Estrenos online: crítica de «Rye Lane, un amor inesperado», de Raine Allen-Miller (Star+)

Estrenos online: crítica de «Rye Lane, un amor inesperado», de Raine Allen-Miller (Star+)

Esta simpática y vivaz comedia romántica se centra en dos jóvenes recién separados que se conectan mientras caminan por un barrio del sur de Londres. En Star+.

Clásica y moderna. De ese modo un tanto obvio se podría definir una película que, por un lado, es muy tradicional y, por el otro, no. O no tanto. Presentada con éxito en el Festival de Sundance y distribuida por Searchlight (sello hoy dependiente de Disney), RYE LANE tiene todos los condimentos de la comedia romántica clásica tal como se entiende desde el principio de los tiempos. Pero en su forma y en el tipo de personajes que la protagonizan se trata de una película bastante distinta, una que casi choca con la otra. Y si bien la combinación es un tanto rara, en buena medida funciona y lo hace sorprendentemente bien.

Todo empieza en un baño de un evento. David Jonsson (el distante y un tanto engreído agente de INDUSTRY) interpreta aquí un rol muy distinto al de aquella serie. Es Dom, un joven melancólico que está sentado sobre un inodoro de dicho baño llorando por un amor perdido. Yas (Vivian Oparah), una chica bastante más simpática y extrovertida, lo escucha y trata de alentarlo. No se ven ahí, pero vuelven a encontrarse luego en la inauguración en la que ambos están, comienzan a hablar y conectan. En principio, a partir de sus muy distintas historias. Y luego, bueno, ya imaginarán…

Dom ha sido dejado por su novia de muchos años de una manera bastante despiadada y el pobre hombre se ha vuelto a vivir con sus padres. Esa misma tarde tiene una reunión con su ex para darle un final más adecuado a la historia. Pero Yas se da cuenta que Dom será de algún modo usado por ella y decide ayudarlo. La historia de Yas aparenta ser distinta. También viene de una separación, pero es ella la que dio el portazo dejando a su pretencioso y narcisista novio, también artista. Ambos conectan a partir de sus historias y pasan buena parte del día caminando por la calle que da título al film, entre otras, conversando y ocupándose de ese asunto y de otros que aparecerán luego.

Una historia sobre dos recién separados que conectan desde allí, proponen ayudarse a resolver sus respectivos problemas y terminan enganchándose entre sí no suena para nada original. Es casi la matriz de un tercio de las comedias románticas. Pero Raine Allen-Miller propone algo distinto a lo que, en otras manos, sería un remedo afrodescendiente de ANTES DEL AMANECER. Su película es, en paralelo, un retrato del barrio de Peckham, en el sur de Londres, en el que ambos viven y recorren. A partir de sus idas y vueltas por Rye Lane –arteria principal de ese barrio–, la película va husmeando en ese colorido y multiétnico sector de la ciudad, muy distinto de los clásicos paisajes de la capital británica.

A ese retrato barrial y social lleno de personajes curiosos –la película tiene algo de la serie SMALL AXE, de Steve McQueen, a quien de hecho se menciona elogiosamente en un momento–, la realizadora le suma una serie de experimentos visuales ligados a la fotografía, al diseño de producción, al movimiento de cámara, a ciertos flashbacks un tanto surrealistas y a una puesta en escena un tanto sobrecargada que poco tiene que ver con el modo convencional de manejar este tipo de historias. Se nota, sí, que estamos ante una primera película en la que un realizador –en este caso, una realizadora– quiere probar cosas y lanzar ideas a ver si funcionan. No todas lo hacen (muchas, de hecho, distraen más de lo necesario), pero le dan a la película un espíritu moderno y una frescura que la saca de lo previsible para este tipo de género.

La película avanza, narrativamente hablando, usando casi todos los códigos preestablecidos por la tradición, pero lo que la va haciendo ágil, ligera, graciosa y diferente, además de la rara química entre la intensa Yas y el timorato Dom, es la manera en la que Allen-Miller pone la mirada en el contexto, en lo que los rodea, en captar el clima del lugar, con sus vecinos, sus bares, sus fiestas, sus casas y rutinas. Por momentos la forma de mostrar a los personajes secundarios bordea lo caricaturesco, pero la propia propuesta es un tanto excesiva, llena de colores chirriantes y gestos ampulosos, movimientos de cámara caprichosos y escenas casi bizarras, por lo que casi nada queda fuera de lugar. Ni siquiera un curioso cameo de, bueno, ya verán…

En cierto sentido, la película conecta con las primeras obras de Spike Lee que retrataban su barrio de Brooklyn con una similar combinación de color, energía y decisiones formales tan intuitivas como inesperadas. RYE LANE no tiene el costado social del cine del director estadounidense, pero Allen-Miller posee una mirada y una personalidad detrás de las cámaras que vale la pena seguir observando. Su película es una muy simpática y tierna historia de amor que, además, permite descubrir a una realizadora que, cuando module un poco más su necesidad de tirar cien ideas audiovisuales por minuto a ver cuál funciona, será una cineasta a tener muy en cuenta. De hecho, con esta especie de «presentación en sociedad», ya lo es.



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