Series: crítica de «Poker Face», de Rian Johnson

Series: crítica de «Poker Face», de Rian Johnson

Mientras se escapa de unos mafiosos, una mujer viaja por los Estados Unidos metiéndose en problemas y resolviendo crímenes a su paso. Con Natasha Lyonne.

Una de los grandes novedades que aportó esto que llamamos «la Edad de Oro de las Series» tuvo que ver con un cambio bastante radical en la forma de entenderlas, de contarlas. Históricamente, las series de TV estadounidense (otro asunto son las telenovelas) tendían a narrarse de modo episódico, con algunos personajes que se sostenían a lo largo de temporadas pero con capítulos por lo general bastante independientes entre sí. Dramas, comedias, policiales, lo que sea: lo habitual era que, más allá de algunas líneas narrativas que se sostenían a través del tiempo, cada episodio era un caso a resolver, un asunto con el que lidiar y muchas veces aparecían actores invitados en ellas. De hecho, uno podía ver episodio fuera de orden y no sucedía nada. Nadie hablaba del «episodio ocho» o «el cuatro» entonces.

Un buen ejemplo de esa transición son LOS SOPRANO. Si uno ve los episodios de las primeras temporadas verá que, por lo general, funcionaban así, abriendo y cerrando un caso en una hora. Pero de a poco, a partir de motivos muy extensos para desarrollarlos acá (resumiendo, diremos que la explosión de los canales de cable por suscripción permitían otro tipo de relación con los espectadores), las series fueron tornándose de más largo aliento, convirtiendo al episodio en la temporada y, muy pronto, toda una serie no sería más que una sola historia desarrollada de principio a fin, más allá de innumerables desvíos narrativos.

Este carácter novelístico sirvió para que las series desarrollaran personajes mucho mejor que antes y pudieran contar historias más complejas y profundas que a veces hasta es difícil para el cine abarcar. Y eso fue transformando el formato y dando pie al giro en consideración del género. Pero toda moda, fenómeno o éxito llega a un punto de saturación, de excesos. Y hoy se hacen cientos de series de largo aliento que pretenden «comprometer» al espectador a ver diez, veinte, sesenta episodios para poder cerrar su historia. Y, convengamos, tantos compromisos juntos no se pueden asumir, no hay tiempo para hacerlo. Además, por cada BREAKING BAD o MAD MEN que ameritan ser seguidos a lo largo de los años, hay muchísimas otras que no tienen esa calidad y que se siguen y se estiran solo porque el mercado lo permite.

Esta larga introducción tiene como objetivo presentar a POKER FACE, la serie creada por Rian Johnson que funciona con el formato de la vieja escuela. Y lo más probable es que, a partir de su éxito en los Estados Unidos (a marzo de 2023 todavía no está anunciada en América Latina), empecemos a ver un regreso a las series episódicas, en las cuáles no es fundamental establecer un largo compromiso de entrada. Lo curioso es que la serie es tan buena que uno igualmente termina dándose una comilona de episodios seguidos. Pero no porque se desea seguir avanzando en la trama sino, simplemente, porque es muy divertida, graciosa e inteligente.

Johnson ha dicho que POKER FACE es su homenaje a muchas series de los años ’70 tipo COLUMBO, aquel policial de los ’70 con Peter Falk como un detective medio curioso que resolvía casos semana a semana. Esto es así en términos narrativos, ya que funciona dentro del formato de intriga policial. Pero yo la veo, quizás por una cuestión generacional, igual o más conectada con EL INCREIBLE HULK, B.J, o similares series de mi infancia (de la segunda mitad de los ’70 y principios de los ’80), en las cuales un personaje iba recorriendo los Estados Unidos, por lo general escapándose de algo y metiéndose en problemas y resolviendo crímenes al andar.

Aquí la protagonista es Natasha Lyonne, también una de las productoras de la serie. La peculiar actriz de MUÑECA RUSA interpreta a Charlie Cale, a la que conocemos mientras trabaja como camarera en un casino de Las Vegas. Charlie tiene un particular talento: es una suerte de «detector de mentiras» humano. De algún modo, por la forma de hablar o los movimientos oculares de sus interlocutores, puede darse cuenta, físicamente, que alguien está mintiendo. Y esa cualidad la meterá en problemas pero también es la que termina salvándola de muchos otros.

La acción comienza en el primer episodio cuando su amiga Natalie (Dascha Polanco, que trabajó con Lyonne en ORANGE IS THE NEW BLACK) es asesinada en medio de un plan en el que están liados el manager del casino (Adrien Brody) y su jefe de seguridad (Benjamin Bratt). Con su talento para detectar mentiras, Charlie resuelve lo que sucedió y eso la obliga a huir del lugar. Y de allí en adelante se irá escapando, viviendo on the road, parando en distintos lugares del país en los que siempre le tocará enfrentarse con alguna situación criminal compleja que ella logra resolver con una mezcla de astucia, inteligencia y su «arma secreta» como detectora de mentiras, la que no siempre es tan utilizada como parece que será de entrada.

Si bien Johnson nos hace recordar, cada tanto, que la están persiguiendo (y sobre el final algo pasará con eso), la serie funciona en modo caso por caso. Y todos ellos tienen una similar estructura de montaje. Primero se nos presenta el caso, el plan y el crimen cometido –generalmente por más de una persona–, luego se hace un flashback (tan sutil a veces que ni se nota) que nos permite ver que Charlie ya estaba en ese lugar previamente y de ahí en adelante vamos viendo cómo ella descubre y resuelve el asunto, metiéndose en problemas y corriendo varios peligros. Por lo general, además, todo se resuelve en el último minuto o dos de cada episodio.

El formato episódico lleva a que la serie tenga muchas estrellas invitadas (Nick Nolte, Chloë Sevigny, Ron Perlman, Joseph Gordon-Levitt, las nominadas al Oscar Hong Chau y Stephanie Hsu, Tim Blake Nelson y Ellen Barkin, entre muchos otros) que así como llegan se van. Y si bien las similitudes entre los crímenes son llamativas (parte del chiste de la serie es que su verosímil es bastante generoso) cada episodio apuesta a entornos y casi subgéneros distintos, de un drama entre veteranos actores de teatro a otro más cómico ligado a dos hoy jubiladas militantes de los años ’70 pasando por la rivalidad entre dos corredores de autos a los problemas de una banda punk que no logra componer un éxito duradero. En cada caso, sí o sí, hay un crimen. Y allí siempre está, como llamada por el destino, Charlie para resolverlo.

Lo que funciona muy bien en POKER FACE no solo son las intrincadas tramas creadas por Johnson y su equipo, sino el tono lúdico con el que la historia avanza, un poco a la manera de los homenajes setentosos que también hacen Quentin Tarantino o el británico Edgar Wright, colegas de similar enciclopédico conocimiento de la historia del cine y la TV. Lyonne tiene, además, una presencia y una forma de actuar muy personales que rápidamente la tornan querible y simpática. Y verla meterse de un modo que parece inocente en casos complicados y luego resolverlos funciona muy bien, por más reiterativo que sea el formato.

Como en toda serie episódica hay capítulos que son mejores que otros, pero el nivel por lo general es muy bueno. Johnson es un especialista en esto de crear tramas intrincadas y llenas de detalles precisos –algo ya demostrado en películas como BRICK, LOOPER y las dos KNIVES OUT— además de ser alguien que conoce al dedillo los formatos y géneros clásicos, homenajeándolos a su manera. Y la serie va jugando con eso, mezclando elementos reconocibles de otras películas o series de TV (además de citas concretas) y a la vez agregándole toques muy propios. Se ve, además, extraordinariamente bien.

Creo que POKER FACE es un producto mucho más redondo que la saga KNIVES OUT. Si bien son bastante similares (un detective un tanto raro resuelve allí también casos difíciles uniendo pistas de un modo inusual), me parece que este tipo de formato funciona mejor en la TV que en el cine, hay algo más natural en este medio para producir relatos policiales de intriga y misterio de, digamos, «baja densidad». Hay algo cercano al cuento que tienen estos 50-60 minutos por episodio que funciona a la perfección en la llamada pantalla chica pero que resulta un tanto intrascendente en la más grande, especialmente como proyecto a largo plazo.

Mi impresión es que Johnson es lo suficientemente talentoso para hacer cosas más ambiciosas y complejas en cine que una película cada dos o tres años sobre un detective que resuelve un caso, como parecen ser sus planes. En televisión es exactamente lo contrario: casi un envase perfecto para el juego, la experimentación y la diversión. Algo que en los últimos años parecía haber desaparecido del medio. POKER FACE no es necesariamente profunda, no es para nada compleja, ni exigente. Es, sí, muy entretenida, inteligente y entiende también que el espectador, cuando mira la TV, a veces solo quiere pasar un buen rato y nada más. Los que crecimos viendo series KUNG FU o MAGNUM, agradecidos.