Series: crítica de «Superliga: la guerra por el fútbol», de Jeff Zimbalist (Apple TV+)

Series: crítica de «Superliga: la guerra por el fútbol», de Jeff Zimbalist (Apple TV+)

Esta miniserie de cuatro episodios se centra en el conflicto que se planteó en el fútbol europeo cuando algunos de los clubes más grandes decidieron armar una liga aparte. Desde el viernes 13 de enero en Apple TV+.

El documental deportivo se ha vuelto ya un elemento más del marketing de instituciones, ligas y hasta personalidades de los distintos deportes. Es por eso que la mayoría de ellos, más allá de sus cualidades específicas, funcionan como venta de un producto, sea el Mundial, la Premier League, el Manchester City o algún jugador estrella. El nivel de especificidad puede ser distinto pero el objetivo es el mismo y tiene que ver más con la publicidad y el marketing que con el producto artístico en sí. Lo que han hecho bien las federaciones, los clubes y los managers es darle al espectador la sensación de que están viendo algo «especial» que incluye no solo secretos de la vida de los retratados sino que se les muestra algún costado oscuro y desconocido. Pero es un riesgo calculado, una supuesta pátina de honestidad que torna supuestamente creíble lo que, al final, no es mucho más que una publicidad encubierta.

Por suerte hay otro tipo de documentales, los ligados a asuntos problemáticos del deporte que ninguno de los involucrados, en realidad, quiere promocionar. Si se prestan, de hecho, es para defenderse o dar en público su punto de vista ante un asunto complejo. El escándalo de las coimas de la FIFA, por ejemplo, es uno de esos casos. Y sin ir tan lejos –después de todo aquí no hay, al menos en apariencia, negocios directamente corruptos– lo que se cuenta en SUPERLIGA: LA GUERRA POR EL FUTBOL entra dentro de ese territorio. Su interés es más periodístico que promocional y eso de por sí le da un mayor atractivo. Y más si, como es en este caso, se cuentan las dos caras y versiones del conflicto. El documental podrá tener mayor simpatía por unos que otros, por una narrativa de las dos en disputa, pero en pocas ocasiones se logra una equidad y un respeto por la «otra historia» como se lo hace acá.

Estrenado poco después del Mundial y en consonancia con el retorno de las ligas europeas y, sobre todo, de la Champions League, SUPERLIGA se centra en el conflicto que se vivió –que se sigue viviendo, en realidad– en el seno de la UEFA, la entidad que nuclea a los clubes de fútbol de Europa, cuando algunas de las instituciones más grandes anunciaron la formación de lo que llamaron una «Super League» en la que participarían, de manera fija, doce de los clubes más grandes del continente, con algunos pocos lugares más para invitados y clasificados. Un «recorte» que va contra la tradición de la Champions –a la que los equipos clasifican según un particular ordenamiento– y que pone en jaque la organización del deporte en ese continente.

La serie dirigida por Jeff Zimbalist toma como eje principal la relación entre el presidente de la UEFA, el abogado esloveno Aleksander Čeferin, y el entonces presidente de la Juventus, Andrea Agnelli, cuya relación amistosa de larga data –Čeferin es padrino de uno de los hijos de Agnelli– se rompió de golpe cuando, casi a escondidas, el jefe de la Juve se alió con los presidentes de Real Madrid y Barcelona primero, y de otros equipos después (los seis grandes de la Premier League), para cortarse por su cuenta, armando un campeonato paralelo, por fuera de la UEFA, con enormes premios y millonaria financiación bancaria asegurada. ¿La venta del producto? Una liga solo compuesta por equipos grandes del continente que sea seguida por todo el mundo con mayor interés del que tienen las ligas locales y hasta la propia Champions, torneos en los que muchas veces la disparidad entre equipos más grandes y los más chicos tornan los partidos bastante predecibles y poco atractivos. ¿El interés real? Más dinero para financiar a grandes instituciones en crisis tras la pandemia, enormes conglomerados que quieren –y entienden que merecen– una porción más grande de la torta económica que genera el fútbol.

A lo largo de poco más de 72 horas en las que apareció, se desarrolló y explotó el conflicto –que la serie cuenta casi a modo de un día por episodio–, esa visión de Agnelli, Florentino Pérez (del Madrid) y Joan Laporta (del Barça) será puesta en disputa no solo por la administración de UEFA y los clubes que quedan fuera de esa Superliga sino por los hinchas de la gran mayoría de los equipos… y no solo de los que quedaron fuera. El recuento de los hechos –cuyos detalles no revelaré por si algún espectador no se dio por enterado lo que pasó en abril de 2021– incluye, sorpresivamente, entrevistas con casi todos los responsables e involucrados en el conflicto y no solo del lado supuestamente «vencedor». Si bien Čeferin es el protagonista principal, en la serie se escuchan los puntos de vista de los tres responsables del proyecto (los mencionados Agnelli, Pérez y Laporta), además de otras personas involucrados en él. Tienen voz además muchos de los que se opusieron, tanto desde los clubes como del ámbito de la política, grupos de hinchas e instituciones (el explosivo Javier Tebas, presidente de la Liga española), además de periodistas y ex jugadores, la mayoría de ellos expresándose en contra del proyecto.

No hay casi fútbol ni partidos ni jugadores participando en esta pulseada de poder y dinero. Es una batalla de intereses que, en lugar de hacerse a puertas cerradas, se dirimió en público, con la insospechada participación de los hinchas que terminaron demostrando tener bastante poder a la hora de la toma de decisiones. Pero quizás lo más interesante de la miniserie, al menos para mí, es cómo muestra de manera inteligente y a la vez didáctica la manera en la que el negocio del fútbol se fue expandiendo y cambiando a lo largo del siglo XXI, desde que la idea de «Los Galácticos» del Real Madrid llevó el negocio a otros niveles hasta la actualidad, una época en la que los principales clubes han sido adquiridos por oligarcas rusos, jeques árabes, inversionistas estadounidenses y sus pares chinos. Es una pelea por una enorme cantidad de dinero en derechos televisivos (multimediales a esta altura) y de sponsoreo en la que se dirime, a la vez, definir a quién se dirige el fútbol y cuál es su modelo de negocios en este momento.

Más allá de lo que cada uno piense de los dos bandos enfrentados, hay una pregunta que no tiene una respuesta del todo fácil en el corazón del conflicto: ¿a quién le pertenece el fútbol? La respuesta más fácil y cómoda es clásica: a los hinchas. Y son ellos los que pueden torcer el brazo defendiendo a sus clubes (o criticando a sus dirigentes) en las calles y en las tribunas. Pero el fútbol se tornó un negocio tan universal y virtual que hoy existen muchos más hinchas de algunos equipos en países remotos que en las ciudades que los vieron nacer, hinchas sin acceso a los estadios que –desde Argentina, México, Japón o, bueno, Bangladesh– tienen una relación con los clubes que no es «histórica» ni está impregnada por la calle, el barrio y los lazos familiares sino que funciona por otras vías. Y ellos, de algún modo, no tienen mucha voz ni voto en este entuerto.

Quizás el conflicto central de SUPERLIGA no sea demasiado atrapante para los que no están muy interesados en la conformación de los campeonatos europeos de fútbol o la composición económica de los grandes clubes de Europa. Pero lo que los productores de la serie lograron hacer acá es humanizar la pelea poniéndole caras y nombres concretos, construir un timeline atractivo propio de una película de suspenso, dar espacio para que ambos bandos expresen sus puntos de vista y, sobre todo, entender que la disputa en cuestión habla más que nada de política, de miradas sobre el mundo, de cómo el «deporte más hermoso del mundo» hoy es un negocio multimillonario como tantos otros, uno metido en la más cruel de las trampas del capitalismo extremo: parecer algo atractivo para todos pero ser, finalmente, un asunto que beneficia solo a unos pocos.