Estrenos online: crítica de «Vortex», de Gaspar Noé (MUBI)

Estrenos online: crítica de «Vortex», de Gaspar Noé (MUBI)

El realizador franco-argentino centra su nuevo drama en una pareja de ancianos que tiene que lidiar con la aparición del Alzheimer en sus vidas. Con Françoise Lebrun y Dario Argento. Estreno de MUBI.

Los que conocen este sitio –o me conocen– saben que tengo una complicada relación con el cine de Gaspar Noé. Estoy convencido que tiene una capacidad técnica e ideas visuales fascinantes, que maneja como pocos el lenguaje del cine, pero a la vez lamento que todas sus películas, en mayor o menor medida, sean crueles y brutales intentos por mostrar lo más horrible, siniestro y degradante del ser humano, en casi todas sus variantes. Sus películas no exploran zonas oscuras o ambiguas sino que se bañan y sumergen en ellas con placer con lo que parece ser un solo y único fin: provocar reacciones de los shockeados espectadores. Mi sensación es que así sus películas se achatan, se achican, se vuelven un sistema, una fórmula, un menú fijo para paladares negros.

VORTEX es otra cosa. No sé si fue a partir de su coqueteo con la muerte luego de sufrir una hemorragia cerebral, reflexiones generadas por la pandemia, la realización de que su cuerpo ya no es el de antes (quizás la mente tampoco) y que la edad nos llega a nosotros y a nuestros padres, pero lo cierto es que en esta película, sin dejar del todo su búsqueda por generar cierto impacto ni llamar la atención desde lo técnico, deja por primera vez de ser temáticamente adolescente y se vuelve algo así como un adulto. Acá hay lugar para el shock, sí, pero más que nada para el dolor, la angustia, el miedo y la desesperación.

No es una experiencia fácil VORTEX. Ninguna de las películas de Gaspar lo es, pero las otras solían entregar ese guiño juvenil que ponía a todo lo demás entre comillas, con personajes como marionetas para ser usados, manipulados y tirados por ahí, abandonados a la suerte de la cámara. Acá eso no sucede. La historia de una pareja de ancianos cercana al final de su vida, con la mujer sufriendo Alzheimer y el hombre no del todo capacitado para cuidarla, no se observa desde ese lugar. No hay manera. La muerte, mostrada desde esta perspectiva, se permite menos guiños y más respeto.

Tras una sola escena que tienen en común y después de lo que parece ser la aparición de la enfermedad, VORTEX pasa a estar contada con dos cámaras filmando a la vez (o eso, al menos, es lo que parece) a la pareja de ancianos atravesando las circunstancias antes mencionadas. Una cámara la sigue a ella y otra, a él. Aún cuando están juntos, el punto de vista es respetado y –como ven en algunas de las fotos que acompañan la nota– hay dos films corriendo en paralelo. Eso luego cambiará, tendrá sus vueltas y matices, pero la idea central es esa.

Con ciertas similitudes temáticas con AMOUR, de Michael Haneke, el film de Noé se centra en la pareja de octogenarios que interpretan Françoise Lebrun y el realizador Dario Argento. La actriz de LA MAMAN ET LA PUTAIN, de Jean Eustache –y de una breve aparición en la reciente PEQUEÑA FLOR, de Santiago Mitre– y el maestro del cine de horror italiano encarnan a una pareja que vive en París y llevan décadas juntos en un departamento lleno de libros, películas, remedios, cosas y más cosas. Es una vida entera la que pasaron ahí. Y más allá de sus circunstancias y asuntos personales, da la impresión que siempre estuvieron juntos.

Pero ella (nunca se dicen los nombres), que es psiquiatra, empieza a no reconocer a la gente, a perderse en la calle, a olvidar qué es lo que hace y no tarda en pasarle eso con su marido y con su hijo Stéphane, un cuarentón (encarnado por Alex Lutz) que, claramente, no ha vivido la mejor ni más tranquila de las vidas. Sabe que siempre ha sido un motivo de preocupación para sus padres (ya verán porqué) y de golpe tiene que ocuparse de cuidarlos, algo para lo que ni él sabe si está preparado. Tampoco lo está del todo el padre, ya que Argento encarna a un escritor/cineasta –que escribe un libro sobre cine– que tiene la cabeza más que nada en sus proyectos y en algún affaire amoroso. Y no parece ser el tipo que pueda ponerse al hombro ese futuro difícil que se avecina.

VORTEX no ofrece muchos respiros. Es un recorrido que va por un camino que conocemos y Noé está dispuesto a enfrentarlo haciéndose cargo de muchas de las indignidades que conlleva. No parece haber morbo en su propuesta. Es un realismo literalmente sucio que, nos guste o no, se acerca mucho más a las experiencias de muchas personas que atravesaron, o atraviesan, similares situaciones. La cámara sigue a los personajes en sus caminatas, sus quehaceres y rituales cotidianos muchas veces en silencio, como si fuera un documental acerca de las dificultades de la edad y la salud. Y de tanto en tanto enfrenta a los tres personajes a algún desafío para el que ninguno está del todo preparado.

Noé se reserva alguna vuelta de tuerca inesperada, pero hasta ese juego no se siente forzado sino que funciona de una pieza con el resto de la experiencia que es VORTEX. Es un drama doloroso sobre dos vidas que se terminan, una historia que se pierde, memorias que desaparecen, departamentos que se vacían, objetos –libros, películas– que van a parar a algún museo o coleccionista, y la sensación de dolor que queda en los que compartieron momentos con ellos. Un sueño dentro de otro sueño que se esfuma tan rápido como llegó. Como dice la frase: «Nadie sale vivo de aquí».