Cannes 2023: crítica de «L’amour fou», de Jacques Rivette (Classics)

Cannes 2023: crítica de «L’amour fou», de Jacques Rivette (Classics)

por - Críticas
17 May, 2023 06:57 | 1 comentario

Se presentó una versión restaurada de la extraordinaria y poco vista película de 1969 centrada en la relación entre un director de teatro y su pareja actriz en medio de los ensayos de una obra. Con Bulle Ogier y Jean-Pierre Kalfon.

El contexto muchas veces es importante. Nunca vi L’AMOUR FOU, de Jacques Rivette, pero al haber visto varias películas suyas sabía, más o menos, con lo que me iba a encontrar. De todos modos, verla en Cannes, restaurada, en una sala llena y una proyección extraordinaria hacen que la experiencia se vuelva superlativa, supere el habitual encuentro que uno tiene con películas así vía cinematecas, DVDs o BluRays. Y también, es cierto, vista en contexto de lo que es el cine contemporáneo, las más de cuatro horas de película del realizador de LA RELIGIOSA se convierten en un evento más moderno que cualquier film de la programación de esta edición. Bueno, que casi cualquier film.

Filmada en 1967, estrenada en 1969 y atravesada por los sucesos de la época (mayo del ’68, etcétera), L’AMOUR FOU marca el paso de Rivette a un estilo que lo caracterizaría por el resto de su carrera, una revolución estilística personal que lo llevaba a los orígenes casi documentales del cine: filmar como registro de experiencias vitales, dejar que los actores existan en la pantalla y armar historias a partir de las situaciones que atraviesan, sin pensar demasiado en la extensión final de las películas ni en su entramado narrativo.

Es un film de dos capas, dos espacios y dos modos. Por un lado hay un documental centrado en el detrás de la escena de los ensayos de «Andrómaca«, de Racine, por parte de un grupo teatral que está siendo filmado por un equipo en el que participa el realizador André S. Labarthé, en 16mm. Y, por otro, es el propio Rivette que filma los ensayos en sí (en 35mm.) y lo que sucede por fuera de ese lugar, más que nada centrándose en la relación entre el director de la pieza, Sébastien Gracq (Jean-Pierre Kalfon) y su pareja, Claire (Bulle Ogier).

En la manera en la que Sébastien plantea a sus actores cómo trabajar con sus personajes, el hombre apuesta por un estilo desafectado, en el que los intérpretes leen el texto tal cual está en la obra pero dicho sin expresión física o tonalidad vocal alguna. Claire no logra dar con ese tono, renuncia a participar de la obra y de allí en adelante la película irá y vendrá de la vida de la troupe teatral –un hábito en el cine de Rivette– a los problemas personales de la pareja, que van pasando por todo el cúmulo de emociones y contradicciones posibles, muchas veces a contramano de esa «desafectación» que el propio director teatral plantea para su obra.

Es que, en lo personal, es la historia de eso que llaman «un amor loco» entre Sébastien y Claire. Hay amantes cruzados, momentos felices y románticos, pero más aún momentos de tensión, agresión, violencia y rotura de objetos y hasta sangre. Toda la sequedad que existe en esa adaptación –que es a la vez una relectura del mito griego de Andrómaca, «la luchadora de hombres»–, curiosamente se sale de su cauce cuando los actores y el equipo lidian con sus vidas privadas. Pese a sus casi 260 minutos de duración, la película existe fundamentalmente en dos escenarios y se filmó en apenas cinco semanas: el lugar en el que el equipo ensaya y la casa en la que Claire pasa la mayor parte de su tiempo, a veces sola y a veces con Sébastien.

El contraste entre ambos lugares es evidente también por la manera en la que están filmados. No se trata de una película que, a primera vista al menos, hable de los eventos políticos que tenían lugar en la Francia de la época, pero a través de los comportamientos y las vivencias de los distintos personajes, de su manera de relacionarse con otros y de pensar, estamos claramente ante una época de cambio de paradigma. También en lo que respecta al cine francés, ya que empieza a sentirse esa transición a una época más desencantada que es la que llegaría en los años ’70 y en películas como LA MADRE Y LA PUTA, con la cual esta tiene algunos elementos de contacto.

Más allá de los contactos específicos entre la pieza que interpretan y los movimientos de la relación entre Sébastien y Claire, L’AMOUR FOU libera en el espacio íntimo a sus dos actores de un modo que por momentos se vuelve peligrosamente autodestructivo. ¿Cuánto de actuado a modo de juego y cuánto de real hay en esas escenas en las que se usan hachas, cuchillos y en las que se destruyen ropas, empapelados y demás objetos? Difícil saberlo. Por lo pronto, en ese amor loco, desenfrenado, por momentos seco y en otros apasionado, plagado de celos pero también de entrega emocional, la película ofrece sus momentos más desgarrados y memorables. El ensayo puede ir perfeccionándose cada vez más y, a la hora en la que el estreno se acerca, la obra está casi cerrada, cada uno parece saber qué es lo que tiene que hacer y cuando. En la vida real, lo que prevalece es el caos, la furia, la pasión y el dolor.