Cannes 2023: crítica de «Cerrar los ojos», de Víctor Erice (Premieres)

Cannes 2023: crítica de «Cerrar los ojos», de Víctor Erice (Premieres)

por - cine, Críticas, Festivales
23 May, 2023 06:44 | Sin comentarios

El film que marca el regreso al largometraje del director de «El sol del membrillo», a 31 años de esa película, se centra en un actor que desaparece, misteriosamente, mientras rueda una película en los años ’90. Veinte años después, a partir de un programa de TV, intentan volver a buscarlo y encontrarlo.

No existen milagros en el cine desde la muerte de Dreyer”, dice uno de los coprotagonistas de CERRAR LOS OJOS, un viejo cinéfilo y coleccionista de fílmicos, amigo del protagonista, Miguel Garay (Manolo Solo), un director de cine que abandonó la profesión a principios de los años ‘90 cuando el protagonista de su película desapareció en medio de un rodaje suyo para no regresar jamás. Para Miguel fue un impacto: con una carrera promisoria y en ascenso, él también lo dejó todo, se alejó de la industria y se dedicó a escribir, a pescar y a otros menesteres alejados del ambiente. Cualquier contacto con la realidad quizás no sea del todo casual. El director de CERRAR LOS OJOS no es otro que Víctor Erice, el a esta altura legendario realizador español de EL ESPIRITU DE LA COLMENA y EL SOL DEL MEMBRILLO, quien desde aquella película de 1992 no ha vuelto a filmar un largometraje. Hasta hoy. Quizás los milagros en el cine sí existen después de todo.

El film que marca su regreso al cine tiene bastante que ver con su cine anterior pero también es más auto-reflexivo y, paralelamente, un tanto más clásico y tradicional. De hecho, si uno ve los primeros 20 minutos podría hasta dudar si está viendo o no una película suya. Pero luego se entenderán los motivos. Ese inicio es una larga escena de diálogo, bastante teatral desde lo formal, en la que un multimillonario le pide a un hombre necesitado de dinero (José Coronado), que busque a su hija, que desapareció hace años y que se supone que está en Shanghai y usando otro nombre. Aquí también hay ecos de la vida y la carrera de Erice, ya que la escena parece conectar con la frustrada adaptación que el director español iba a hacer de la novela EL EMBRUJO DE SHANGHAI, de Juan Marsé.

Pero eso que vimos, en realidad, es una película dentro de la película, la que estaba filmando Miguel en los ‘90. El problema es que ese rodaje se cortó abruptamente cuando el actor, Julio Arenas (Coronado), desapareció de la filmación, de su casa, de su vida y nunca nadie lo volvió a ver. Jamás. La historia se retoma en 2012 cuando Miguel es llamado a participar en un programa de televisión titulado “Casos sin resolver” que se dedicará a contar la misteriosa desaparición de Arenas. Miguel es entrevistado por la conductora, ella convoca a muchas otras personas que conocieron al actor y hasta a su hija Ana (Ana Torrent, la actriz de EL ESPIRITU DE LA COLMENA, en otro easter egg, si se puede llamar así acá, de la película), pero ella se niega a participar.

La movida para contar la historia de Julio afecta claramente a Miguel y le hace revivir sus propias decisiones y conflictos. Tiempo después (en el medio hay una larga escena con Soledad Villamil, en la que la actriz argentina de esta coproducción, también canta, y luego habrá algunos tangos más) el programa es emitido por la tele y, como suele suceder en estos casos, empiezan a llegar reportes de gente que cree haber visto a Arenas o a alguien muy parecido. Uno de esos llamados parece más convincente que otros. Y hacia ese destino saldrá Miguel, a tratar de descubrir si esa persona es o no el actor y amigo que desapareció de su vida veinte años atrás. Contar más sería entrar en un terreno de spoilers, pero de allí en adelante comienza casi otra película, más centrada en la relación entre el cineasta y este hombre que puede o no ser aquel y que tiene sus propios problemas con los que lidiar.

En esta película de casi tres horas Erice aprovecha para hablar de las conexiones entre el cine y la (des)memoria, del paso del tiempo y los cambios de vida, de la relación entre padres e hijos y, sobre todo, de la amistad. La que existía (o existe) entre Miguel y Julio, la que Miguel tiene con sus queribles vecinos, de la que genera con Ana, la hija del actor. Pese a ser un hombre solitario, son esas conexiones humanas las que sostienen a Miguel, pero también a las personas con las que se encuentra, sean o no quienes podrían ser.

En CERRAR LOS OJOS se habla de la memoria pero también del olvido, dos caras de una misma moneda. Y de la identidad, ese misterio inasible que puede permanecer aún cuando todo lo demás se esfuma, desaparece. El cine, claro, es referencia y sostén, pero también lo son –y acaso más– las relaciones humanas: una monja, una enfermera, un asistente social, amigos, vecinos, una actriz de una película tuya de hace 50 años y hasta un perro te pueden acompañar por la vida cuando, para todos los demás, te has convertido en un episodio de un programa de misterio de la televisión.