Festival de Mar del Plata 2022: crítica de «El veterano», de Jerónimo Rodríguez
Este film ensayo de carácter experimental investiga la vida y las peripecias de Thomas Maney, un cura estadounidense que, supuestamente, estuvo involucrado en el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima y luego se refugió en Chile.
El nuevo ensayo documental del realizador de EL RASTREADOR DE ESTATUAS mantiene un estilo relativamente similar al del anterior film para investigar un caso de dimensiones mucho más grandes de lo que parece revelarse en este extraño y modesto diario de viaje. Imágenes fijas o planos con mínimos movimientos, sin la presencia humana en la mayoría de ellos, componen casi todo el relato. ¿El resto? La voz en off en tono monocorde, tipo lectura de documentos burocráticos, del propio Rodríguez que, a la manera de cartas enviadas entre dos personas, van desmenuzando la complicada historia que esconden esas simples imágenes.
La «historia» que se cuenta a través de esas rigurosas imágenes es bastante sorprendente. Los que la narran son dos amigos, Julio y Gabriel, que investigan la presencia de Thomas Maney, un cura estadounidense, en el sur de Chile con el objetivo de hacer una película sobre su vida. ¿Y qué tiene de particular ese personaje? Bueno, en principio se trata de un hombre que estuvo involucrado en el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima. Esos textos van siguiendo sus pasos, empezando en Chile para luego salir de ahí y enredarse en lo que parece ser un eco lejano de una película de espionaje, con la CIA y entidades así apareciendo (fotográficamente y en la voz en off) mientras vamos siguiendo los pasos del personaje.
El recorrido es trabado y la voz de Rodríguez, desprovista de cualquier matiz, la lleva aún más a un territorio casi experimental. La combinación del texto y las imágenes son efectivas, pero la cantidad de información que esos textos tienen terminan confundiendo al espectador ya que obliga a prestar una excesiva atención a detalles menores y perderse sutilezas de las imágenes, como si la parte audio y la visual compitieran entre sí en vez de funcionar «solidariamente» para que la película sea más efectiva.
EL VETERANO, en mi experiencia al menos, se disfruta más si uno en algún momento abandona la necesidad o pretensión de seguir en detalle las peripecias del protagonista entre Chile y los Estados Unidos y se dedica más que nada a observar –de una manera más cercana a las películas de James Benning o Jonathan Perel– las imágenes por sí solas, con un contexto suficiente para enmarcarlas pero tratando de que el asunto no se convierta en un largo podcast acompañado por fotografías. De ese modo –de nuevo, desde mi punto de vista–, la película del realizador chileno funciona mejor como una muestra de un mundo que va cambiando, especialmente cuando –en su última etapa– la película incorpora la realidad actual y algún curioso truco que pone en discusión la propia historia que se cuenta aquí.