Cannes 2023: crítica de «Eureka», de Lisandro Alonso (Premieres)

Cannes 2023: crítica de «Eureka», de Lisandro Alonso (Premieres)

por - cine, Críticas, Festivales
19 May, 2023 09:38 | Sin comentarios

Esta ambiciosa película del realizador argentino se divide en tres partes pero transcurre en su mayoría en una reservación indígena de los Estados Unidos. En la sección Premieres.

El desafío más grande en la carrera del director de LOS MUERTOS y LIVERPOOL, a nueve años de JAUJA, su último film, es un ambicioso pero a la vez minimalista retrato de la vida en una reservación indígena de Dakota del Sur contado a través de las historias de una madre y su hija. Pero Alonso no se contenta con contar ese extraordinario cuento sino que lo envuelve en un marco más grande, que de algún modo lleva a pensar en las repercusiones y los paralelos de ese tipo de vidas en otros ámbitos. EUREKA es, en cierto modo, tres películas en una, que se conectan y que amplían sus sentidos, aunque no necesariamente se necesitan unas a otras.

La primera de esas películas se extiende poco más de media hora de los 140 minutos que dura el film. Y es, literalmente, la llamada «movie within a movie». En blanco y negro y en un formato cuadrado con reminiscencias de JAUJA, Alonso hace acá un western en un estilo si se quiere irreverente que es más original y ambicioso, dentro de su particular búsqueda arty, que lo que intentó hacer Pedro Almodóvar en la suya. Viggo Mortensen encarna a un hombre recién llegado a un pueblo decadente del Oeste con la intención de saber qué ha pasado con su hija (tema recurrente de la filmografía Alonso/Mortensen) y allí se topa con gente agresiva, desagradable y muy alcoholizada que intenta detenerlo, incluyendo un misterioso personaje que se hace llamar El Coronel y que interpreta Chiara Mastroianni. Esa historia es una película en sí misma.

No explicaré cómo se conecta con la siguiente –es una simpática sorpresa–, pero una vez que esa historia se termina comienza la más larga de las partes y la mejor de todas ellas. Esta transcurre en una reservación indígena en Dakota del Sur y tiene como protagonistas a una mujer policía y a su sobrina, veinteañera y entrenadora local de básquetbol, a la que algunos apodan «Magic Johnson». En un lugar pobre, frío y desolado, las dos intentan salir de la soledad, la angustia y el vacío. Alaina (Alaina Clifford) se la pasa en su patrullero lidiando con asuntos policiales cotidianos: un auto conducido por un borracho, una pelea familiar, gente que vive en estados calamitosos de mugre y decadencia. Y lo hace con una mezcla de obligación, hidalguía y fastidio. Al parecer sin mucha ayuda de sus colegas.

Mientras ella hace sus rondas su sobrina Sadie (la extraordinaria Sadie Lapointe) no la está pasando del todo bien. Es que la Pine Ridge Reservation en donde viven es un lugar con muchos suicidios y la mayoría de los jóvenes de su edad o se han ido o la están pasando muy mal. Sadie tiene una serie de encuentros y conversaciones en los que irá dejando en claro que son pocos los motivos que la mantienen con ganas de estar viva en el presente. Uno de ellos es la conexión con Alaina. El otro es con su abuelo. Pero cuando esas conexiones se complican, la chica se pregunta si no es hora de tomar algún tipo de decisión. No me refiero al suicidio sino a algo más, bueno, ya verán…

Eso da pie a la tercera parte de la película, una que tiene un aire al cine de Apichatpong Weerasethakul pero también se conecta con films del propio Alonso como LOS MUERTOS. Por un rato cuesta reacomodarse a empezar una nueva historia y una nueva trama con personajes diferentes luego de casi 100 minutos de película, pero una vez que uno supera esa incomodidad, Alonso y su guionista Fabián Casas encuentran la manera de hacerla crecer y conectarse con las demás. De todos modos, más allá de algunos llamativos efectos especiales y ciertos momentos bellos y poéticos, esa parte es la menos convincente de las tres, más que nada porque uno tiene la impresión que es un tipo de película o formato que tanto Alonso como otros cineastas ya han trabajado anteriormente.

EUREKA integra estas tres partes en un todo que intenta reflejar los temas que siempre se manejan en el cine de Alonso: la soledad, la sensación de incomprensión del mundo, el misterio (aquí ya es cosmogonía), el viaje y las familias rotas que intentan recomponerse, la mayor parte de las veces sin suerte. La conexión un poco frágil entre las tres historias hacen que la película ofrezca distintos climas, intensidades y lógicas. El primer western puede ser visto como un simpático divertimento y la tercera parte –que transcurre, al menos en la ficción, en Brasil– como un cierre un tanto más trabajoso de los temas que ya fueron abiertos, pero creo que el secreto de la película está en la parte central que ocupa más de medio relato (es una película en sí misma) y en la que Alonso se aventura a cosas que nunca había hecho antes.

No me refiero solamente a contar una historia que tiene mucho de drama arty del cine independiente norteamericano ni a lidiar con la vida dentro de las reservaciones indígenas, sino a un intento de narrar de un modo más cercano, si se quiere, al relato policial, generando en el espectador una permanente sensación de angustia y hasta terror (con toques a lo David Lynch) ligado a la suerte de esta mujer policía y su dulce y sufrida sobrina en un lugar despoblado, angustiante y desolador donde nadie parece escuchar a nadie, donde las rutas vacías dan la sensación de no conducir a ninguna parte y en el que la supervivencia pende de un hilo, ese que nos une a lo que pasa no solo en el lugar en el que vivimos sino en el planeta todo entero.