Estrenos: crítica de «Ennio, el maestro», de Giuseppe Tornatore
Este largo y exhaustivo documental recorre la carrera del inolvidable compositor italiano de música para cine –entre otras cosas– fallecido en 2020.
Pocos compositores para cine en todo el mundo son tan claramente reconocibles como Ennio Morricone. Su música es tan única, ambiciosa y llena de matices, se impone de manera tan marcada en los films en la que aparece, que es difícil no notarla, sentirla y, muchas veces emocionarse con ella. Uno de los tantos entrevistados de “Ennio, el maestro”, exhaustivo repaso de su carrera, lo dice de entrada: uno escucha apenas unas notas, quizás solo una y ya sabe que la música de esa película es de Morricone. Sin embargo, su carrera es bastante más amplia y tiene algunos giros que sorprenderán a los que conocen por encima solo los grandes éxitos de su obra cinematográfica.
Este tradicional documental de Giuseppe Tornatore –para quien hizo la recordada música de “Cinema Paradiso”, entre muchas otras– funciona de manera cronológica, sin muchas vueltas y se destaca más que nada por el nivel de detalle con el que recorre su carrera y analiza su música a partir de los comentarios del propio compositor, que falleció en 2020, y de decenas de entrevistados, amigos, músicos, compositores, cineastas y personajes que lo rodearon, lo conocieron o fueron influenciados por su obra. Dicho de otro modo: “Ennio, el maestro” no es una película para el curioso casual que quiera husmear un poco acerca de sus temas para los spaghetti western de Sergio Leone y algunos otros clásicos sino una que, por ejemplo, dedica sus largos minutos a analizar las distintas ideas musicales que tuvo para “Investigación de un ciudadano sobre toda sospecha”, de Elio Petri, hasta llegar a la definitiva.
La película –cuyas entrevistas fueron, claramente hechas a lo largo de muchos años y en algunos casos hace bastante tiempo, ya que algunos de los analistas han fallecido ya y otros lucen muy jóvenes– empieza con su infancia, sus inicios musicales, su relación con su padre y con sus primeros maestros. Su carrera cinematográfica recién aparecerá bien entrada la película, ya en 1961, cuando era un artista que había logrado pasar de hacer música experimental (algo que continuó haciendo a lo largo de su vida, pero especialmente en los ‘60, junto al Gruppo di Improvvisazione Nuova Consonanza) a melodías para artistas populares y obras sinfónicas. Quizás el eje de esa primera etapa de este film de dos horas y media pasa por su inicial “vergüenza” en hacer música para películas, especialmente porque sabía que sus maestros lo veían como un género menor, impropio de un verdadero compositor.
Luego llegarán los éxitos, empezando por la más famosa de sus colaboraciones, la que tuvo con el realizador Sergio Leone a partir de los célebres westerns de los ‘60 (“Por un puñado de dólares”, “Por unos dólares más”, “Lo bueno, lo malo y lo feo”, “Erase una vez en el Oeste”, tales sus títulos en castellano con los que se estrenaron en Argentina, distintos a los que salen en la película) para expandirse desde allí a otros realizadores italianos y a otros géneros, pasando de Bernardo Bertolucci (para quien hizo “Antes de la revolución” y “Novecento”), el citado Pietri, Pier Paolo Pasolini, Lina Wertmüller, Liliana Cavani, Gillo Pontecorvo (“La batalla de Argelia”), Marco Bellocchio, los hermanos Taviani, Sergio Corbucci (“El gran silencio”) y Dario Argento, cuyas colaboraciones tienen, llamativamente, poco espacio y desarrollo aquí.
Más adelante (su carrera abarca casi 500 bandas sonoras) vendrá su internacionalización, su cambio a otros registros tratando de alejarse de lo que hizo en los ‘60, y la película irá avanzando década a década, mostrando sus grandes éxitos (volverá con Leone para la inolvidable “Erase una vez en América”, hará “Días de gloria”, “La misión” y “Los intocables”, entre muchas otras bandas sonoras clásicas) pero también poniendo mucho detalle en sus cambios estilísticos, en su trabajo con los sonidos “naturales”, su predilección por los coros, los vientos, la manera de usar las guitarras, su forma de trabajo, su facilidad para las melodías y las formas en las que su música excede el habitual espacio y formato que habitualmente tienen las composiciones cinematográficas. Muchos interpretan que sus composiciones arman casi otras películas en paralelo a las que musicalizan, cambiándolas por completo y dándole una forma tan propia que por momentos bien podría ser un codirector de algunas de ellas. Algunos ejemplos de escenas con o sin su música (o con otra música que no es la suya) lo dejan en evidencia.
Sobre el final, mientras se muestran imágenes de sus conciertos multitudinarios y las películas en las que trabajó en las últimas décadas, el documental mostrará a los artistas que influenció (Quentin Tarantino es su fan número uno y logró hacerle ganar su único Oscar, además del honorario que le dieron en 2006, por “Los ocho más odiados”) y hasta a los músicos de rock que lo homenajean o citan en sus canciones. Entre las entrevistas hechas a lo largo de los años están los citados Argento, Bertolucci, Tarantino, Bellocchio, Pietri, Cavani, Wertmüller y Pontecorvo, –curiosamente no hay declaraciones de Leone, aunque sí imágenes de ambos– junto a Quincy Jones, Clint Eastwood, John Williams, Pat Metheny, Bruce Springsteen, Joan Baez, Wong Kar-wai, Hans Zimmer, Roland Joffe, Nicola Piovani, decenas de músicos y artistas italianos y hasta el propio Tornatore, que se entrevista a sí mismo. Quizás no sea la más elegante ni creativa de las películas, pero “Ennio, el maestro” bien funciona como el tipo de sobrio y detallado homenaje que un artista como Morricone merece.