El final seguramente sorprenderá y quizás provoque debates en función de lo que sucede allí, que parece un tanto ilógico y hasta contradictorio con lo visto. Pero en el fondo no lo es. A veces, las conexiones humanas ofrecen más que una idea un tanto vaga y conceptual de lo que es la libertad, que en muchos casos se puede parecer demasiado a la soledad o a la discriminación. Aquí, la «libertad» pasa por otro lado, es un concepto un tanto más complejo y humanista que lo que ciertos «políticos» nos quieren hacer creer.
¿Por qué dice que Hans es judío?
No lo entendio. Hans estuvo en un campo de concentracion por homosexual, no por judio.