Cannes 2023: crítica de «Le Syndrome des Amours Passées» (The (Ex)perience of Love»), de Ann Sirot & Raphaël Balboni (Semana de la Crítica)
Al no poder quedar embarazados, los miembros de una pareja se disponen a hacer una terapia alternativa que, les aseguran, les resolverá el problema. Pero es una que conlleva ciertos riesgos. Esta comedia belga se presenta Fuera de Competencia en la Semana de la Crítica de Cannes.
Algunas de las películas que se presentan fuera de competencia en las distintas secciones del Festival de Cannes, especialmente muchas francesas o francoparlantes, son en realidad velados preestrenos comerciales, como en cualquier otro festival del mundo. Tener la «chapa» que tiene Cannes no la libera de este juego con la industria. Hay todo tipo de películas que llegan a Cannes desde ese lugar. Algunas son buenas, otras no. A algunas les va bien. A otras no tanto. Tomemos un ejemplo positivo: THE INNOCENT, de Louis Garrel, se presentó fuera de competencia el año pasado y terminó no solo siendo uno de los grandes éxitos de 2022 (algo en cierto modo previsible) sino que fue nominada a once premios César. Nada de eso, de todos modos, la transforma en una gran película.
Con LE SYNDROME… (traducible bastante literalmente como EL SINDROME DE LOS AMORES PASADOS) puede pasar algo similar en términos puramente comerciales. Se trata de una comedia franco-belga con una premisa muy ingeniosa y un planteo divertido que de a poco va perdiendo fuerza e interés hasta llegar a un muy bonito final que, quizás un tanto tardíamente, reinventa su propia idea. Presentada fuera de competencia en la Semana de la Crítica, la película de Sirot y Balboni tiene una premisa tan absurda como vendedora. Lucie Debay interpreta a Sandra, una mujer que ronda los 40 y que está casada hace tiempo con Rémy (Lazare Gousseau). Ambos se enfrentan a un temido y conocido problema: no pueden quedar embarazados y no parece haber tratamiento que les funcione.
Ya en las últimas –al menos respecto a ese tema– terminan escuchando una propuesta de un especialista que, él les asegura, es fabulosa y funciona. A tal punto, les dice, que comentó su problema en una convención de expertos y todos estuvieron de acuerdo en que deberían probarla. ¿En qué consiste? El médico les dice que lo que ellos tienen es un problema emocional con el embarazo, uno que se traslada a lo físico pero que es fundamentalmente psicológico, y que la única forma de resolverlo es reconectarse con todas las personas con las que tuvieron sexo en el pasado y volver a hacerlo con ellos. Después de eso, les asegura, la «traba» se les levantará. No es un brujo ni un gurú, sino un médico. Bah, eso parece…
Ya sé, suena ridículo, pero dentro del juego cómico y absurdo que plantean los directores sirve. Primero, porque genera situaciones muy graciosas, empezando por una en la que la pareja se pone a hacer listas de gente con la que tuvo sexo y ella anota más de veinte y él apenas tres, una de las cuales encima es una media hermana («sin relación de sangre», aclara) con la que estuvo hace mucho tiempo. Sandra y Rémy se empiezan a poner en contacto con sus ex y con romances ocasiones que tuvieron (bah, ella lo hace casi a tiempo completo, ya que lo de él es muy limitado y concreto) y, para agrandar las diferencias, ella encuentra con que la mayoría de los varones con los que estuvo aparecen interesados en la propuesta mientras que las pocas mujeres del grupo de Rémy, en algunos casos, hasta le cortan el teléfono en la cara.
Así empiezan una serie de encuentros con otros y desencuentros entre ellos que los van llevando a vivir, primero, situaciones más bien absurdas, y luego algunas más emotivas o dramáticas cuando se den cuenta que el juego que están jugando los está llevando demasiado lejos entre sí, por no decir que los está separando. En esa serie de secuencias cómicas se destaca una en el que el más tímido y nervioso Rémy se incomoda ante la invitación a participar de un trío, en tanto que Sandra parece disfrutar más de los distintos reencuentros que va teniendo, algunos un tanto sorpresivos (uno de ellos es gay y solo tuvo sexo con ella para confirmar que la heterosexualidad no era lo suyo), pero la mayoría de ellos felices.
De todos modos, el plan parece ir más bien en contra de lo que les prometieron. Y allí es donde la película se quiere tomar a sí misma más en serio y no siempre funciona tan bien como antes. Salvo sobre el final, que no spoilearé, pero que ofrece una muy simpática vuelta de tuerca sobre lo visto, los intentos de dramatizar la relación entre ambos poniéndola en riesgo se sienten más programados por necesidades de guión que integrales a lo que, se ve, es una pareja bastante sólida. Es cierto que una búsqueda de embarazo infructuosa puede separar a los matrimonios más estables –miles de historias de la vida real y películas así lo prueban–, pero la sensación viendo EL SINDROME… es que acá eso nunca sucederá. O, que si sucede, será de una manera curiosa, amable y muy pero muy tierna.