
Cannes 2022: crítica de «Crimes of the Future», de David Cronenberg (Competencia)
Un hombre cuyos órganos mutan se ofrece como un espectáculo en cirugías públicas en esta película de Cronenberg sobre… las películas de Cronenberg. Con Viggo Mortensen, Léa Seydoux y Kristen Stewart.
Que CRIMES OF THE FUTURE tenga el mismo título que una de las primeras películas de David Cronenberg debería haber sido un aviso. No es usual –creo que nadie lo hizo– volver a repetir el título de una película de parte de su mismo autor, especialmente cuando no es una remake de un film previo suyo, cosa que hicieron tipos tan distintos como Alfred Hitchcock y Michael Haneke. Luego de ver la película, queda claro que el gesto del título pasa menos por un «relanzamiento» y más por el lado de una sumatoria. El nuevo film del canadiense son todas sus películas destiladas en una sola, una meta-película de Cronenberg que literalmente «opera» sobre toda su producción previa, la condensa, la analiza y, hasta cierto punto, la actualiza y resignifica.
Hay elementos de su primera etapa indie de terror pero también de CRASH, LA MOSCA, SPIDER, EL ALMUERZO DESNUDO, VIDEODROME, DEAD RINGERS y si hacen memoria seguro pueden encontrar conexiones impensadas con todas las demás también. Es un cúmulo de figuras retóricas visuales y temáticas que son propias, inconfundibles, y que vuelven a salir a la luz después de un largo tiempo de estar dormidas. Es un juego de espejos, una caja de resonancia, una tesis sobre las películas de Cronenberg hecha por Cronenberg en formato de película.

¿De qué va? Por lo pronto, de muchas cosas y a la vez de ninguna en particular. De un hombre (Viggo Mortensen) que genera órganos extraños en su propio cuerpo y que se los saca en una performance artística ante sus fans que hace con su asistente (Léa Seydoux). De un departamento dedicado a analizar y clasificar esos órganos en el que trabaja una peculiar y nerviosa chica encarnada por Kristen Stewart. De un grupo mutante que parece haber desarrollado hábitos físicos y hasta un sistema orgánico propio que le permitiría adaptarse a nuevas realidades alimenticias. De espionaje de órganos, competencias sobre «belleza interior», autopsias públicas y una empresa que fabrica aparatos extravagantes que te ayudan a vivir mejor en una sociedad que, aparentemente, ya no conoce el concepto del dolor y lo observa como si fuera arte conceptual.
Cronenberg se las arregla, en su literario guión, para hablar de la cirugía como sexo, de ecología y plásticos, de adaptaciones del cuerpo a un medio ambiente y a una cultura cambiante e irreconocible, de arte, de tatuajes, de nuevo y viejo sexo, de una sociedad que se acostumbra a no sentir el dolor y que lo transforma en espectáculo y mercadería, de sociedades secretas y «rebeldes» que creen en las mutaciones y de muchas otras cosas, quizás más de las necesarias, pero que tienen sentido si uno piensa en CRIMES OF THE FUTURE como una masterclass sobre el cine del canadiense organizado por él mismo.
En unos escenarios desangelados y retro-futuristas, con historias que empiezan y no terminan –y otras que prometen ser importantes y finalmente no lo son–, CRIMES OF THE FUTURE no es ni la película escandalosa que muchos temían ni un film de horror en un sentido convencional. Stewart está más creepy que nunca en un rol secundario pero clave, Seydoux se roba toda las miradas por motivos que rápidamente quedan en claro viendo la película y Mortensen funciona como una suerte de monje tibetano, maestro de ceremonia y encarnación del propio Cronenberg en la ficción, el hombre un tanto mayor cuyo cuerpo ya lo traiciona.

La adaptación física a los cambios y evoluciones que se dan en función de los tiempos y hábitos sociales es uno de los temas principales de su filmografía. Acá la disputa parece estar entre los que se animan a convertirse en ese «nuevo ser» –con los riesgos y peligros que eso conlleva– y los que prefieren extirpar ese cáncer mutante y convertirse a sí mismos en show, en especulación artística en la pelea por el Oscar de la anatomía deforme. No, no es una metáfora mía. Literalmente se organiza en la película una competencia con premios sobre quién tiene órganos más curiosos o extravagantes.
CRIMES… es un paper sobre Cronenberg que no teme en bordear por momentos la autoparodia o la cita a su propia obra. Es subyugante, misteriosa, por momentos incomprensible y siempre muy inteligente. Hará falta volverla a ver varias veces para descular todos sus significados y referencias. Lo que es evidente es que no es del todo un regreso al viejo Cronenberg ni la apertura a un universo completamente nuevo. Es una mutación de los mismos órganos de siempre, expuestos como la herida abierta de una cirugía y a la vista de todo el mundo.
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A esta altura del partido de un director como David Cronenberg, al borde de los 80 años, no puede esperarse que haga una película cómoda para la mirada del espectador. Sin embargo, que una película sea incómoda no significa que no pueda existir empatía con lo que pasa en la pantalla.
El problema de esta incursión de Cronenberg en la ciencia ficción no es entonces la incomodidad que pueda sentir el espectador ante escenas muy duras sino que la película es una heladera.
La historia parece atractiva en su planteo inicial cuando al asesinato de un niño de 8 años que tiene conductas extrañas le sigue la presentación del personaje central Saúl Tenser (el muy buen actor Vigo Mortenssen) que realiza perfomances públicas sometiendo a su cuerpo a toda clase de cirugías a cargo de su cirujana y pareja llamada Caprice (la bella y buena actriz Lea Seydoux)
A lo largo de la película las dos historias se conectan y allí la película se torna negra cuando empiezan una serie de asesinatos.
Todo está bien filmado y bien actuado pero por debajo de lo que Cronenberg es capaz (6/10)