Cannes 2023: crítica de «Anatomy of a Fall», de Justine Triet (Competencia)
Un hombre muere al caerse del altillo de una casa. ¿Fue suicidio o su esposa tuvo algo que ver con lo que pasó? Este drama judicial con Sandra Hüller investiga en las complejidades de la vida matrimonial para intentar esclarecer el caso.
Hay dos películas en una compitiendo entre sí en ANATOMIA DE UNA CAIDA. Una es algo así como un drama judicial que trata de dilucidar si una muerte fue un suicidio, el producto de un accidente doméstico o directamente un crimen. La otra es una suerte de «enjuiciamiento» a la institución matrimonial y a lo que la vida en común, la convivencia y las distintas personalidades y recorridos de cada uno de los miembros de una pareja van generando en ellos. La primera, no es muy interesante. La segunda es mucho más provocativa, pero llega quizás un poco tarde en este film de dos horas y media de la directora de SYBIL.
Se trata de un film que trabaja muchos temas inquietantes y fuertes pero que lo hace de una manera un tanto expansiva, teatral y por momentos hasta discursiva, más como un racconto a posteriori (las verdades de esa familia se van develando en el juicio y con los recursos dramáticos que funcionan en esas situaciones) que como algo que se vivencia en tiempo presente. Y esa falta de sutileza limita la potencia emocional de una película en la que la mayor parte de las cosas no se sienten sino que se dicen y hasta se gritan.
Todo empieza cuando Sandra (Sandra Hüller, que protagoniza también THE ZONE OF INTEREST), una famosa escritora alemana radicada en Grenoble, Francia, tiene que interrumpir una entrevista que está dando en su coqueta cabaña porque su marido, Samuel (Samuel Theis), desde el altillo, pone la música a un volumen altísimo. La periodista se va y poco después su pequeño hijo Daniel (Milo Machado Graner), que es prácticamente ciego, sale a dar una vuelta con su impresionante perro guardián, que es otro personaje central de la película. Cuando el niño vuelve se da cuenta (bah, el perro lo nota primero) que Samuel está tirado en el piso, ensangrentado y probablemente muerto. El niño llama a su madre, que se despierta al parecer de una siesta, baja y se topa con la terrible noticia. ¿Se topa, realmente?
Como bien lo dice el título en su significado más literal, de eso irá buena parte de ANATOMY OF A FALL. La policía investiga y mucho no les convence que una caída de una altura de menos de tres pisos sobre la nieve haya generado ese hueco que tiene en el craneo y su posterior muerte. Todo parece indicar que se golpeó con un techo que interrumpió su caída, pero faltan datos y evidencias que lo confirmen. Es por esas dudas que la madre es detenida por la policía y, en un momento, llevada a juicio.
Allí se inician una serie de enfrentamientos verbales entre abogados defensores, fiscales y jueces que se pelean e interrumpen como en una pieza teatral. Hay dos potenciales evidencias que aparecerán. Una es una grabación en audio que hizo Samuel de una fuerte pelea matrimonial que tuvieron poco antes de su muerte. Y la otra es el testimonio del niño, testigo de los últimos años de la historia de esa familia, que incluye el traumático accidente que lo dejó al borde de la ceguera. La del pequeño Daniel es una situación complicada, casi afín a elegir a quién quiere más, si a su madre o a su padre.
Tras el accidente y el inicio de la investigación en sí (el caso tiene bastantes puntos en común con el de la serie THE STAIRCASE), Triet ya va a testimonios frente a abogados y de allí a la corte. El momento «épico», si se quiere, el que hará que la película pegue un fuerte volantazo, es el audio de esa discusión. Que no prueba nada en términos de evidencia concreta, pero se ve y se escucha (Triet la escenifica) como una crónica de la disolución de pareja más fuerte que la de ESCENAS DE LA VIDA CONYUGAL, de Ingmar Bergman. Allí, Sandra y Samuel se dicen de todo, se echan en cara un paquete de conflictos y traumas XL con los que un terapeuta y su familia podrían comer unos cuantos años.
¿Hay culpables e inocentes en esos casos? ¿O distintas graduaciones en una escala de codependencia? Acá puede haber responsables de una de las caídas, pero no de la otra. Pero ambas importan al fin y al cabo. Y Triet lo sabe. Y Daniel, el hijo que parece tener el botón para apretar la decisiva bomba nuclear, también. Este drama judicial toca un nervio importante pero lo hace de una manera un tanto machacona y redundante. Después de dos horas y media de pirotecnia verbal entre marido, mujer, abogados y hasta la prensa –que se mete y opina– uno entiende porque los psicólogos atienden solo una hora por sesión.
La directora y guionista JUSTINE TRIET(n.1978) se tira a la pileta con un drama judicial que a lo largo de dos horas y media mantiene la tensión suficiente para que el espectador lo siga con interés.
En el inicio en un lugar de GRENOBLE, al noroeste de Francia, una escritora alemana que se llama SANDRA (la muy buena actriz SANDRA HÜLLER) está reunida en una hermosa cabaña con una estudiante de la universidad pero esa reunión se interrumpe porque el marido de ella SAMUEL escucha música cada vez más fuerte incomodando a ambas mujeres. Sigue luego le escena con la presencia de DANIEL (el niño MILO MACHADO GRANER, toda una revelación) que es no vidente y saca a pasear a su perro. Cuando vuelve a la casa encuentra a su padre muerto y la pregunta que se instala es si hubo un asesinato o se trata de un suicidio.
A partir de allí se desarrolla un policial judicial donde queda claro que la apariencia de verdad es más importante que la verdad y las creencias y conjeturas parecen ser más importantes que las pruebas.
La directora, de manera inteligente, no se queda en la trama judicial sino que trata de desarrollar cómo fue la vida e de ese matrimonio con sus luces y sus sombras y allí aparece lo más interesante y novedoso en esta buena película, algo sobrevalorada por la crítica (7/10)