Estrenos: crítica de «El método Tangalanga», de Mateo Bendesky
Esta película es una biografía libremente inspirada en la vida real del humorista que se hizo famoso por sus llamados telefónicos. Con Martín Piroyansky y Julieta Zylberberg.
Los que tenemos «cierta edad» lo recordamos desde los tiempos en que, antes de hacerse conocido como Tangalanga, al misterioso bromista telefónico cuyos casetes circulaban grabados en copias en TDK lo llamábamos Tarufetti. Era un secreto a voces que fue creciendo a fines de los ’80 para luego convertirse en mito popular y ser consumido por eso que entonces denominábamos como «la cultura de masas». Combinando realidad y mito, EL METODO TANGALANGA viene a contar otra historia, desconocida, con un pie en el mundo real y dos en la ficción, una que transcurre en los años ’60 y funciona como «origin story», como le dicen a esas películas que cuentan los inicios de los superhéroes de Marvel.
Acá el «super-algo» es Tangalanga y, en esta versión, antes de convertirse en eso, era un tal Jorge Rizzi, un empleado de una empresa de cosméticos en una Buenos Aires de 1962 que está a mitad de camino entre una MAD MEN del subdesarrollo y una película de Argentina Sono Film. Rizzi (interpretado por Martín Piroyansky) es un tímido, muy tímido empleado de esa empresa, de esos a los que hablar en público se les hace una tortura. Su mejor amigo ahí, un tal Sixto (Alan Sabbagh), es todo lo contrario: un poco Don Draper de cabotaje, otro tanto simpático vendedor de autos usados. Pero un día Sixto se enferma y hay que internarlo. Y ahí nace Tarufetti. Perdón, Tangalanga.
Jugando con la fantasía, Bendesky inventa una curiosa estrategia propia de QUISIERA SER GRANDE o algún relato similar clásico de Hollywood. Rizzi logra perder la timidez gracias a un «trabajito» que le hace un mentalista argentino radicado en España (un muy gracioso Silvio Soldán): al escuchar un sonido muy similar al tono telefónico, el tímido empleaducho saca de algún lugar reprimido de su pasado a ese hombre canchero, puteador, divertido y muy seguro de sí mismo que es Tangalanga.
Pero fuera de ese limitado espacio telefónico, Rizzi sigue siendo el mismo tipo timorato de siempre. Y eso le impide encarar a Clara (Julieta Zylberberg), la simpática chica que atiende los llamados telefónicos en la clínica en la que Sixto está internado y que habla como una repetidora de Radio Nacional circa 1951. Rizzi va ahí a visitar a Sixto y a alegrarlo con sus bromas telefónicas. Y no solo consigue eso sino que el hombre les haga escuchar a otros sus llamados y así dar pie al inicio del fenómeno Tangalanga, al menos en su primera etapa.
Esa es la historia del origen que empieza contando EL METODO TANGALANGA, que se va a centrar en esa doble vida de Rizzi, su relación con Sixto, con Clara, con su trabajo (allí se luce Luis Machín como su jefe) y con la necesidad, en algún momento, de unir esos dos lados de su personalidad. Se trata de una película graciosa, simpática, pero sobre todo amable y cálida, con una suerte de refinamiento formal inesperado para una comedia acerca de un humorista que se hizo famoso por putear a la gente por teléfono.
Es que uno podía pensar que un director como Bendesky –cuya filmografía incluye ACA ADENTRO y LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA, dos comedias dramáticas sensibles y neuróticas– era una elección rara para un film sobre un comediante más bien frontal y agresivo, pero el realizador logra hacer suya la historia llevándola a un terreno más propio y ligado, en cierto modo, a sus films anteriores. De hecho, tiene tanto peso en la ficción el lado «timorato» del protagonista como su costado gracioso. Y tampoco se oculta el drama (real) que rodea ese mito de origen.
Con una cuidada reconstrucción de época, un uso simpático aunque un tanto exagerado de modismos y formas del habla «de entonces» (comprensible, igual, dentro de los códigos de la película), un muy ajustado ensamble entre un elenco que entiende a la perfección el juego y una cierta melancolía que emana de la parte más dramática de la historia, EL METODO TANGALANGA es una película que es y no es lo que promete su título. No se trata de la comedia aparatosa ni televisiva que algunos imaginarán al pensar en el personaje sino una que intenta jugar a dos puntos entre la sutileza y el humor más directo. Un poco como el Tangalanga de esta fantasía, se trata de un simpático monstruo de dos cabezas.