Series: reseña de «Succession Ep. 4.4: Honeymoon States», de Jesse Armstrong y Lorene Scafaria (HBO, HBO Max)
Los hijos, familiares, amigos y allegados lidian y tratan de acomodarse en el negocio– con la sorpresiva muerte que tuvo lugar en el pasado episodio. Crítica CON SPOILERS.
SPOILERS del Episodio 4.4
Después del drama llega la comedia. O, dicho de otro modo, después del dolor llegan los intereses, los cálculos, las maquinaciones. No ha pasado un día, en la ficción, de la muerte de Logan Roy cuando todo el mundo que lo rodeaba está urdiendo y pensando cómo colocarse y reubicarse en el futuro de la empresa. Parece un tema relativamente menor ya que a Waystar RoyCo le queda poca vida como empresa independiente en función de la que parece ser su inminente venta. Pero en la realidad no se sabe. Los acuerdos no están firmados y todo puede pasar. Así que lo mejor es colocarse cerca de los que tienen poder o pueden llegar a conseguirlo.
Y la comedia de la conveniencia está presente en la casa de Logan cuando se empiezan a reunir todos los personajes y la farsa sale a la luz. Están los principales –los tres, bueno, cuatro hijos; los tres «laderos» de Logan, los encargados de prensa, la dupla de Tom & Greg–, pero también esposas, parejas y ex parejas, socios, amigos, políticos y esa gente que se considera cercana pero que, como Roman dice con su habitual franqueza, su padre ni siquiera conocía de nombre («His two best friends: What’s-His-Face and Get-That-Fucker-Away-From-Me»). Y no habrá nadie allí que no quiera sacar una tajada, «arrimar el bochín» como dirían los más veteranos.
La inesperada sorpresa es que Logan dejó un papel. ¿Un testamento? No exactamente. Un papel escrito y marcado con lápiz en el que expresa algunos deseos en caso de su muerte. No se sabe cuando lo escribió y no tiene una real validez legal, pero su board lo hace circular entre los íntimos y allí aparece el gran misterio: Roy dice que quiere que Kendall sea su sucesor. Pero, ¿es realmente así? Primero porque no se sabe si eso lo escribió antes de su larga lista de peleas que tuvieron lugar en los últimos años. Y segundo porque el nombre de Ken está tachado con un lápiz. ¿O subrayado? Ninguno parece tenerlo muy en claro pero es una diferencia fundamental, decisiva.
El «papel» en cuestión sirve como hilo conductor para el juego de ajedrez. La ex esposa de Logan, Marcia (Hiam Abbas), regresará para reclamar sus posesiones y su peso en el grupo, vendiéndole la casa a Connor y a Willa, que ya quiere hacerle cambios. Kerry intentará reclamar sus cosas y su cercanía con el difunto («teníamos planes»), pero será expulsada del lugar. Tom buscará que alguien lo escuche mientras repite «estoy para ayudar» y nadie parece dispuesto a hacerlo. Y Greg hará esas cosas que hace Greg. Pero el centro pasará por la decisión de Ken, acompañado por Roman, de tomar el control de la compañía dejando afuera a Shiv. Le aseguran que es solo una formalidad para los mercados y que los tres trabajarán codo a codo, pero es evidente que a ella no le gusta nada el asunto.
A falta de otras novedades importantes (¿?), Shiv guarda un secreto que se tira casi al pasar al principio del episodio y luego no sale a la luz hasta que la mujer se tropieza, se cae y todos contenemos la respiración: está embarazada. Al parecer ni Tom lo sabe, pero es claro que en algún momento ese hecho tendrá un peso en el futuro de la pareja, por un lado, y en su carrera inminente. ¿Cuál será? Difícil saberlo. Todas las puertas están abiertas en esta temporada de SUCCESSION y cualquier cosa puede suceder.
Kendall parece querer hacer lo imposible para mantener la armonía familiar pero, finalmente, quizás la palabra clave allí sea «parece». No es del todo claro. Y lo mismo pasa con Roman, quien luego del sufrimiento desconsolado del episodio anterior ya está ironizando sobre todo y todos como si nada hubiera pasado (su traducción a la realidad de los comentarios de la prensa sobre su padre son extraordinarios y hasta sus hermanos se prenden en la broma). Pero el confuso (¿ex profeso?) papel dejado por el padre logra su cometido: empieza a sembrar dudas entre los hermanos y a dar la sensación de que, pese a la unión momentánea, todo puede volver a parecerse a la guerra previa.
De algún modo, aún en la muerte, Logan Roy sigue dirigiendo los destinos de sus hijos, enfrentándolos y confundiéndolos. Si ese nombre está tachado o subrayado, como queda en cruenta evidencia hacia el final del episodio –cuando Kendall empieza a liberar su versión de la monstruosidad de su padre–, acaso esa sea la gran pregunta shakespeareana que le queda a esta serie por contestar. Aquello de «ser o no ser» ya quedó viejo…