Series: crítica de «Echo 3», de Mark Boal (Apple TV+)
Esta serie del guionista de «The Hurt Locker», con cuatro episodios dirigidos por Pablo Trapero, se centra en dos militares estadounidenses que van a Colombia a rescatar a una mujer secuestrada allí, esposa de uno de ellos y hermana del otro. Desde el miércoles 23 en Apple TV+.
El universo de ECHO 3 se puede explicar de la siguiente manera. Primero, mediante una aclaración: no es la tercera parte de nada y no hay que ver las dos anteriores. Sobre las otras dos, hablaremos después. Su título tiene que ver con la terminología militar que usan dos de sus protagonistas, llamados curiosamente Prince (Michiel Huisman) y Bambi (Luke Evans), dos agentes de las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos, de esos que llevan a cabo peligrosas misiones generalmente en el Tercer Mundo. En la primera escena de la serie nos queda claro el modo de vida de ambos cuando, tras el casamiento de Prince con Amber (Jessica Ann Collins), la hermana de Bambi, al otro día ambos tienen que irse a hacer un «trabajito» en Afganistán.
En esa larga ceremonia –que remeda a la de EL PADRINO en el sentido de su utilización como presentación de personajes y sus circunstancias– vemos también que Prince viene de una familia de dinero e influencias políticas (su padre lo interpreta el gran Bradley Whitford), que no es el caso de los hermanos Bambi y Amber, de origen más redneck, como ellos mismos lo dicen. Y poco después la serie nos presenta un primer potencial conflicto cuando algo sale mal en la misión de Oriente Medio y los ahora cuñados se ven enfrentados por esa confusión convertida en error fatal.
Pero en esta nueva y bastante modificada adaptación de la novela israelí «When Heroes Fly», de Omri Givon, que ya fue llevada al formato serial en la homónima miniserie de ese mismo origen (disponible en Netflix, bajo el título CUANDO LOS HEROES VUELAN), el principal conflicto tiene lugar seis meses después de esos hechos cuando Amber, una científica que estudia el uso de las drogas psicoactivas en América Latina a través de chamanes y sus posibilidades para ser usadas para tratar adicciones, viaja a Colombia a trabajar en el tema y es secuestrada por una agrupación guerrillera de reciente aparición, una que no acató el proceso de paz en ese país e intenta hacerse un nombre, aparentemente, a partir de negociar el secuestro de la chica por dinero.
El mundo que describe la serie puede venir de una novela previa pero le cae a la perfección a Boal, conocido como guionista de premiadas películas como THE HURT LOCKER, ZERO DARK THIRTY –ambas de Kathryn Bigelow– y su demorada y finalmente un tanto fallida TRIPLE FRONTERA, las tres disponibles en Netflix. Cuatro de los cinco episodios adelantados a la prensa de los diez que componen la serie fueron dirigidos por el argentino Pablo Trapero (que es productor ejecutivo, se hizo cargo de los dos primeros y dirigió otros dos más, de la segunda mitad) y por la realizadora peruana Claudia Llosa, que se hizo cargo del tercero y del cuarto. El propio Boal, en tanto, debuta en la dirección con el quinto. Y todo el combo tiene su impronta: arriesgadas misiones militares, secuestros políticos, trampas y secretos propios del espionaje internacional y hasta una lectura política que, al menos por lo que se ve hasta ahora, califica como un tanto «arriesgada», algo que siempre estuvo presente en sus controvertidos guiones.
Gran parte de la acción se desarrollará en Colombia, tanto en Bogotá como en la selva, en el río y en la frontera con Venezuela. En principio, para no spoilear mucho el asunto, se puede decir que su marido y su cuñado van a Colombia a rescatar a Amber. Pero la cosa no es tan sencilla como parece. No porque los «militantes» sean demasiado capaces (al contrario, parecen tener poca idea de lo que hacen) sino porque las propias tensiones internas entre los «americanos» y el ejército colombiano no los ayuda demasiado a avanzar y provoca varias confusiones, algunas de ellas no del todo claras al menos en lo que se vio hasta aquí.
La serie tendrá una «primera parte» que se extenderá tres capítulos –los que estarán disponibles el miércoles 23, los demás vendrán luego a razón de uno por semana– y llegará a un punto culminante allí. Y luego una segunda, que incluye el cuarto y el quinto, que cambiará un poco el eje, dejará un poco la acción de lado para centrarse en las consecuencias de esos hechos y modificará las locaciones de los acontecimientos. Pero en el fondo será la misma historia: la de un rescate difícil de una mujer secuestrada por una guerrilla colombiana cuyos líderes están convencidos que es agente de la CIA. Ella lo niega fervientemente, pero el avance de los acontecimientos genera ciertas dudas.
En el medio habrá lugar para que una periodista argentina radicada en Colombia (Martina Gusman) se meta en problemas al intentar ayudar a resolver el secuestro, un cartel narco que se enreda también en el medio (o que es parte de lo mismo) y otras cuestiones de orden político-económico que mejor no revelar. En ese sentido, ECHO 3 tiene algo de NOTICIAS DE UN SECUESTRO y de la película MONOS (una de las actrices, Sofía Buenaventura, era una de las protagonistas de aquel film), además de referir no solo a los otros films escritos por Boal sino a muchos thrillers israelíes que suelen trabajar estos temas de la hermandad entre militares puesta en juego ante conflictos que son más oscuros y complejos de lo que parecen.
Si bien el guión presenta algunos baches, casualidades y zonas un tanto confusas, la serie avanza a fuerza de sus escenas de acción, sus persecuciones, tiroteos y demás figuras clásicas de este tipo de thrillers militares de rescate internacional. Tanto Trapero (que ya probó ser efectivo en similares universos en la serie ZEROZEROZERO, de la que dirigió tres episodios) como Llosa se manejan con bastante solvencia en ese territorio y le dan por lo general bastante credibilidad a la parte latinoamericana y hablada en castellano de la serie, que es central en la trama. Es cierto que tratándose de un producto estadounidense de alcance internacional no puede evitar ciertos reduccionismos y hasta algunos clichés ligados a cómo muestra la política del continente y a sus personajes, pero la mayoría de las veces logra salir del problema, más que nada, porque tampoco es del todo claro qué es lo que hay por detrás de lo que hacen los norteamericanos allí.
Como sucede con muchas otras series, ECHO 3 peca de ser un tanto larga (diez episodios que rondan los 50 o más minutos cada uno, una inversión de tiempo importante) y trata de evitar volverse repetitiva al girar de punto de vista y de locaciones después de sus episodios iniciales, haciendo descansar al espectador de la misma línea del relato para permitirle ver los acontecimientos desde otros puntos de vista y así tener otras perspectivas de esos mismos personajes. Esa división en partes refresca, si se quiere, la expectativa para la siguiente. Y aquí, todavía, el crédito está abierto a lo que puedan brindar los cinco episodios que quedan.