Estrenos online: crítica de «Todo lo que respira», de Shaunak Sen (HBO Max)

Estrenos online: crítica de «Todo lo que respira», de Shaunak Sen (HBO Max)

Este documental de origen indio, nominado al Oscar, se centra en dos hermanos de Nueva Delhi que se ocupan de curar aves de rapiña heridas en medio de una ciudad contaminada y en conflicto.

Hay un tipo de plano, casi patentado por la película de Charles Laughton LA NOCHE DEL CAZADOR, de 1955, que se convierte en una referencia obligada de ALL THAT BREATHES, el documental de origen indio que está nominado al Oscar en su categoría. Consiste en lo siguiente: en un plano más cercano vemos algún tipo de animal que vive suelto y libre en medio de la naturaleza. En el fondo: un hombre, el mundo, la civilización o lo que queda de ella. La lógica que sostiene las respectivas puestas pueden ser muy distintas –más amenazante en el caso de aquel film, un tanto más armónico y natural aquí–, pero en ambos casos generan misterio, intriga, curiosidad y la sensación de que el mundo es un lugar mucho más misterioso y habitado de lo que parece en nuestros recorridos cotidianos.

ALL THAT BREATHES, en los papeles, es la historia de dos hermanos (Mohammad Saud y Nadeem Shehzad) y un amigo de ellos que se dedican a cuidar unas aves de rapiña llamadas «milanos negros» que abundan en los cielos de Nueva Delhi, la populosa y contaminada ciudad en la que viven. Los hermanos manejan hace veinte años una especie de hospital casero para esas aves, a las que llevan cuando están dañadas, lastimadas, enfermas, algo que la polución no hace más que acrecentar: el aire que respiran, la basura que comen, todo conspira en contra, por más que traten de adaptarse. Y ellos, desinteresadamente (se ganan su dinero de otro modo) las curan y vuelven a soltar, o las entierran al morir.

En su cotidiana tarea funcionan como especialistas barriales en el tema, dando consejos a vecinos preocupados porque los atacan y hasta metiéndose en medio de un mugriento río a rescatarlas. Buscan, además, algún fondo internacional que les permita tener algo de dinero para mantener la operación. Pero de todos modos TODO LO QUE RESPIRA no es una película sobre el cuidado de unos pájaros de rapiña, sino uno acerca de la extraña convivencia, a veces incómoda pero en el fondo necesaria, en eso que el título denomina: los seres vivos que habitan el planeta. Pueden ser personas y animales, pero también los propios hermanos protagonistas y hasta el film arriesga otra lectura de esa convivencia, una religiosa.

Por fuera de lo temático, la película de Sen conecta desde lo visual. Planos como los comentados antes conectan un basural lleno de hormigas y ratas con coches que les pasan por encima, una suerte de mugroso edén animal con monos y otras criaturas conviven en la misma imagen con edificios llenos de gente, las consabidas vacas recorren las calles de la ciudad como si fueran sus dueñas y el ejército de pájaros lo cubre todo, especialmente los lugares abarrotados de basura, de la que se alimentan. Más que un film es un ecosistema puesto en imágenes, una película que de alguna manera entiende que todo lo que vemos aquí (y no necesariamente en nuestras vidas cotidianas) se conecta con todo lo demás en una cadena no siempre virtuosa pero sí inevitable.

Por momentos el preciosismo visual de ALL THAT BREATHES –con sus calmos y elegantes paneos por los distintos escenarios de Delhi, cortesía de Ben Bernhard, director de fotografía de la también bellísima GUNDA— bordea eso que algunos llaman misery porn, ya que es inevitable ver en esas imágenes de basura, polución, contaminación y hambre algo hasta bello. Pero Sen sabe escaparle a ese potencial riesgo ético/estético ya que no solo su eje no pasa por ahí, sino que es clara la decepción y angustia de los protagonistas por las condiciones en las que se vive (y viven los animales) en el lugar.

A su modo cuentapropista y amoroso, los hermanos tienen su pequeño nido de rescate, un hospital de aves que es más un gesto noble que otra cosa y en el que, también, ponen en juego angustias personales, una historia familiar triste y un futuro lleno de intangibles. Irse a Estados Unidos a estudiar es una posibilidad. Mejorar las condiciones de la clínica, otra. También abandonarlo todo y dejarse, de algún modo, abrumar por las pilas de basura tóxica, por el agua putrefacta que inunda una y otra vez su casa. Pero resisten. Con sus diferentes personalidades y con algunos choques entre sí tienen en común una máxima dejada por su madre en su lecho de muerte ligada a la armonía y la convivencia entre todo lo que respira en este mundo, más allá de especies, nacionalidades o religiones. Sin todos ellos, finalmente, no podríamos subsistir.