Festival de Biarritz 2022: crítica de «Mi país imaginario», de Patricio Guzmán

Festival de Biarritz 2022: crítica de «Mi país imaginario», de Patricio Guzmán

por - cine, Críticas, Festivales
29 Sep, 2022 03:16 | 1 comentario

Este documental del realizador chileno cubre lo que sucedió en su país desde las revueltas de 2019 hasta la asunción a la presidencia de Gabriel Boric en marzo de 2022.

A diferencia de la televisión, el cine suele ser pensado para durar. Para representar y mostrar una época, sí, pero para tener una cierta trascendencia en el tiempo, dejar y quedar como testimonio. El testimonio que dejará MI PAIS IMAGINARIO será curioso, extraño, agridulce quizás. El tiempo, en estas épocas, es particularmente traicionero y se lleva las ilusiones más rápido de lo que uno imagina. Patricio Guzmán intentó capturar el espíritu de estos tiempos en Chile, su país natal, solo para darse cuenta que ese espíritu es tan volátil que apenas alcanzó a durar hasta el estreno mundial de la película en el Festival de Cannes. Y no mucho más.

Se trata de una película de espíritu periodístico, aún más que otras del mismo realizador, que captura los casi dos años y medio que pasaron entre el inicio de las protestas estudiantiles en Chile en octubre de 2019 hasta la asunción de Gabriel Boric a la presidencia, en marzo de este año. En el medio, pasó una pandemia –que la película prácticamente ignora– y la convención constitucional, que implicó un plebiscito para hacer una nueva Constitución nacional que reemplace a la pinochetista y la elección de los que irían a redactarla.

Con imágenes de archivo de las manifestaciones del 2019 y entrevistas a muchas de las personas (siempre mujeres) involucradas en ese movimiento, MI PAIS IMAGINARIO cubre primero las revueltas, enfrentamientos callejeros e intentos por sacudir a la clase política chilena tras décadas de haber estado gobernada por distintos modos (más cruento y más «compasivo») del neoliberalismo. Tres décadas en las que, como muchos dicen, nada profundo realmente cambió.

Las manifestaciones –que involucran especialmente a las mujeres y en las que tienen mucha importancia también los reclamos mapuches– irán dando paso a la exigencia de contar con una nueva constitución nacional. Y eso llevará a otro tipo de escenas y entrevistas, que darán cuenta cómo se fueron conformando esos grupos de trabajo y los cambios políticos, sociales, culturales y económicos que se pretendían lograr a partir de la ampliación vasta de derechos de esa nueva constitución.

Y si uso el verbo en tiempo pasado aquí sabrán los motivos: la constitución escrita aquí fue rechazada en un reciente plebiscito, transformando lo que se ve en al menos la mitad de esta película en un verdadero hecho de un «país imaginario», uno que parece que se quedará en el ámbito de los sueños. Es doloroso, más cuando uno ve las ilusiones de las personas implicadas en la redacción de la nueva Constitución, ver lo poco que duró ese sueño. Más aún cuando poco después ganaría las elecciones un joven candidato de izquierda como Boric.

En la cambiante América Latina estas cosas pasan y el cine se vuelve frágil, pierde siempre contra la realidad. Pero MI PAIS IMAGINARIO sirve igual como testimonio, en especial gracias a las potentes imágenes de las marchas, enfrentamientos y choques. Y si uno tolera ese tono de voz lento, didáctico, paternalista, de ir leyendo palabra por palabra que utiliza Guzmán –a mí lo que me molesta no es la lentitud per se sino que, por las constantes pausas fuera de lugar que hace, da la sensación de que está leyendo algo escrito por otro y por primera vez–, se llevará mejor con la película.

Más allá de eso, lo que fascina de MI PAIS IMAGINARIO es lo breve de los ciclos políticos en el mundo actual y, especialmente, en América Latina. Da la impresión que, en unos años, solo se podrán hacer películas de época. El tiempo presente es tan veloz y cambiante en lo político y económico que el proceso propio de hacer cine se vuelve muy lento. Un documental sobre el presente ya habla del pasado a partir del momento en el que la cámara se enciende.