Aniversarios: 40 años de «Blade Runner», de Ridley Scott

Aniversarios: 40 años de «Blade Runner», de Ridley Scott

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27 Jun, 2022 12:33 | Sin comentarios

A 40 años de su estreno, una revisión del influyente film de ciencia ficción inspirado en el cuento «Sueñan los androides con ovejas eléctricas», de Phillip K. Dick, protagonizado por Harrison Ford. Disponible en dos versiones diferentes en HBO Max. Nota publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires.

Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”, dice un empapado y semidesnudo Roy Batty (Rutger Hauer), sangrando y con una paloma entre las manos (SPOILERS si no vieron la película), cuando sabe que el programado tiempo que le queda de vida se está terminando. Rick Deckard (Harrison Ford), el detective que lo persigue, es un mudo testigo del apagón vital de este Nexus 6, un replicante que, en palabras de su creador, ha vivido mucho pese a su corta vida (“cuánto más brilla una luz, menos dura”). No hay posibilidad de escape: de esa ciudad, de esa historia (“he hecho muchas cosas cuestionables”), de la propia naturaleza biomecánica de una criatura creada para durar apenas cuatro años. “Tiempo de morir”, agrega Batty y apaga sus ojos en una escena que cierra una película y abre un mito. El de “Blade Runner”, una de las mejores obras de ciencia ficción de la historia y acaso la más influyente de las últimas cuatro décadas.

Dentro de la larga historia de fracasos críticos y comerciales que con el tiempo se convirtieron en clásicos indiscutibles, uno de los casos más paradigmáticos es el de “Blade Runner, una película entonces maltratada por buena parte de la crítica pero que tampoco convenció a la gran mayoría del público. Para entender esto hace falta un poco de contexto. El film de Ridley Scott llegaba a su fecha de estreno con mala prensa por sus conflictos en la producción. Se promocionaba, además, como una película de acción y aventuras, cuando claramente no lo era. Tenía como protagonista a Harrison Ford, actor que venía de una irrepetible serie de éxitos comerciales (con dos de las tres Star Wars ya estrenadas y una en camino, además de “Los cazadores del arca perdida”) y se estrenaba en pleno verano boreal, época en la que usualmente desembarcan los grandes títulos taquilleros. Y “Blade Runner” era una película poco convencional que no se ajustaba del todo a esas expectativas. Tomó un tiempo revertir esa lectura inicial. Pero unos años después (gracias también a su edición en VHS que permitió observar en repetidos visionados todos sus detalles), ya no había dudas de que el mundo había visto pasar un clásico por delante de sus narices casi sin reconocerlo.

Blade Runner” es una película plagada de historias de esas que ocupan libros enteros que se centran en problemas y anécdotas de rodaje. La historia de esta producción incluye peleas por el corte final, reediciones con varios cambios, diferencias creativas entre los guionistas, entre guionistas y director, entre director y protagonista, y entre todos y el estudio. Al día de hoy, Scott (84 años) y Ford (79) siguen debatiendo acerca de una de las cuestiones clave y más intrigantes que tiene la película: ¿es Deckard también un replicante? El realizador británico dice que sí, el actor dice que no, los guionistas dejan la respuesta librada al espectador y uno, al ver el corte original, no tiene porqué suponer que esa es una posibilidad, sensación que se modifica viendo las ediciones posteriores. (Nota: en HBO Max están actualmente disponibles las versiones de 1982 y 2017)

Más allá de los detalles narrativos que preocupan a los obsesivos de las tramas con explicaciones lógicas y consistentes, los dos grandes pilares en los que se apoya la influencia de Blade Runner en la ciencia ficción contemporánea (se la considera la madrina del movimiento literario llamado cyberpunk) son su espectacular, decadente y distópico diseño de producción y los temas de índole filosófica que plantea, que no son nuevos –ni en la literatura ni en las películas de ese género– pero que resuenan de una manera poderosa en función de las tecnologías de inteligencia artificial que empezaron a tener más y más peso con el correr de las décadas y hoy, algoritmos mediante, son asuntos de discusión cotidiana y permanente al punto de que es usual escuchar hablar del film de Scott como “una película profética”.

Solo con su despliegue visual, a “Blade Runner le alcanzaría para obtener la categoría de clásico. Su retrofuturista combinación de escenarios del cine negro de los ‘40 con la Hong Kong de los ‘80 y la propia ciudad de Los Angeles de entonces dilapidada, incluye automoviles que circulan por los aires, viejos edificios art deco combinados con rascacielos, gigantescas publicidades de marcas en su mayoría extintas, torres que lanzan fuegos por los aires y enormes construcciones corporativas de reminiscencias mayas. Este mix & match podría parecer obtuso y caprichoso pero –salvo por algunos interiores que rememoran palacios y salones de principios del siglo XX– no es tan distinto a algunos escenarios que se pueden ver en este 2022 tan cercano al 2019 que retrata el film, una rara mezcla de caos y repulsión, belleza y decadencia, elegancia y putrefacción. Y si bien los vestuarios han quedado un poco fechados en una idea entre camp y new romantic de futuro, una selección fotográfica de alguna reciente Met Gala neoyorquina entregaría algunos resultados sorprendentemente parecidos a lo que se ve en el film. A tal punto esto sucede, que es imposible determinar si Blade Runner predijo este futuro o si lo influenció de tal manera que terminó logrando que parte del mundo actual se construya a su imagen y semejanza.

Estructurada como un policial detectivesco clásico del llamado “cine negro” (el tono no se pierde aún sin la voz en off, que fue agregada en post-producción en el corte original pero vuelta a sacar en las ediciones posteriores), la película narra la historia de un veterano blade runner (Ford), un policía que se dedica a “retirar” (matar) replicantes, criaturas creadas genéticamente por la Corporación Tyrell para distintas funciones, especialmente del tipo militar y en la colonización de otros planetas. El film arranca explicando la historia de los Nexus 6, la versión más evolucionada de estos humanoides, quienes se han rebelado contra las autoridades y deben ser acechados y aniquilados. Y, cuando Leon Kowalski (Brion James), una de estas criaturas, asesina brutalmente al detective encargado de testearlo para determinar si es o no un replicante (“Déjeme contarle sobre mi madre”, le dice antes de fusilarlo), la tarea de hacerlo recae en el agobiado Deckard.

En términos narrativos, el guión de Hampton Fancher y David Webb Peoples (entonces solo acreditado como David Peoples) procede paso por paso, con Deckard buscando y persiguiendo a los Nexus 6 en cuestión, incluyendo a Leon, Priss (Daryl Hannah) y Zhora (Joanna Cassidy), pero con el objetivo puesto en su líder, Roy Batty (un desaforado aunque finalmente sensible Hauer). Pero el quiebre narrativo fundamental del film se da cuando visita a Eldon Tyrell (Joe Turkel), el jefe de la corporación en cuestión (cualquier similitud con el nombre “Elon” es casualidad) y allí conoce y testea a Rachael (una incandescente Sean Young), un nuevo “experimento” de la compañía, una replicante que a diferencia de los anteriores no sabe que lo es, no tiene un estricto lapso de vida programado y a la que se le han implantado recuerdos que le hacen suponer que es un ser humano “normal”. 

Gracias a ese personaje, la historia propone su desafío más incómodo: ¿qué define, finalmente, lo que es un ser humano? ¿Pueden los recuerdos de otros estar igualmente programados e implantados por la corporación en cuestión? ¿Puede una criatura “sentir” y verse afectada por el mundo que la rodea y por sus experiencias vitales de una manera más “humana” que las personas reales? Y yendo aún más lejos: ¿Existe algo así como el libre albedrío? ¿Son nuestras decisiones realmente nuestras o las controla un ser superior más parecido a un CEO que a una deidad religiosa? A las ambigüedades de los replicantes, la película le suma otra opción que la versión original desestima pero que es más notable en el “The Director’s Cut” de 1992 y en “The Final Cut” de 2007: ¿será Deckard también uno de ellos? ¿Un humanoide, un replicante, un experimento de la corporación Tyrell tal como los que él mismo persigue?

Sobre este tema como eje importante de la película hay opiniones encontradas en el propio equipo creativo. Los guionistas aseguran no haber incorporado directamente esta opción (o que sólo lo hicieron a modo de metáfora religiosa), pero Scott la tomó como una hipótesis válida e inteligente, por lo que decidió sumarla. En la edición original no se notaba porque la breve escena de un sueño de Deckard que se conectaba con el unicornio de origami que le deja Gaff (el extravagante policía que interpreta Edward James Olmos) sobre el final había sido cortada, pero en las ediciones posteriores el sueño aparecía y se volvía inevitable pensar que los recuerdos del detective estaban tan programados e insertados en él como los de la sobrina de Tyrell en la “memoria” de Rachael. Y una vez que esta hipótesis cobró vuelo se volvió fundamental a la hora de hablar de “Blade Runner”, ya que le agregó al film una capa extra de autoconciencia ¿posmodernista? que no tenía, permitiendo además una relectura en clave política más exigente y sombría.

“El mundo representado en el film es un mundo en que el Capital colectivo logró penetrar y dominar el núcleo mismo de la fantasía de nuestro ser: ninguno de nuestros rasgos es realmente «nuestro»; incluso nuestros recuerdos y fantasías fueron plantados artificialmente –escribe el siempre polémico filósofo Slavoj Žižek–. Es como si la tesis de Fredric Jameson según la cual el posmodernismo es la época en que el capital coloniza los últimos recursos hasta ahora excluidos de su circuito llegara aquí a su conclusión hiperbólica: la fusión del Capital y el Conocimiento da origen a un nuevo tipo de proletario, digamos, el proletario absoluto, despojado de los últimos focos de resistencia privada. Todo, incluso los recuerdos más íntimos, es plantado, por lo que ahora solo queda literalmente el vacío de la subjetividad pura sin contenido. Irónicamente, podríamos decir que “Blade Runner es una película sobre el surgimiento de la conciencia de clase.”

A su modo, el o los finales de “Blade Runner hablan de esto también. La versión de 1982 incluye un llamado “happy ending” en el que Deckard y Rachael se escapan hacia un paraíso verde alejado de la distópica Los Ángeles mientras se escucha el clásico tema de Vangelis de cierre. En las versiones de 1992 y 2017, ese verde paraíso desaparece, dando lugar a un final que puede ser más enigmático, combativo o bien, directamente, desesperanzador. La puerta negra de un ascensor gigantesco se cierra, los títulos aparecen y no sabemos si la pareja va rumbo a ser igualmente “retirada”, si intentará presentar algún tipo de batalla o si encontrará la manera de existir “fuera de la red”, allí donde la vida quizás, solo quizás, pueda vivirse de una manera mentalmente menos colonizada.


Nota publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires. Por acá.

BLADE RUNNER está disponible actualmente en HBO Max en la versión original de 1982 y en el Final Cut de 2007