Estrenos online: crítica de «El hombre de Toronto», de Patrick Hughes (Netflix)
Esta comedia de acción protagonizada por Woody Harrelson y Kevin Hart junta a un asesino a sueldo con un torpe hombre común y los hace vivir peligrosas aventuras en esta «buddy comedy» un tanto retro.
Cuando me topo con algunas películas de Netflix tengo la sensación de que alguien con cierto poder para manejar la programación de la plataforma tiene una gran nostalgia por el cine de los años ’90. No sé si es cuestión de edad, de capricho o de algún cálculo estadístico que les permite advertir que cierto regreso a un estilo cinematográfico muy en uso a fines del siglo pasado funciona bien con los suscriptores y algoritmos. Pero lo cierto es que EL HOMBRE DE TORONTO se ubica en una línea que incluye también varias comedias románticas, algunos films de suspenso (del tipo LA MUJER EN LA VENTANA, con Amy Adams) y, por supuesto, varios títulos de acción que mantienen una estructura similar a esta. Una programación de películas de una época en la que Marvel no existía, casi hecha a contramano de ella.
BAD BOYS, RUSH HOUR y hasta ARMA MORTAL figuran en las evidentes influencias de esta película de acción que junta a dos personas totalmente distintas y las pone a resolver un complicado caso de intriga internacional en la que lo que menos importa es la trama policial/política en sí. Un hombre rudo y eficiente que se debe unir a otro simpático y torpe a lo largo de una serie de aventuras que, caramba, demostrarán que pueden ser amigos, que lo que uno tiene le falta al otro, y todo lo demás que se imaginan.
Tener a dos protagonistas simpáticos ayuda pero no redime a EL HOMBRE DE TORONTO, comedia de acción de Patrick Hughes, en la que un seco asesino a sueldo termina trabajando junto a un torpe tipo de barrio al que lo confunden con él. Todo empieza por culpa de algún sistema tipo Airbnb, ya que Teddy Jackson (el hiperactivo y muy exitoso comediante Kevin Hart) alquila una casa de vacaciones para pasar un momento grato con su esposa, Lori (Jasmine Matthews). Jackson trabaja en un gimnasio y vive haciendo videos tratando de vender productos o cursos inservibles que él mismo inventa y promueve. Tan malo es en lo suyo que sus amigos ya convirtieron su nombre en un verbo para referirse a alguien que hace mal las cosas.
En paralelo, vemos actuar a un asesino a sueldo, o más bien habría que llamarlo un potencial torturador. Es un tipo seco que se da a conocer como «the man from Toronto» (Woody Harrelson) y que funciona como las reglas del género dicen que debe hacerlo: habla poco y de modo entre amenazante y poético, saca armas extravagantes y se maneja como si fuera el dueño del mundo. Si no llega a torturar a sus víctimas (lo contratan para hacer eso) es porque todos confiesan solo con ver sus preparativos y lo que supuestamente hará para quebrarlos.
El problema es que Teddy lee mal la dirección del Airbnb ya que tiene poco toner en la impresora (parece que nadie recibe emails acá o que el guión fue escrito en 1994) y no cae en el lugar de vacaciones sino en una casa donde esperan al «Hombre de Toronto» en cuestión. Con esas confusiones propias del género, Teddy es tomado por ese hombre, lo llevan a hacer su «rutina amenazante» y si bien el tipo no entiende nada de lo que está sucediendo, su propia torpeza lo lleva a conseguir su cometido. Y luego aparecerá, sí, el señor nacido en Canadá. Pero no solo él. Al caer casualmente en ese asunto, Teddy se ha metido en un complicado asunto de espionaje internacional y crímenes políticos ligados a… un golpe de estado en Venezuela.
De ahí en adelante, primero con fastidio y luego con algo más de «cariño», Harrelson y Hart harán su show de tipo seco y tipo locuaz, enredos que salen bien de casualidad y sobrevivirán milagrosamente varias situaciones de acción y violencia en las que también están involucrados los servicios de inteligencia y los «hermanos latinoamericanos». En tanto, Teddy vive preocupado por su mujer, a quien ha tenido que abandonar a la fuerza por esta tarea y a la que le han puesto una suerte de escort que hace que la chica no esté demasiado pendiente de su regreso.
Este planteo genera una cierta intriga en su primera media hora, en especial cuando Hart empieza a entender qué es lo que está sucediendo alrededor suyo y toma dimensión de lo que le piden hacer. Sus primeros choques y malos entendidos con Harrelson son también simpáticos por el juego de opuestos que presentan (Woody está muy poco locuaz aquí, algo que llama la atención) y por la manera en la que el Hombre de Toronto no entiende la torpeza de su accidentado compañero de aventuras. Pero cuando aparecen otros personajes tanto del FBI como criminales (como sucede con el título, sus nombres parecen un homenaje a LA CASA DE PAPEL) y todo deriva en incontables escenas de acción, la película va perdiendo gracia. Y todavía le queda la mitad de su duración.
El director de LOS INDESTRUCTIBLES 3 y las dos partes de la reciente DURO DE CUIDAR parece haber visto todas las películas con Mel Gibson, Eddie Murphy, Martin Lawrence, Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Will Smith. Y EL HOMBRE DE TORONTO funciona como una regular, apenas aceptable, reversión de tantas buddy comedies de la vieja guardia ligeramente aggiornadas a los tiempos que corren. Tan claro es ese homenaje que, como sucedía en aquellas películas, la puerta está más que abierta a las secuelas. Cuando el señor de Netflix que ama estas películas vea los números deberá decidir si es hora de seguir el asunto con secuelas hasta quitarle la última gota de inspiración.