Cannes 2022: crítica de «Under the Fig Trees», de Erige Sehiri (Quincena de Realizadores)
Este notable film tunecino retrata un día de trabajo en el campo de un grupo de jóvenes que recoge higos bajo la atenta y cruel mirada de su patrón. En la Quincena de Realizadores.
Tras su debut en formato documental, la realizadora tunecina se pasa a la ficción con este sutil, inteligente, bello y humanista retrato de lo que se podría considerar un día de trabajo en el campo, con un grupo de mujeres y algunos hombres cosechando higos mientras lidian con muchas situaciones cotidianas, y algunas especiales, de ese día que se extiende del sol a la sombra. Es una película que arranca en un tono menor, casi cotidiano, pero que va ganando en peso y en emoción con el correr de sus 90 minutos y de lo que es ese honesto, mal pago, bello, tenso y a veces cruel trabajo.
Con un claro trabajo formal dedicado fundamentalmente a los primeros planos y a capturar ese espacio natural de una manera que le debe tanto a Jean Renoir como a Abbas Kiarostami (las comparaciones con A TRAVES DE LOS OLIVOS son más que evidentes), la película de Sehiri se inicia con la típica recogida de jornaleros en el pueblo para ir, en camioneta, a cosechar higos en la plantación de un paranoico y vulgar jefe, que de a poco va revelando las dimensiones de su abusiva crueldad.
Pero la película no se regodea en eso ni plantea conflictos demasiado importantes en su primera mitad, sino que se dedica a seguir a un grupo de chicas (algunas de ellas, hermanas en la ficción y en la vida real) y chicos jóvenes que se ocupan de su trabajo pero están más interesados en sutilmente coquetear unos con otros, plantear sus futuros, hablar de amor, de sus familias y sus problemas y, llegado el caso, pelearse por ese tipo de cuestiones.
Entre las higueras, una de las chicas se reencuentra con un chico que dejó el pueblo hace cinco años y del que no supo más nada. Supieron ser pareja –o eso parece– y el volverse a ver despierta deseos y emociones en ambos. Hay otras dos chicas que parecen disputarse a otro de los jóvenes trabajadores. Una es la novia de él y la otra se acerca de una manera un tanto excesiva al chico (lo que hoy acá se calificaría como «beboteo» pero en una versión discreta y cauta), generando una dura discusión entre ellos. Y hay un tercer chico que se mete en problemas con el patrón por no trabajar como él supone que debería hacerlo.
Sehiri maneja todo con enorme naturalidad, la que da esa seducción rodeada de límites y prohibiciones culturales. Sin casi quitarse los velos (y cuando una de ellas lo hace es casi un golpe de efecto fuerte), todo se reduce a medias sonrisas, miradas perspicaces y discreto lenguaje corporal. Mientras descuelgan higos de los árboles y los ponen en canastos, los adolescentes del film van creando casi una danza del deseo que complementa –o justifica– los esfuerzos del día de trabajo mal pago.
En paralelo, están «las veteranas» trabajadoras, que se manejan por su lado, hablan de sus problemas y observan con cierta nostalgia el coqueteo de los adolescentes mientras reflexionan sobre sus vidas actuales. Pero el principal agente de conflicto es el patrón, que cree que le están robando, que maltrata a los empleados por cualquier motivo y que, en algún momento, se convertirá directamente en un abusador. Pero Sehiri no subraya demasiado las escenas. Las muestra y deja que el espectador saque sus propias conclusiones.
De ese modo discreto y muy elegante, UNDER THE FIG TREES va creando un retrato sutilmente feminista, que muestra las maneras en las que las amigas y hermanas se solidarizan y acompañan en el día a día, más allá de sus diferencias y hasta sus enfrentamientos. Es, también, un choque de clases y uno generacional entre los modos más directos y frontales que ellas tienen para enfrentar situaciones conflictivas y los que usan los mayores. «No le podés decir nada que te contestan mal», se queja el patrón tras hacer un pedido claramente abusivo y desconsiderado a las chicas. Sehiri no necesita ir más allá de eso para dejar planteados los temas de su film.
La secuencia final, que incluye los preparativos y el regreso al pueblo tras la jornada laboral, con momento musical incluido, será seguramente uno de los mejores, más bellos y recordados momentos del festival. Mientras las camionetas recorren esos bellos escenarios de regreso al hogar, todos los elementos que componen el film –la hermandad de los trabajadores, los sinsabores de los que la pasan mal, la crueldad de los patrones y la amistad de las chicas que se preparan para un fin de semana en la ciudad– se unen para crear uno de las mejores escenas del cine de este año.