Estrenos online: crítica de “Mi padre” (“Bruiser”), de Miles Warren (Star+)

Estrenos online: crítica de “Mi padre” (“Bruiser”), de Miles Warren (Star+)

Un adolescente de 14 años se ve tironeado entre dos opuestas figuras paternas en este drama que pasó por el Festival de Toronto y estrena Star+. Con Trevante Rhodes y Jalyn Hall.

La masculinidad como herencia violenta, lo que ahora se suele denominar tóxica, es el tema central de MI PADRE (BRUISER, en el original), la opera prima de Warren que debuta en Star+ sin pasar por los cines y tras una buena recepción en el Festival de Toronto. Se trata de un ejemplar cinematográfico efectivo –si bien a esta altura no demasiado novedoso– centrado en cómo cierta tradición de violencia masculina, en este caso en la cultura afroamericana, se convierte en un problema que se extiende a través de generaciones. El de BRUISER es un acercamiento temático que empezó a ser más y más visto a partir del éxito de MOONLIGHT, de Barry Jenkins, título que de algún modo amplió el registro y pasó a cuestionar ciertos códigos violentos en lugar de celebrarlos o “justificarlos”.

El drama se centra en Darious (Jalyn Hall, el niño de TILL), un chico que va a una escuela secundaria pupilo, muy cara, que sus padres pagan haciendo un esfuerzo casi fuera de su alcance. Pero si bien el chico la pasa bien en su escuela rodeado de pares de mucho más dinero y en su mayoría blancos, cuando los demás se van a pasar el verano de vacaciones a los Alpes suizos o lugares similares, él regresa a su más modesto hogar, donde sus padres no están en condiciones de comprarles, dicen, ni una bicicleta nueva.

Las tensiones que siente Darious en su regreso a la ciudad empiezan a hacer mella en la relación que tiene con su padre, Malcolm (Shamier Anderson), un profesional serio y responsable que intenta que el chico se integre socialmente sin causar conflictos pero que no tiene demasiada capacidad de demostrar afecto o cariño. A tal punto es así que, cuando un grupo de chicos blancos de la zona golpean a Darious y él se defiende, su padre en lugar de apoyarlo o consolarlo, lo cuestiona y critica.

Por una de esas cosas que tiene el cine (o los pueblos chicos), Darious se topa a la vera de un lago con Porter (Trevante Rhodes, uno de los protagonistas de MOONLIGHT), un ex combatiente que trabajó en seguridad, un tipo cool y tatuado que vive en un bote y del que se hace amigo. Parece ser lo opuesto a su papá: le enseña a pelear y defenderse por sí mismo, es menos duro y más amable con él, y lo escucha de una manera en la que su siempre ocupado padre no sabe cómo hacer. Malcolm es el proveedor pero Porter funciona como figura paterna adicional. Y cuando se conozcan las historias que unen desde hace muchos años a todo el grupo (a los dos hombres, a la madre y al propio Porter), todo tendrá bastante más sentido. Forzado, sí, pero lógico en términos narrativos. O, al menos, temáticos.

De ahí en adelante se armará una batalla por el corazón y el cariño de este chico de 14 años, que se ve tironeado por ambas figuras de una manera difícil de manejar. Como todo adolescente (especialmente los estadounidenses de las películas), Darious no hace más que poner en acto su confusión llevando todo a extremos de violencia inusitados e innecesarios, algo que crecerá aún más por las tensiones inevitables entre Malcolm y Porter, que no solo se disputan al chico sino que parecen responder a dos modelos masculinos muy diferentes en lo aparente pero bastante cercanos en lo esencial. Uno es proveedor y responsable, y el otro funciona como compinche y compañero, pero a la hora de la verdad los dos tienen, como bien titulaba aquella película David Cronenberg, “una historia de violencia” del pasado que volverán a poner en juego en el presente.

Warren vuelve distintiva la propuesta por sus desafíos formales. Tomando lecciones del propio Jenkins, MI PADRE se construye durante gran parte de su tiempo como un drama calmo, de observación, casi lírico en algunas elecciones visuales y de banda sonora. Si bien es evidente que la violencia llegará tarde o temporano, Warren narra su película sin premura ni intenciones de generar, al menos hasta su tercer acto, grandes dosis de suspenso. A eso se le suma su formato clásico, casi cuadrado (el llamado 4:3), que no solo llama la atención en las plataformas de streaming por la cantidad de banda negra que deja a los costados de la pantalla sino que sirve para escenificar el agobio y la presión que Darious siente ante esas dos figuras que parecen competir por él. En tanto, su más cariñosa y comprensiva madre Monika (Shinelle Azoroh) trata, infructuosamente, de recomponer la telaraña de complicadas relaciones que se quiebran cada vez más y que también ella ayudó a generar.

Si bien durante el tercer acto el director de BRUISER toma algunas decisiones narrativas un poco obtusas –volviendo a los personajes un tanto más prototípicos–, durante gran parte de su desarrollo logra poner al espectador en una situación similar a la de su confundido protagonista, enfrentado a dos modelos de paternidad que tienen diferentes formatos pero que sufren, en lo esencial, del mismo inconveniente: no hacen más que perpetuar distintos modos de relacionarse desde la agresión y a partir de esa idea arcaica de que, al fin y al cabo, la única manera de resolver las cosas es mediante la violencia.