BAFICI 2023: crítica de «El santo», de Juan Agustín Carbonere (Competencia Internacional)
Esta opera prima argentina sigue las experiencias de Rubén, un curandero de barrio que se convierte en un personaje famoso y popular. Con Roberto Suárez, Claudio Da Passano y Elisa Carricajo.
Todo barrio popular, toda ciudad de provincia, cree en alguna persona que tiene, sino poderes, la capacidad de ayudar, curar y sanar a la gente. El caso de Rubén (Roberto Suárez) va por ese lado. Usando métodos no del todo tradicionales y más bien un poco extravagantes (al verlos los descubrirán), este fumador empedernido que parece vivir y trabajar al fondo de una galería, recibe gente cotidianamente a la que ayuda con sus inconvenientes físicos –en la mayoría de los casos– pero también emocionales o hasta laborales. Curandero, brujo, santo. Difícil definir qué es y qué hace, si es que hace algo. Lo cierto es que la gente cree en él… cada vez más.
Un hecho concreto –un niño llamado Benjamín al que, en apariencia, le salva la vida– empieza a transformar a Rubén en una figura más y más popular, de alcance nacional. Cada vez más gente lo sigue, lo va a ver y pronto empieza a correr la idea de que hasta podría conducir un programa de televisión. EL SANTO no es, de todos modos, la narración de ese recorrido, sino que pone al espectador en la situación de compartir esa experiencia con un hombre huraño, misterioso y que habla poco que se ve llevado a un tipo de show con el que no se siente necesariamente cómodo. Pero tanto el chico como su madre (Elisa Carricajo) y su ayudante (el tristemente fallecido Claudio De Passano) lo ponen ante algunas encrucijadas, de esas en las que el show se va volviendo más importante que el «trabajo» en sí.
EL SANTO no parodia a este tipo de personajes. De hecho, hasta se puede decir que es una película respetuosa de este tipo de tradiciones y personas. De lo que sí descree más –y allí empieza a pesar más el conflicto dramático– es de los shows que se montan ante el surgimiento de este tipo de fenómenos, en donde la cura en sí es secundaria al dinero, a la fama, al negocio y a la exposición. Rubén no vive del todo bien el propio fenómeno que genera –por momentos se sube al carro, si se quiere, triunfalista, aunque sigue siendo en todo momento un personaje oscuro– pero en algún punto muchos dependen de él y se ve forzado a seguir.
Si bien sigue un formato narrativo bastante clásico, la película de Carbonere tiene un tono bajo, apocado, un tanto extraño y hasta siniestro, bastante alejado –al menos en su primera mitad– de lo que una película más convencional y, si se quiere, «hollywoodense» podría hacer con un guión similar. En su segunda parte se vuelve, sí, un poco más clásica en cuanto a estructura, pero la potencia del relato y de los extravagantes personajes que la atraviesan siguen sosteniendo el drama más allá de la utilización allí de algunos recursos un tanto más convencionales.
Una opera prima con una voz propia y una estética personal, EL SANTO es una película inquietante e inteligente que se atreve a ir un poco más allá de la burla o la simple acumulación narrativa de la vida de su protagonista para tratar de husmear un poco más en su psiquis y, a partir de eso, en la de todos aquellos que precisan o necesitan a personajes de este tipo en sus vidas.