Estrenos online: crítica de «Némesis», de Julius Avery (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Némesis», de Julius Avery (Amazon Prime Video)

Esta combinación de thriller violento y oscura película de superhéroes tiene como protagonista a Sylvester Stallone como un solitario personaje «retirado» que debe volver a la acción. Con Javon Walton y Pilou Asbæk. Estreno del 26 de agosto de Prime Vide

Una combinación en plan Clase B entre una película de acción de los ’80 y una relectura del cine de superhéroes, el nuevo film de Sylvester Stallone es una grata sorpresa, de esas que se estrenan un tanto inexplicablemente sin mucha pompa en plataformas de streaming. En el mejor de los casos, uno podría imaginar a NEMESIS como la película que hubiera hecho Walter Hill décadas atrás con un guión con algunos puntos de contacto con EL PROTEGIDO, de M. Night Shyamalan. Y si bien, convengamos, el film de Avery jamás llega a las alturas que uno podría esperar de un combo así, hay elementos aquí que son mucho más ricos e interesantes de analizar que los que hay en la mayoría de los films actuales de superhéroes con su «algorítmico» funcionamiento.

Con un título en castellano difícil de justificar en función de la trama –el original se llama SAMARITAN–, NEMESIS crea una mitología a partir de las vivencias de un niño llamado Sam (Javon Walton, el intenso preadolescente de EUPHORIA), fanático de la leyenda de Samaritan y Nemesis, dos hermanos enemigos entre sí que fueron, respectivamente, superhéroe y supervillano de Granite City, la ciudad en la que transcurre la historia, una pobre y violenta urbe que es una versión aún más trash de Ciudad Gótica. Como cuenta la leyenda con la que arranca la película, los hermanos se enfrentaron y murieron en el fuego, 25 años antes del inicio de esta historia. Pero Sam está convencido que Samaritan vive y se obsesiona con encontrarlo.

Por un tiempo, NEMESIS se centrará en la historia del chico, que vive con su madre (Dascha Polanco, de ORANGE IS THE NEW BLACK) en un dilapidado edificio de un barrio humilde y es constantemente agredido por una bandita vecina. Pero por su manera de conducirse, Sam es aceptado por el líder de ese grupo criminal, Cyrus (Pilou Asbæk, el actor danés de BORGEN y GAME OF THRONES), que es fanático del tal Nemesis y tiene pensado seguir los planes de caos y destrucción que el supervillano no pudo completar en su momento. Esa conexión no lo ayuda en nada a Sam en su relación con los otros chicos, que lo muelen a golpes. Pero allí surge para ayudarlo un tal Joe (Stallone), un vecino de Sam que trabaja como basurero –y recogiendo objetos rotos para arreglarlos– en una ciudad que está llena de residuos de todo tipo.

Por la manera en la que Joe despacha a sus rivales y la forma en la que se recupera después de una violenta venganza, Sam se convence que el huraño y taciturno basurero es el verdadero Samaritan, algo así como la versión jubilada del superhéroe, alguien que colgó el uniforme (la máscara, en este caso) y quiere seguir su vida con el más bajo de los perfiles. Pero Joe niega ser él, una y otra vez. Mientras tanto, Cyrus empieza a desarrollar su violento plan en la ciudad utilizando a un ejército «revolucionario» muy similar al del Joker de Joaquin Phoenix y exponiendo a Sam a más y más riesgos. Y es ahí que el ¿superhéroe? deberá analizar si es hora de volver a la acción.

NEMESIS tiene algo en su tono urbano y oscuro que la aleja de la actual estética del cine de superhéroes y la pone más cerca de la de aquel setentoso film de Todd Phillips, solo que con el cine más clase B de los ’80 como referente. Es la historia de una ciudad pobre y decadente, con políticos y empresarios corruptos y un criminal que aprovecha ese descontento para generar caos. Y, también, la de un chico que se apoya en la idea de que su amigo septuagenario podrá ayudarlo a resolver sus inconvenientes. ¿Será así?

Si bien Stallone no ha interpretado a superhéroes desde JUDGE DREDD (allá por 1995), NEMESIS tiene más en común con otras películas de su filmografía, thrillers violentos y crudos de los ’80 como COBRA o HALCON, entre otras. El guión de Bragi F. Schut, autor de la novela gráfica en la que se basa la película, tiene mejores ideas temáticas que diálogos o escenas concretas. Es como si la propia película considerara que sus temas son demasiado complejos para el espectador común y en un momento decidiera resolverlos sin muchas vueltas: a los golpes y a otra cosa.

En ese sentido, se trata de un film por momentos un tanto torpe, un proyecto que da la impresión que de haber sido tomado por un mejor director (y, quizás, otro guionista) podía haberse convertido en un clásico. Es que hay muchos elementos valiosos que la película ofrece, empezando por el rol de los superhéroes en el imaginario infantil, en la mitología que se crea alrededor de estos personajes (existan o no) y en la dualidad que muchos de ellos manejan. Dicho de otro modo, pensar que entre superhéroes y supervillanos, al fin y al cabo, acaso no haya tantas diferencias.

En medio de esto, Avery plantea una serie de escenas de acción que son mejores cuando no usa demasiados efectos especiales. Pero como el asunto se va volviendo cada vez más «explosivo», pronto esas mismas escenas empiezan a enredarse en un pastiche de flojos CGI. Stallone (y sus dobles, uno imagina) resuelve con oficio la parte más violenta de la película, pero lo mejor pasa por sus escenas con el chico, en las que usa su ya clásico tono gruñón, y en la manera en la que a su pesar Joe (o Samaritan) va entendiendo que Sam necesita de esa figura paterna que él representa (bah, de abuelo en realidad), aún en contra de su propio deseo de mantenerse al margen por motivos que se develarán cerca del final.

Muchas películas han entendido que gran parte de los fans de los cómics de superhéroes son chicos solitarios, tímidos, agredidos y/o víctimas del bullying. SAMARITAN le agrega otros aspectos a esa tipología. El ya citado del padre ausente y otro, ligado a la falta de posibilidades económicas. Sam se ilusiona con un salvador, con alguien que lo ayude en su vida cotidiana –con sus agresores, con su esforzada madre, con su autoestima– y para hacer eso, en una ciudad como Granite City, es necesario un superhéroe. O imprimir la leyenda.