Estrenos: crítica de «Asfixiados», de Luciano Podcaminsky

Estrenos: crítica de «Asfixiados», de Luciano Podcaminsky

por - cine, Críticas, Estrenos
22 Mar, 2023 06:08 | comentarios

El matrimonio que integran un cineasta y la dueña de un restaurante se va de paseo en un barco con otra pareja amiga y lo que parecía ser un viaje de placer se complica por distintos motivos. Con Leonardo Sbaraglia, Julieta Díaz y Marco Antonio Caponi. Estreno: jueves 23 de marzo.

Todo lo que necesita Nacho (Leonardo Sbaraglia) para avanzar con su nuevo proyecto es un «sí» de Natalia Oreiro. Así arranca ASFIXIADOS, con Nacho intentando convencer a la actriz –que se interpreta a sí misma, vía zoom– de que sea la protagonista de lo que será finalmente una serie, en apariencia la ampliación de una película que él ya hizo y que a Natalia le gustó. No hay nada confirmado ni mucho menos firmado, pero «la Oreiro» ya parece un número puesto en la nueva producción del realizador.

Pero eso es tan inestable como su vida personal. Si bien se lo ve en una casa lujosa en lo que parece ser un barrio privado pronto veremos que las cosas no van tan bien. Lucía (Julieta Díaz), su esposa, es la dueña de un exitoso restaurante, pero se la ve cansada de su trabajo. La mujer guarda, junto a su hija veinteañera, un secreto que no se atreve todavía a contarle a Nacho. Un plan que incluye, digamos, algunas profundas alteraciones en la vida familiar. Pero Nacho no tiene tiempo para eso ahora. Está tenso y pendiente de que su guionista termine en una semana una versión para mostrarle a la actriz y el tipo, digamos, está atrasado.

Mientras la cosa se resuelve la pareja avanza con un plan de vacaciones que ya tenía armado de antes: se irán unos días en un velero con una pareja de amigos. Ellos son Ramiro (Marco Antonio Caponi), un arquitecto socio de Nacho en algunos emprendimientos inmobiliarios, y su joven pareja Cleo (Zoe Hochbaum), que se suman al recorrido bajo cielos azules y en medio de un bellísimo mar. Y si bien al principio todo parece ir con «viento en popa», de a poco las cosas se complican. Ya se lo habían advertido antes de salir: se avecinan tormentas. Y las tormentas vendrán. Las naturales y meteorológicas pero también de las otras, las personales.

ASFIXIADOS arranca como una comedia con un toque dramático y va girando el peso cada vez más hacia el drama hasta llegar a un punto que cualquier apunte cómico desaparece por completo. Sbaraglia se luce –especialmente en la parte en la que todavía sobrevive cierto humor– como un cineasta narcisista y pedante que vive pensando en sí mismo y calmando sus ansiedades con pastillas y alcohol. Lucía parece tener más los pies en la tierra, pero también es un manojo de miedos e inseguridades. Y lo que en principio será una suerte de juego de coqueteos y seducciones de ambos con la otra pareja pronto pasará a otra cosa, más íntima, en la cual la diferencia entre quienes son y quienes creen o quieren ser queda en evidencia.

La primera mitad de la segunda película de Podcaminsky –experimentado director publicitario– funciona por ciertos carriles simpáticos, hasta amables. Se sienten las tensiones en el ambiente, pero Nacho hace piruetas para mantener el ánimo en alza y otorgarle al asunto algún tipo de chispa. Algo parecido pasa con Cleo, la joven un tanto desprejuiciada que parece seducir a todos sin casi darse cuenta. Pero tanto Lucía como Ramiro son un poco más conscientes de que existen cosas pesadas dando vueltas y nunca parecen terminar de sumarse a la fiesta con la que Nacho sueña. Poco después las cosas empezarán a salirse de eje. Tanto para los personajes como para la película en sí, que pierde el rumbo y no parece volver a encontrarlo más.

Más allá del mar y del barco, ASFIXIADOS podría ser casi una obra teatral con cuatro personajes jugando todas las escenas, remedo del tipo de rodajes acotados que se hicieron durante la pandemia. Y en cierto momento esa «asfixia» que sienten los personajes, por más aire fresco que circule, se transmite a los espectadores, volviendo un tanto agotador el psicodrama matrimonial que, como la tormenta, aparece violentamente y llega a niveles inmanejables. Y así, lo que parecía una pícara y tensa comedia dramática sobre un matrimonio en problemas se convierte en otra cosa muy distinta y mucho menos interesante.