Series: reseña de «Atracción fatal – Episodios 1/4», de Alexandra Cunningham y Kevin J. Hynes (Paramount+)

Series: reseña de «Atracción fatal – Episodios 1/4», de Alexandra Cunningham y Kevin J. Hynes (Paramount+)

Esta serie reconfigura la trama de la clásica película de Adrian Lyne de 1987 en la que se narra un intenso affaire amoroso entre un hombre casado y una mujer emocionalmente inestable. Con Joshua Jackson, Lizzy Caplan y Amanda Peet. Por Paramount+ desde el lunes 1 de mayo.

Hay un conejo, pero no en la misma situación que tuvo que atravesar, pobre, en ATRACCION FATAL, la película de Adrian Lyne de 1987. Los personajes tienen los mismos nombres, pero sus vidas son bastante distintas. Algunas cosas se han mantenido –quizás como auto-homenaje de parte de James Dearden, el guionista de la película que colabora en la serie–, pero el concepto general ha cambiado y mucho. Si la película ya era algo incómoda y hasta políticamente incorrecta entonces ahora sería directamente explosiva. Ya nadie hace thrillers eróticos –o casi nadie– y ponerse del lado del «hombre blanco adulto» en una disputa con una «mujer histérica» es medio imposible hasta de pensar en el Hollywood de estos tiempos. Entonces, ¿cómo se filma una serie sobre ATRACCION FATAL?

Uno puede imaginarse a los equipos de productores y guionistas lidiando con ese problema. Alguien compra los derechos y, en esta época de mil series corriendo en paralelo en veinte plataformas, ¿quién no quiere tener un título que la gente conozca como es FATAL ATTRACTION? Si estrenan una serie basada en DEAD RINGERS (PACTO DE SANGRE), que se apoya en un film mucho menos conocido y más de culto de la misma época, ¿cómo no hacer una sobre la película de la que todo el mundo hablaba entonces? La pregunta es cómo. Y viendo los primeros cuatro episodios de la serie uno puede suponer dos cosas. Una: que costó mucho trabajo. Dos: que se agradece el esfuerzo pero no es del todo evidente que haya valido la pena.

Dicho esto, ATRACCION FATAL no es una mala serie, solo una que no sabe muy bien para dónde correr. De entrada plantea eliminar el suspenso principal de la película (SPOILER ALERT PARA LOS QUE NO VIERON LA PELICULA NI SABEN QUE SUCEDE ALLI) y arranca en un presente en el que Dan Gallagher (Joshua Jackson, en el papel que hacía Michael Douglas en el film original), tras estar 15 años en la cárcel, admite estar arrepentido de haber matado a Alex Forrest (Lizzy Caplan en el papel que consagró a Glenn Close) y logra que lo dejen salir en libertad condicional. Su hija Ellen (Alyssa Jirrels) ya es veinteañera y su esposa hace tiempo que está en pareja con otra persona. Y él, a su manera, se embarca en un par de misiones. Una de ellas es conseguir trabajo. ¿La otra? Encontrar al culpable de la muerte de Alex.

¿Cómo? ¿No era que la mató él? Bueno, no. O no exactamente. Dan le dice a su hija y a su amigo investigador que admitió ser el culpable porque era el mejor acuerdo carcelario posible, pero él sabe que el culpable de la muerte de Alex es otra persona. Solo que no tiene idea quién. Esa excusa, en cierto modo, es la que permite volver hacia atrás quince años (sería algo así como 2008) y contar algo más o menos parecido a la trama de la película. Dicho de otro modo: la serie de ATRACCION FATAL es un poco secuela del film y otro poco no lo es. Llamémoslo: relectura.

En el pasado vemos que Dan es un exitoso abogado que espera ser elegido como juez en Los Angeles. Casado con Beth (Amanda Peet), con la que tienen una hija entonces pequeña, el tipo se choca con la noticia que no será tenido en cuenta, por motivos políticos, para el nuevo cargo. En paralelo, Alex trabaja ayudando a víctimas de situaciones violentas (sí, lo sé, parece una broma pero no lo es) y se cruza en juzgados con Dan. La frustración de él y el interés de ella los llevan a tener el conocido affaire de fin de semana que, Dan supone, quedará solo en eso y durará el tiempo en el que su familia está de viaje. Pero ella tiene otras ideas. U otra forma de entender la relación. Y no habrá coincidencia.

La serie va y viene, a veces de un modo un tanto confuso, del presente al pasado, aunque al menos en sus primeros episodios lo que más vemos es el pasado. En la actualidad, en tanto, la cuestión pasa por los intentos de Dan de reencauzar la relación con su hija, que no sabe muy bien cómo lidiar con él (va a terapia y habla de Jung) y si creerle o no esto de que en realidad no mató a nadie. Y, de a poco, se va incrementando la investigación acerca de quién pudo haber sido el verdadero asesino… si es que es verdad que fue otro.

En las escenas del pasado, ante la idea un tanto banal de reciclar y repetir los beats de la historia original, los guionistas se las ingeniaron para armar un dispositivo bastante inteligente. En los primeros dos episodios veremos buena parte del affaire desde el punto de vista de Dan pero en el tercero se nos volverá a contar lo mismo –en parte al menos, complementado con otras escenas– desde la mirada de Alex. Sí, más o menos como la serie THE AFFAIR. Ya para el cuarto episodio el punto de vista pasará a ser el de Beth y otros elementos nuevos se irán agregando a la trama.

De una manera trabajosa, la serie logra evitar ser repetitiva y copiar la película. Lo que se pierde allí en realidad ya estaba perdido de entrada. Las sorpresas narrativas del film ya no son sorpresas y hasta es «políticamente incorrecto» mostrarlas como entonces, en plan «pobre hombre, ¡mirá la loca con la que se fue a enganchar!». Lo que han hecho en la serie, entonces, es quitarle buena parte de la tensión y el erotismo transformando todo en un estudio un tanto más elaborado sobre las relaciones de poder entre los sexos. La elección podrá ser más adulta e inteligente, sin dudas, pero a la vez es un tanto más aburrida.

De todas maneras, la serie no funciona como un «arrepentimiento» de lo que se contaba en la película, no intenta ser un correctivo a lo narrado entonces. De hecho, Alex sigue siendo bastante maquiavélica, perversa y muy complicada, solo que hay más elementos dados para entenderla. Y Dan se vuelve un tanto más siniestro de lo que era entonces. A la vez, al hacer crecer a los personajes secundarios (fundamentalmente a la esposa, que en la película encarnaba Anne Archer), la serie se hace cargo de las consecuencias de esa «atracción fatal» en los demás, el famoso «daño colateral».

Se trata de una serie que lidia de un modo incómodo con su lugar en el mundo. No quiere ser mojigata ni excesivamente pacata pero en muchas elecciones (lo que se muestra y no se muestra, sin ir más lejos) lo es. No busca el shock en el espectador del modo en el que lo hacía Lyne, un especialista casi trash en la materia, pero tampoco quiere ser excesivamente moralista ni caer en un feminismo de manual. Es una línea muy fina la que tienen que manejar sus creadores y en general, al menos temáticamente, lo hacen bien. Lo que no logran es que la serie sea tan divertida y shockeante como lo fue, en su momento, la película.