Festivales: crítica de «The Eternal Daughter», de Joanna Hogg

Festivales: crítica de «The Eternal Daughter», de Joanna Hogg

por - cine, Críticas, Festivales
07 Dic, 2022 01:31 | Sin comentarios

En esta película de intriga psicológica, una hija viaja con su anciana madre a un extraño hotel en la campiña británica para festejar su cumpleaños. Con Tilda Swinton.

En más de un sentido tan autobiográfica como las dos partes de THE SOUVENIR –no sería del todo descabellado titularla THE SOUVENIR: 30 AÑOS DESPUES–, THE ETERNAL DAUGHTER introduce la temática y obsesiones familiares de la directora en una suerte de película de suspenso psicológico con clima de terror. Si la segunda parte de esa «saga» jugaba ya con una mezcla de autobiografía y metaficción, aquí el realismo se abandona casi por completo para mudar toda la operación al terreno de la creación artística, más específicamente a la película de género.

Si aquellos dos films se enfocaban en la relación de Julie, una joven veinteañera, con su pareja y con lo que sucedía entre ellos, acá esa chica se ha convertido en una mujer que ronda los 50 años y el eje está puesto en la relación que tiene con su madre, Rosalind. En ambas partes de THE SOUVENIR, la madre era interpretada por Tilda Swinton mientras que Julie era encarnada por Honor Swinton Byrne, hija en la vida real de la actriz. Aquí, dándole una vuelta de tuerca al gesto, Tilda encarna tanto a Julie como a su madre, ahora octogenaria.

THE ETERNAL DAUGHTER comienza con la llegada de ambas –y su perro, Louis– a un solitario hotel en el medio de la campiña inglesa. Como en muchas películas de género, el hotel está envuelto en una ola de misterio: neblina, luz muy tenue, ruidos inesperados, un mobiliario detenido en el tiempo y lo atiende una chica con llamativo mal carácter. No muy lejos del Overlook de EL RESPLANDOR, el hotel en cuestión es uno de los protagonistas de la historia. Y aquella película de Stanley Kubrick funciona también como posible referente temático, ya que mucho de lo que aquí vemos funciona en un similar terreno que coquetea con lo fantástico y lo enigmático, pero más que nada tiene que ver con un conflicto psicológico.

La película revela parte de su misterio de una forma bastante evidente y de entrada, pero no lo mencionaremos en caso de que no sea tan claro para los espectadores. Julie es una cineasta que fue a ese lugar, en el que su madre solía pasar sus vacaciones cuando era niña, con el objetivo de celebrar su cumpleaños y, a la vez, sentarse a escribir un guión. Estando allí, en medio de ese clima un tanto tenebroso, no parece poder concentrarse en la tarea y dedica su tiempo, más que nada, a tratar de complacer a su madre, una señora mayor (el maquillaje, peinado y vestuario convierten a Swinton en otra persona) calma y elegante que, a su vez, intenta no molestar ni incomodar a su hija. Da la impresión de que es la típica relación amable y educada que oculta algunos asuntos no resueltos o cosas que se desconocen del pasado.

A lo largo de 90 minutos bastante económicos en términos narrativos, Julie lidiará con su necesidad de complacer y cuidar a su madre, con los problemas del hotel (ruidos, falta de wifi, problemas con la comida y el cuarto), con la áspera recepcionista, con su tierno perro, con algún familiar que quiere venir a visitarlas y con un hombre que trabaja allí, el único con el que logra conectarse y conversar. Es evidente en todo momento que el clima de terror y suspenso está más en la mente de la protagonista que en el lugar en sí, algo que queda claro también por el uso del sonido, la luz y algunos mínimos efectos visuales fantasmagóricos que aportan a darle ese tono.

Al decidir mostrar buena parte de su juego casi de inmediato (no del todo, la película conserva algunas intrigas hasta el final), Hogg logra resolver un problema pero, a la vez, se mete en otro. Lo que en cierto modo resuelve es «el misterio» –o buena parte de él–, lo cual permite al espectador concentrarse en lo que realmente a la realizadora le importa: la relación madre e hija, las cuentas pendientes, la larga historia entre ambas. El «problema», si se quiere, es que al quitar el misterio del centro de la trama, casi todos los juegos, guiños y supuestas escenas de suspenso armadas en torno a él se sienten un tanto huecas, innecesarias, como si la realizadora estuviera jugando a hacer un film de terror como mera distracción.

Este económico film (tanto en lo formal como en lo presupuestario, imagino) es, más que nada, un marco para el trabajo de Swinton, encarnando a los dos personajes sin estridencia alguna. Por un lado, es la hija preocupada por su madre y consternada por la imposibilidad de concentrarse y escribir su nueva película. Y, por otro, la madre gentil que trata de no incomodar a su hija pero de todas maneras lo hace. Hay un vínculo curioso entre las dos que se le va habilitando de a poco al espectador para que vaya entendiendo más qué es lo que se oculta ahí. Algo que, por suerte, no tiene tanto que ver con algún enorme asunto oculto del pasado sino con la propia lógica de la relación y los problemas que eso les genera.

La película de suspenso que rodea a ambas Swintons nunca logra ser más que un ejercicio de estilo, una forma que Hogg eligió para englobar su historia pero que no convence demasiado por sí misma. Con un aire a los clásicos de terror gótico de los años ’40 y ’50 pero más aún a ciertos dramas psicológicos británicos teñidos de una atmósfera de suspenso de los años ’60, THE ETERNAL DAUGHTER es un film menor pero a su manera atrapante de la realizadora de ARCHIPIELAGO en la que los temas centrales de su obra se mantienen solo que apenas disimulados en el marco de una trama fantasmagórica con buena parte de sus ingredientes clásicos.