Series: crítica de «Santa Evita – Temporada Completa», de Rodrigo García y Alejandro Maci (Star+)

Series: crítica de «Santa Evita – Temporada Completa», de Rodrigo García y Alejandro Maci (Star+)

Esta serie, adaptada de la famosa novela de Tomás Eloy Martínez, se centra en el extraño recorrido del cadáver de Eva Perón y de la investigación de su paradero. Con Natalia Oreiro, Ernesto Alterio, Diego Velázquez y Darío Grandinetti. Estreno: 26 de julio por Star+.

La realidad y la ficción, el mito y la leyenda, la literatura y el audiovisual. La vida de Eva Perón fue trabajada, recorrida y analizada desde cada uno de estos modelos, formatos y puntos de vista. A esta altura parece casi imposible poder extraer mucho más, al menos en estos terrenos, de un personaje que se ha utilizado, como su cadáver, para experimentos de distintos tipos. De algún modo, como les sucede a los cuatro cuerpos y cuatro féretros que hay en SANTA EVITA –quizás el punto de ficción más puro y duro de todos los utilizados en la novela de Tomás Eloy Martínez–, Eva Perón ha sido llevada, empujada, tironeada hacia cuatro (o más) costados, conducida a distintos destinos según su narrador ocasional. En la trama que se despliega en la novela y se sostiene en la miniserie, los involucrados saben que uno de esos cuatro cuerpos, por más que ocasionalmente se lo pierda de vista, es el de verdad. En la historia real, y según quién la cuente, Evita puede ser cualquiera de ellos.

La serie escrita por Marcela Guerty y Pamela Rementería recombina elementos de la novela y de la historia real para crear una Evita acorde a estos tiempos y formatos. Trágico ícono feminista bastante despolitizado –más allá de una idea bastante abarcativa de tratar de ayudar a los más necesitados–, la Eva Perón de SANTA EVITA nace, vive y muere como mito. Descontextualizado, épico, romántico, operístico: Evita es personaje desde que nace hasta que mucho después de su «paso a la inmortalidad». Al revés, en realidad, porque su historia parece haberse reconstruido de adelante para atrás. Y esa Evita icónica es la que más sirve al formato que se ofrece acá: una serie para consumo internacional, para un mercado en el que ese tipo de épica mitología funciona mejor que cualquier análisis político más profundo y complejo.

Elegante, prolija, bien actuada, por lo general bastante efectiva en la manera en la que lidia con la compleja estructura temporal y narrativa que propone, la serie dirigida por García (los primeros tres episodios) y Maci (los últimos cuatro) se toma libertades también con la novela, modificando personajes, ideas y reconstruyendo toda la trama autoconsciente que Eloy Martínez proponía allí. En paralelo al derrotero del cadáver (o de los «cadáveres») y a los flashbacks a la historia de Eva Duarte en vida, el guión inventa un nuevo personaje y un mundo que no está en la novela original. Se trata de un periodista que, en 1971, investiga qué es lo que pudo haber pasado con el cuerpo. Y es un giro que –más allá de algunos desajustes históricos específicos, como que jamás se mencione el episodio Montoneros/Aramburu– funciona bien estructuralmente, un recurso a lo EL CIUDADANO que en lo fundamental respeta la idea del texto original, con su falso registro de investigación periodística.

A lo largo de sus siete episodios de variables duraciones, SANTA EVITA pone el acento, principalmente, en la figura del misterioso Carlos Moori Koenig (Ernesto Alterio), un coronel perteneciente al área de Inteligencia del Ejército que empieza colaborando con Eva Perón en vida para rápidamente obsesionarse (enamorarse) con ella. Después de su muerte y la caída del gobierno de Juan Domingo Perón tras el golpe militar de 1955, Koenig –quien revela rápidamente su odio por los peronistas apenas Eva muere y luego participa del golpe militar–, quedará encargado de trasladar el cuerpo que el presidente había mandado a hacer embalsamar por el especialista español Pedro Ara (Francesc Orella).

El taxidermista, que arma su «laboratorio» en el segundo piso de la CGT y es el primero en obsesionarse por la muerta, había hecho tres réplicas de cera del cuerpo original para evitar que la robaran. Y Moori Koenig concibe un plan para «deshacerse» del cadáver utilizando esas réplicas y enterrándolas en distintos lugares de la ciudad bajo nombres falsos para despistar a peronistas devotos de Evita. Pero las cosas no le salen tal como lo tiene planeado y no todos los cuerpos llegan a destino. Uno de esos cadáveres permanecerá con él y se verá involucrado en una serie de extrañas y violentas peripecias, vejaciones y otras yerbas. A su paso –como si fuera una criatura mitológica de una saga de terror– muchos se entregarán a su extraño magnetismo y algunos de ellos tendrán trágicos finales.

El que va develando la historia es Mariano Vázquez (Diego Velázquez), un periodista que en 1971 recibe de su editor (Guillermo Arengo) el encargo de averiguar si es cierto el rumor de que los militares le devolverán al General Perón el cuerpo de Eva en las negociaciones que vienen llevando a cabo mientras está exiliado en España. Tirando de ese hilo y corriendo algunos riesgos personales y familiares, Vázquez irá conociendo a muchos de los personajes involucrados en el extraño viaje del cuerpo de Eva Perón, de una manera relativamente similar a la usada por Orson Welles en su clásico de 1941.

Y es a través de esas entrevistas y testimonios que se va reconstruyendo la historia de Eva Perón (Natalia Oreiro) desde su infancia hasta su muerte, poniendo el acento en su paso por el radioteatro y el cine, los inicios de su relación con el entonces Secretario de Trabajo Juan Perón (Darío Grandinetti interpretando a un personaje desdibujado) para avanzar luego y mostrar su trabajo en la Fundación Evita o en su pelea por el voto femenino para llegar a su enfermedad y muerte. Más allá del esforzado trabajo de mímesis de Oreiro, esta parte es la más débil de la serie, quizás porque parece más armada para un público internacional que desconoce por completo la historia, lo que obliga a veces a los personajes a ser obvios, reiterativos y simplistas.

SANTA EVITA tiene un tono de drama histórico clásico, pero al menos en sus otras dos líneas de tiempo (el recorrido del cadáver y las peripecias de la investigación periodística) hay cierto misterio, intriga y un recorrido narrativo curioso, lleno de desvíos impensados y de personajes fascinantes, empezando por el propio Moori Koenig y sus colaboradores. Si bien la serie lo muestra con bastante cuidado y decoro, hay momentos de la historia bastante perversos e incómodos ligados a la fascinación que provoca el cuerpo de la mujer embalsamada. Seguramente Pablo Larraín –quien en su origen, allá por 2017, iba a hacerse cargo del proyecto– habría explotado mucho más este costado oscuro de la historia.

Aún cuando su personaje termina también siendo seducido por el misterio del cadáver de Eva, el periodista que interpreta Velázquez funciona como el ancla de la serie. Y el actor se la pone al hombro, ya que funciona como la conexión entre ese universo de freaks y los espectadores. Si hay alguien que lleva a SANTA EVITA por terreno firme es este personaje, uno que curiosamente no existe en la novela y que bien podría ser una mezcla entre el propio Eloy Martínez –que, como el personaje, entrevistó a Perón en Puerta de Hierro– y Rodolfo Walsh, quien escribió en «Esa mujer» un literario relato sobre su verdadera entrevista a Moori Koenig a principios de los años ’60.

SANTA EVITA no encuentra (ni busca, en realidad) una manera de pensar a Eva Perón desde otro lugar que no sea el del ultrajado y combativo ícono feminista. Es un personaje más cercano a un ídolo popular que a un líder político de carne y hueso, una figura de cera aún en vida. Pero aún dentro de esa simplificación temática y de ese estilo de «serie histórica para consumo internacional» que ofrece, la serie logra hacer pie en una zona un tanto más extravagante y desaforada de la historia argentina, una que no pasa tanto por las grietas o los colores partidarios y más por una peligrosa y persistente degradación moral que corroe a todo y a todos. Tanto en 1955 como en 2022.