Cannes 2023: crítica de «Kubi», de Takeshi Kitano (Premieres)
Este épico film bélico basado en el histórico incidente de Honnō-ji, transcurre en el Japón del siglo XVI y se centra en las batallas entre señores feudales, samurais y ninjas de la época.
A veces el momento indicado lo es todo. Cuando Takeshi Kitano empezó a mencionar la idea de dirigir KUBI, a mediados de los años ’90, estaba en el mejor momento de su carrera como realizador. Eran los años en los que se reconvertía de popular figura de la TV japonesa en autor de prestigio internacional con películas como VIOLENT COP o BOILING POINT, aún antes de su consagración con HANA-BI. Pero era una épica histórica cara y difícil y le fue imposible hacerla entonces. Quizás después pasó a segundo plano –o le siguió siendo difícil de financiar– y ahora, cuando finalmente llega, tengo la sensación de que Kitano ya no está en el mejor momento de su carrera como director. Y que si bien se trata de un drama épico de acción y aventuras con varios puntos fuertes no tiene la potencia que podría haber tenido en otra etapa personal.
Los problemas principales, en mi opinión, son tres. Uno, de tono. Si bien es habitual que Kitano mezcle drama y comedia en sus películas, aquí la insistencia por la segunda se siente forzada, excesiva, banaliza en más de un sentido algunas de sus tramas y conflictos centrales. El otro, si se quiere, es formal: la película tiene extraordinarios momentos visuales, grandes batallas al igual que las ya clásicas escenas de conflictos entre líderes (pueden ser mafiosos o samurais, no importa) que son habituales en su cine, pero a la vez hay muchos otros resueltos de una manera un tanto confusa, al parecer casi descuidada. Y el último quizás tenga más que ver con limitaciones de uno como espectador: la historia es excesivamente complicada y confusa, con dos docenas de personajes y traiciones que, en cierto momento, tornan a la trama algo prácticamente indescifrable. Al menos, es lo que me sucedió a mí.
Es un film caro y épico con un elenco lleno de caras conocidas del cine japonés. Centrado en un evento histórico importante del siglo XVI –el llamado incidente de Honnō-ji— que marco un decisivo cambio político en la historia de ese país, KUBI se centra en las idas y vueltas, traiciones y enfrentamientos entre el daimio Oda Nobunaga (Kase Ryo) y una serie de señores feudales que lo apoyan y se rebelan contra él, una y otra vez, generando impactantes escenas de acción pero a la vez una enorme confusión entre los espectadores. En la película se nombra con textos sobreimpresos a cada personaje, pero cuando superan las dos docenas (y a la hora y media de película se siguen agregando) ya es lo mismo que nada.
Si uno logra ir más allá de las confusiones narrativas –lo mejor que se puede hacer como espectador es estudiar el tema antes o bien relajarse y, en lugar de tratar de conectar todo con todo, dejarse llevar por el impacto audiovisual–, KUBI ofrece algunas grandes, crudas y violentas escenas de acción, combates a campo abierto, o no tan abierto, que si bien no rivalizan con los clásicos de maestros tipo Akira Kurosawa (o ni siquiera con los del ZATOICHI del propio Kitano) son potentes en sí mismos: bruscos, brutales, descarnados.
Hay un subtema que atraviesa el relato y que el film no desarrolla del todo bien. Y es la relación homosexual que existe entre dos de los rivales de Nobunaga, que podría hasta ser vista como un triángulo amoroso, ya que el líder de a poco va revelando motivaciones que van por ese mismo lado. Kitano hace algunos apuntes acerca del tema –alas pasiones homosexuales entre señores feudales no es un tema muy visto ni trabajado en de la filmografía sobre samurais– pero un poco se termina perdiendo entre el caos de las batallas y muchas de las situaciones humorísticas que se intercalan a lo largo del film, la mayoría de ellas con presencia del propio Kitano, que encarna a uno de estos señores feudales.
La recreación de época, los imponentes escenarios, los pesados e incómodos trajes que usan los combatientes y la presencia de estrellas del cine japonés (y estrellas de la épica histórica, como el famoso ninja Hattori Hanzō, que será visto como todo un guiño por los seguidores de Quentin Tarantino) aportan al impacto audiovisual de esta saga de 130 minutos que involucra y a la vez pierde al espectador en sus constantes batallas, dobles y triples traiciones, e idas y vueltas entre los momentos cómicos y emotivos. Es un combo que, al menos en los papeles, no debería fallar. Y quizás no lo hace, o no del todo. Pero tampoco logra ser totalmente convincente o atrapante como podría haberlo sido si Kitano la filmaba en otra época suya.