Festival de Mar del Plata 2022: crítica de «Barrio modelo», de Mara Pescio
Este film ensayo, de tono documental, se centra en una mujer que, en los años ’70, dejó a su familia para instalarse en un edificio cooperativo con la idea de retratar a sus habitantes en un libro. En la Competencia Argentina.
Este «documental» de la directora de ESE FIN DE SEMANA trata de mezclar lo personal y familiar con lo político y social al contar la historia de una tía suya que, a fines de los años ’60 y tras viajar a Moscú a un congreso y visitar los edificios sociales comunistas, volvió a la Argentina, rompió con su familia burguesa y se mudó al complejo edilicio recién construido en el barrio porteño de Villa del Parque por la Cooperativa El Hogar Obrero. ¿Su objetivo? Documentar las vidas de sus habitantes y transmitir un tipo de experiencia más cercana al socialismo in situ en un libro.
Si pongo documental entre comillas es por una percepción puramente subjetiva que la voz en off de Pescio, en cierto modo, habilita con algunos comentarios. Es difícil saber cuánto de real y cuánto de invención hay al menos en la historia familiar que la película cuenta. De todos modos, el cuento en sí es bastante creíble y por lo general funciona. Como muchas jóvenes de la época Silvia abrazó la militancia, lo cual implicó en su caso haber abandonado a su marido, pasar a ver muy poco a sus hijos y mudarse de la coqueta Recoleta a ese barrio que imaginaba humilde, con departamentos de la clase obrera.
Pescio, su sobrina, al volver al edificio hoy, encuentra papeles, anotaciones y casetes dejados por ella en el departamento que todavía es parte de la familia. Y, a partir de lo que escucha y lee ahí, va reconstruyendo ese libro, llamado «Barrio modelo», que su tía nunca alcanzó a publicar. Y al leerlo no solo va contando la historia del edificio y recorriéndolo, sino encontrándose con algunos de sus habitantes que son los mismos que Silvia retrató en esas páginas inéditas ya que siguen viviendo ahí desde hace medio siglo.
BARRIO MODELO va y viene de la historia de Silvia a la del complejo. En el terreno de lo personal aparece una cierta decepción suya al darse cuenta que en los edificios hay más gente de clase media e intelectual que obreros y trabajadores. A eso le sigue una vida posterior un tanto misteriosa y elusiva. Y en lo que respecta a los retratos, Pescio elige observar a algunos de los habitantes en sus vidas cotidianas hoy y hacer a otros leer lo que han escrito sobre ellos. Nunca los hace hablar ni de la época ni de lo que leen sobre sí mismos, lo cual es una decisión un tanto curiosa que abre también la puerta a pensar si no hay más elementos ficcionales de los que parece haber.
De todos modos, si hay mayor o menor «realidad» en lo que se cuenta es secundario. Hay fascinantes retratos actuales hechos con materiales encontrados o historias de vida en los que hay más ficción y especulación de lo que parece. Más allá de eso la película funciona, aunque de una manera un tanto desorganizada, como un retrato de aquellos y estos tiempos, de los sueños, las decepciones y los misterios de una generación que se enfrentó de modos diferentes a un mundo cambiante. Algunos dejaron muchos de sus sueños e ideales en el camino y otros fueron arrastrados por el fulgor de la época y eligieron, quizás, perderse para siempre.