Festival de San Sebastián 2022: crítica de «El caso Padilla», de Pavel Giroud (Horizontes Latinos)
Armado con material de la época, este documental se centra en el caso del escritor cubano crítico del gobierno de Fidel Castro que, en 1971, hizo una llamativa autocrítica pública.
La autocrítica pública, ese acto tan particular usualmente relacionado a acusados en el marco de gobiernos dictatoriales o a personas sobre las que se ejerce una presión política o social tal que se ven obligados a denunciarse a sí mismos o a arrepentirse de algo que dijeron o hicieron, es el centro de este sorprendente documental hecho con materiales de archivo tomados íntegramente de uno de estos eventos que tuvo lugar en La Habana, Cuba, en 1971.
El protagonista de un hecho así, en esta ocasión, es el poeta cubano Heberto Padilla, que –por la presión internacional de un grupo de escritores, entre los que estaban Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Alberto Moravia, Carlos Fuentes, Marguerite Duras, Mario Vargas Llosa, Italo Calvino y, en ese momento al menos, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez, entre otros—– sale de prisión en 1971 tras haber escrito en 1968 un libro de poesía que fue considerado crítico contra el gobierno de Fidel Castro, y se presenta públicamente en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba con el objetivo de pedir disculpas en una conferencia.
Ese material es el centro de EL CASO PADILLA, un film que empieza con el escritor admitiendo lo que, dice, fueron sus errores conceptuales, su falta de entendimiento del proceso político que existe en su país y se acusa a sí mismo de haber sido un «agente contrarrevolucionario», repasando y criticando sus propias actitudes desde su regreso a Cuba en 1966, detallando cada uno de sus pasos en que se puso, según él, en contra del proceso revolucionario iniciado en 1959.
Giroud acompaña las declaraciones del poeta con imágenes de archivo que contextualizan lo que Padilla va diciendo –entrevistas de la época, fundamentalmente, al propio Fidel Castro, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Edwards, Sartre, Cortázar, Fuentes, García Márquez o Vargas Llosa, además de hacer un repaso de los eventos políticos más importantes de fines de los ’60–, pero en esencia lo central es el discurso apasionado del escritor. ¿Será que el escritor realmente ha recapacitado y ve las cosas de otra manera o es solo una actuación ante las autoridades?
El plan parece ser una prolija puesta en escena oficial en la que un crítico de un gobierno se presenta ante las cámaras admitiendo sus errores, más allá de que esto sea o no sincero de parte suya o solo una forma de supervivencia. Pero pasan las horas (el documental va marcando el paso del tiempo), Padilla transpira, se cansa y sigue hablando hasta que todo toma un giro extraño en un momento de su discurso que convertirá lo que, en apariencia, es un procedimiento casi burocrático (con intensidad y vehemencia particularmente cubanas, pero «burocrático» al fin) en algo más tenso, vivo y hasta inquietante. Es que Padilla da su discurso frente a varios colegas escritores y poetas, a los que decide involucrar en sus comentarios. Lo cual generará, bueno, ya verán qué es lo que genera.
El material es por momentos impactante y estuvo casi 50 años guardado en un archivo gubernamental cubano. Ya desde el inicio mismo del discurso autocrítico se adivina una enorme incomodidad en el ambiente y la vehemencia de Padilla no hace más que intensificar esa sensación. De hecho, se puede hasta leer esa sobreactuación como una reafirmación de la crítica al gobierno de Fidel Castro ya que hay algo en esa ampulosidad que se lee como «forzada», obligada por las autoridades. Y lo que vendrá después reafirmará ese punto de vista, convirtiendo a todo lo visto en una suerte de performance que se volverá despiadada con los que no sigan el guión armado.
En esa época tan intensa y cambiante de la política mundial, lo que sucedió en ese evento dividió a los escritores latinoamericanos, algunos de los cuáles se volvieron contra Padilla y otros contra el gobierno cubano, dividiéndose en bandos opuestos que jamás volverían a reconciliarse. A tal punto que varios nombres de la primera carta contra el gobierno cubano ya no fueron parte de la firma de un nuevo documento crítico que se escribió luego de la «autocrítica». El paso del tiempo permite observar con cierta distancia histórica –además de emocional e intelectual– lo sucedido. Y el análisis, hoy, seguramente será distinto al de esa época.