Estrenos online: crítica de «Raymond & Ray», de Rodrigo García (Apple TV+)

Estrenos online: crítica de «Raymond & Ray», de Rodrigo García (Apple TV+)

La muerte de su padre lleva a dos medio hermanos que hace mucho tiempo que no se ven a reencontrarse para, literalmente, cavar su tumba. Con Ethan Hawke, Ewan McGregor y Maribel Verdú. Estrena Apple TV+ el 21 de octubre.

Hay una gran película protagonizada por Ewan McGregor acerca de la extraña relación de un hombre con un padre que tuvo una vida misteriosa y fantástica. No, no es esta. Esa es EL GRAN PEZ, de Tim Burton. Acá, la búsqueda tiene algunos puntos en común con aquel clásico de 2003 pero los resultados están muy lejos de ser los mismos, más allá de la presencia del actor británico interpretando a uno de los dos personajes que dan título a este film del realizador colombiano-estadounidense Rodrigo García. El otro es Ethan Hawke. Y ambos se llaman igual: Raymond.

RAYMOND & RAY es la historia de un reencuentro, una suerte de ajuste de cuentas, el lidiar con algunos traumas y, quizás, una reconciliación. Raymond (McGregor) y Raymond (Hawke) son dos medio-hermanos que se ven poco y nada, pero que se vuelven a encontrar tras la muerte del padre de ambos, con el que han tenido una muy mala relación y que los torturó bastante a lo largo de sus vidas, por presencia o ausencia. Que se llamen igual parece ser una evidente señal de que a su padre no le interesaba demasiado tener hijos, pero luego se verá que todo es bastante más complicado que eso.

Todo comienza cuando Raymond llega a la cabaña en la que vive Ray (se acortó el nombre por motivos obvios) para darle la noticia del fallecimiento del padre en cuestión. Interpretado al borde del síndrome obsesivo-compulsivo por McGregor, Raymond es un tipo prolijo, tímido, correcto y cuidadoso que trabaja en una anodina empresa, aunque pronto veremos que todo es un poco más complicado en su vida. Ray es un opuesto demasiado perfecto, de corte cinematográfico. Se trata de un músico de jazz un tanto frustrado de vida libre y sin responsabilidades, un ex adicto que trabaja ocasionalmente, camina por la calle «derritiendo» a las mujeres a su paso y le importa muy poco enterarse de la muerte del padre.

Estos hermanos opuestos emprenden un viaje a pedido del padre para que estén en el funeral y en el entierro. Y una vez allí irán descubriendo las varias vidas y los muchos secretos de este hombre que, para ellos, fue una persona desagradable y cruel pero que otros recuerdan con cariño y hasta afecto, como un tipo simpático, amable y conversador. Entre ambos eventos se topan con una ex pareja suya (interpretada por Maribel Verdú con un inglés doloroso a los oídos pero que al menos le aporta cierta simpatía al asunto), una enfermera que lo cuidó en sus últimos días (Sophie Okonedo) y un cura (Vondie Curtis-Hall) con el que conectó también cuando, luego de pasar por varias religiones, el padre decidió regresar al cristianismo.

No serán las únicas personas ni secretos que descubrirán Raymond y Ray a lo largo de las horas en las que le toma cumplir el último deseo de su excéntrico padre: que ellos mismos caven la fosa en la que poner su féretro en el cementerio. Y esas «novedades» no agregan demasiado al asunto. Algunas parecen ser importantes pero terminan siendo chistes circunstanciales. Y un par, que sí son importantes, llegan tarde y se liquidan rápido. Se trata de una película apática, que no logra insuflarse fuerza a sí misma, como si los actores no confiaran demasiado en el mediocre guión (del propio realizador, que tuvo a su cargo hace poco la miniserie SANTA EVITA) que les tocó interpretar.

Es un tipo de película cuya temática puede ser previsible pero que, en buenas manos, suele dar buenos resultados. Acá, por más que la sombra de la figura de Gabriel García Márquez (padre de Rodrigo) lo atraviese todo, eso no sucede. La química entre los personajes no fluye, sus caracterizaciones bordean siempre los estereotipos (no solo los hermanos, los personajes y la función en la trama de los de Verdú y Okonedo aún más) y la película avanza hacia una conclusión previsible, más allá de los giros narrativos que ofrece y que, en el fondo, no cambian mucho nada. Papá era un tipo abusivo, complicado y carismático y, en algún punto, el reencuentro entre los hermanos tiene menos que ver con cerrar ese capítulo en su vida que con la posibilidad que eso les abre de reconectar entre ellos.

En ese sentido, Hawke logra darle a su personaje más complejidad que la que se presenta en el papel. Si bien interpreta casi un estereotipo de sí mismo, su Ray parece estar vivo más allá del guión, algo que queda en evidencia más sobre el final. McGregor, en cambio, hace el rol al pie de la letra, de un modo demasiado mecánico, aún considerando las características un tanto «distantes» de su personaje. Es interesante ver el trabajo de ambos, también, como confrontación entre técnicas y estilos de actuación. No parecen hermanos, pero eso es lo de menos. El problema por momentos acá es que no parecen siquiera estar actuando en la misma película.