Series: crítica de «Roar», de Liz Flahive y Carly Mensch (Apple TV+)

Series: crítica de «Roar», de Liz Flahive y Carly Mensch (Apple TV+)

Esta serie de ocho episodios unitarios se centra en historias de mujeres que tienen que luchar en un mundo masculino y misógino. Con Nicole Kidman, Allison Brie, Cynthia Erivo, Issa Rae y Merritt Wever, entre otras. Estreno del 15 de abril en Apple TV+.

Esta serie de unitarios adaptada del libro de historias breves de Cecelia Ahern por las creadoras de la serie GLOW responde a la perfección al concepto de «despareja». Son ocho historias separadas centradas en mujeres que tienen que luchar en un mundo masculino y misógino que las ignora y margina, pero cada una de ellas tiene distintos estilos y no en todos los casos funcionan. Al no tener continuidad entre una y otra, ROAR es una de esas series de las que casi conviene ver solamente los capítulos valiosos, sin prestarle demasiada atención a los demás.

Lo único que sí tienen en común las historias es que casi todas poseen elementos fantásticos, curiosos, extravagantes o sencillamente bizarros. De vuelta, en algunos casos utilizados con efectividad y en otros, no tanto. ROAD arranca con sus mejores dos episodios. El primero, titulado «The Woman Who Disappeared» y protagonizado por Issa Rae (creadora y protagonista de la serie INSECURE, disponible en HBO Max) es uno de los mejores, dándole un toque similar al de «La dimensión desconocida» al contar la historia de una escritora afroamericana que viaja a Los Angeles a negociar los derechos de la adaptación de su novela y se encuentra allí con que, literalmente, nadie la escucha.

El elemento de terror desaparece en el segundo episodio, más epifánico y sensible (quizás el único que no posee una temática feminista tan clara), en el que Judy Davis y Nicole Kidman encarnan a madre e hija (sí, se llevan 12 años, pero bueh…) en una breve road movie que transcurre en Australia y en la que Kidman lleva a su madre a vivir a su casa familiar ya que la mujer presenta síntomas de Alzheimer. La «rareza» del episodio pasa porque, como dice su título, «The Woman Who Ate Photographs«, a Kidman se le da por tragarse fotos en papel para guardar recuerdos familiares que de otra manera desaparecerían.

«The Woman Who Was Kept on a Shelf» quizás sea el peor de todos, una simplista metáfora en la cual un hombre millonario (Daniel Dae Kim) cuelga a su mujer, ex modelo (Betty Gilpin, de GLOW), de un estante en la pared y la muestra, literalmente, como un trofeo. No hay mucho más que eso en esta muy básica premisa e igualmente redundante guión. El siguiente, «The Woman Who Found Bite Marks on Her Skin”, es igualmente flojo y casi tan literal, con Cynthia Erivo (HARRIET) como una reciente madre que empieza a lidiar con una depresión posparto y le aparecen extrañas mordidas en todo el cuerpo cuyo origen es «desconocido».

El quinto episodio, «The Woman Who Was Fed By a Duck» tiene como protagonista a Merritt Wever (NURSE JACKIE) como una mujer que no tiene suerte en las citas y que, un día, estando en una plaza frente a un lago, descubre que un pato le habla. No solo eso, sino que aparenta ser más galante y generoso que muchos de los hombres que ha conocido. Sobra decir que las cosas se complican, pero de manera bastante obvia y previsible, echando a perder lo que era una premisa curiosa.

«The Woman Who Solved Her Own Murder» mezcla comedia con relato de suspenso sobre violencia de género al contar la historia de una mujer que, transformada en fantasma, ve su propio asesinato y trata de ayudar a los despistados policías a resolverlo. Protagonizado por Allison Brie (otra de las estrellas de GLOW), el episodio tiene un buen arranque pero luego recae en los clichés del thriller que pretende criticar.

En los dos últimos, la cosa mejora. “The Woman Who Returned Her Husband” es muy gracioso, más allá del chiste sencillo de su premisa: la decisión de una mujer de origen indio (Meera Syal) que decide devolver a su marido a un negocio, como si fuera un producto fallado en garantía o uno que no cumplió con las expectativas. Pero el guión va llevando la historia hacia lugares cómicos inesperados que van más allá de la broma simplista de arranque, especialmente gracias al carisma de sus personajes.

El último, «The Girl Who Loved Horses», dirigido por So Yong Kim, es casi marginal al proyecto general: un breve western feminista en el que una joven mujer –un tanto moderna para la época– quiere vengarse del asesinato de su padre con la ayuda de la religiosa hija del pastor local. Poético y elegante, le da un cierre noble a una serie que, como escribí al principio, es casi la definición exacta de despareja.