Festival de Mar del Plata 2022: crítica de «El rostro de la medusa», de Melisa Liebenthal

Festival de Mar del Plata 2022: crítica de «El rostro de la medusa», de Melisa Liebenthal

por - cine, Críticas, Festivales
05 Nov, 2022 11:43 | Sin comentarios

La nueva película de la directora de «Las lindas» explora qué le sucede a una chica cuando, sin explicación alguna, su rostro cambia por completo. En la Competencia Internacional.

En el kafkiano punto de partida de la nueva película de la directora de LAS LINDAS, una chica descubre que el rostro le ha cambiado radicalmente. Ya han pasado unas semanas desde que eso sucedió cuando arranca el film y Marina (Rocío Stellato) ya está cansada de recorrer médicos que le hacen preguntan inanes y no saben muy bien qué hacer. «El primer día tenía la cara un poco hinchada y después quedé así», explica ella, como fastidiada ya por el asunto. El problema le genera a Marina una crisis bastante profunda que la película refleja en tono liviano, ligeramente cómico. ¿Cómo se sigue viviendo siendo otra persona y a la vez la misma?

Una reflexión sobre la identidad y sobre lo que nuestros rostros dicen sobre nosotros y cómo nos constituyen, la película es un tanto más extrañada y experimental que lo que parece por su punto de partida. Sí, buena parte de su breve metraje se irá en las idas y vueltas personales de Marina con su nueva cara, pero Liebenthal organizará otra buena parte de la película en función de visitas a zoológicos, observar los rostros de animales y, a la vez, una serie de juegos con fotografías, marcas, croquis, pruebas, trazados de líneas y otros rebusques con los que la protagonista (o la directora) trata de entender lo que le está sucediendo.

Sus padres (encarnados por los padres de la directora, ya que el rostro «anterior» de Marina es el de ella) ya están acostumbrados a su nueva cara, pero no tanto su abuela. Marina no quiere volver a ver a su novio (Vladimir Durán) porque teme que no le guste su nuevo aspecto. Y se pidió licencia de su trabajo como docente porque no tiene idea de cómo explicar lo que le pasó ni qué hacer al respecto. Se mira al espejo, trata de encontrarse dentro de esa nueva cara (que es muy distinta a la suya, aunque al no mencionarse el tema suponemos que el resto del cuerpo no ha cambiado) y entender cómo seguir con su vida cuando ya ni siquiera es válido su DNI y no puede hacerse uno nuevo.

Liebenthal no juega desde el realismo ni desde el género. Es un planteo que coquetea con el absurdo y el capricho, casi como un juego simpático en el que no tiene mucho sentido ponerse demasiado verosimilista al respecto. Dicho de otro modo: no se aprovechan demasiado las potenciales aristas narrativas que tendría una película con una premisa así, salvo para una subtrama del orden de la comedia romántica que le va permitiendo a Marina empezar a sentirse un tanto más cómoda con su nueva cara, pudiendo ser algo así como otra persona.

EL ROSTRO DE LA MEDUSA exagera, quizás, con las metáforas animales y la cantidad de tiempo que le dedica a observarlos. La lógica es clara: ¿Qué dicen los rostros de los animales? ¿Podemos darnos cuenta la diferencia entre dos de ellos y valorarlos de distinto modo por sus rostros? ¿Cuánto de una criatura viva se define por la conformación de su cara? Un episodio en el que la familia de la protagonista pierde su gato quizás resuelva un poco esta idea.

Graciosa, lúdica e ingeniosa, EL ROSTRO DE LA MEDUSA es una película inteligente y reflexiva que no aprovecha del todo las posibilidades dramáticas de la premisa pero por elección, por decisión consciente. Hollywood haría (y ha hecho) thrillers, films de terror, comedias y le sacaría el jugo máximo a las confusiones del asunto. Liebenthal prefiere tomarlo, darle al espectador algunas posibilidades, invitarlo a imaginar otras y entregar una suerte de ensayo sobre esa cosa intangible que son nuestros rostros, acaso lo que más nos define y lo que solo podemos ver a través de un espejo o de la mirada de los otros.