Festival de Mar del Plata 2022: crítica de «I Love My Dad», de James Morosini

Festival de Mar del Plata 2022: crítica de «I Love My Dad», de James Morosini

Para reconectarse con su hijo que ha cortado lazos con él un padre no tiene mejor idea que hacerse pasar por una chica y hacerse amigo suyo en redes sociales. Con Patton Oswalt y James Morosini.

Una comedia incómoda pero por lo general bastante efectiva, I LOVE MY DAD combina una historia de familias problemáticas con una trama de engaños por internet que, por más sorprendente que parezca, se basa en un caso real que le sucedió al propio director y protagonista de la historia, James Morosini. Es la historia de un padre que, para poder conectarse con su hijo veinteañero con el que tiene una complicada relación, no se le ocurre mejor idea que hacerse pasar por una chica y hacerse amigo de él –bajo esa falsa premisa– por redes sociales.

Chuck (Patton Oswalt) es un típico padre irresponsable que vive mintiendo y poniendo excusas para todo, inclusive con su hijo, al que ve poco y nada desde que se separó de su esposa (Amy Landecker), con la que Franklin (Morosini) vive. El joven viene de atravesar una depresión y un intento de suicidio y ha decidido, como parte de su terapia, cortar lazos con su problemático padre. Lo bloqueó en redes sociales y hasta en su teléfono. Pero el hombre, insistente, quiere conectarse con él de algún modo. E imposibilitado de hacerlo, tiene una idea un tanto enroscada para llamar la atención.

El tal Chuck se topa con una bella y muy simpática camarera en un restaurante –una chica llamada Becca, interpretada por la youtuber Claudia Sulewski– y no tiene mejor idea que entrar a su Facebook (no se dice que es Facebook pero funciona como tal), copiar sus fotos e inventarse un usuario haciéndose pasar por ella o por una chica como ella. Le manda una solicitud de amistad a su propio hijo bajo ese nombre y el chico, sorprendido por la conexión y más viniendo de un usuario sin amigos a la que jamás vio (debería haber sospechado un poco más, convengamos), no solo la acepta sino que se conecta rápidamente con «ella». Las fotos, digamos, ayudan a convencerlo…

Y así comenzará una relación virtual en la que el hijo cree estar enamorándose de una joven cuando en realidad chatea con su padre, que va encontrando distintas maneras de sostener la mentira. Hay un solo compañero de trabajo suyo que sabe la verdad y Chuck tiene además una suerte de novia en la oficina que, involuntariamente, lo ayuda a generar esa identidad y darle una cierta credibilidad a la situación, cuando se complican algunas cosas. Al rato, padre e hijo están conectándose online como si fueran pareja. Sí, con todas las incomodidades aptas para el cringe que puedan imaginarse.

Y todo se complica más cuando Franklin decide ir a visitarla a Becca y no le queda otra opción –él no puede conducir por su situación y su madre no puede llevarlo– que recurrir a su padre. Y así I LOVE MY DAD combina una road movie real entre padre e hijo que mantienen una relación virtual como pareja online. Morosini inventa originales recursos visuales para escaparle a tener que mostrar una pantalla tipo Facebook o mensajes de SMS permanentemente, haciendo que la propia Sulewski interprete a la falsa Becca en diálogos que la película presenta como «reales». Y eso, por momentos al menos, disimula la incomodidad que genera pensar que en realidad es el padre con quien tiene esas conversaciones cada vez más hot.

Todo irá hacia lados aún más incómodos en una película que intenta mostrar las maneras –equivocadas pero, en el fondo, supuestamente bienintencionadas– de un padre que intenta reconectar con su hijo tras muchos años de mirar para otro lado. No se entiende muy bien qué es lo que provoca el cambio de actitud de Chuck hacia su hijo pero la película lo muestra como un hombre que, en pos de arreglar errores del pasado, no hace más que agregar nuevos. Y lo peor es que, al ver a su hijo conectado y feliz por esta «nueva relación» –que lo pone de buen humor también con su padre, sin saber que es la misma persona que lo seduce online–, se le hace imposible ponerle freno.

La incomodidad de la propuesta es constante, pero en ciertos momentos un tanto gráficos se supera a sí misma. Y lo más extraño es que toda esa rareza existe en el marco de una comedia planteada en un tono popular y masivo. I LOVE MY DAD no tiene ese carácter indie de películas de realizadores como Rick Alverson, Todd Solondz u otros de similar procedencia y estilos un tanto confrontativos, sino que se plantea como una comedia accesible que bien podría verse en Netflix u otras plataformas de streaming. Habrá que ver cómo funciona verla en familia, con padres e hijos sentados frente a la pantalla de cine o de televisión. Morosini puede haber hecho una comedia que parece para toda la familia, pero que ninguna podrá verla sin sentirse un tanto abochornada.