Cannes 2023: crítica de «Rien à perdre», de Delphine Deloget (Un Certain Regard)

Cannes 2023: crítica de «Rien à perdre», de Delphine Deloget (Un Certain Regard)

por - cine, Críticas, Festivales
25 May, 2023 02:40 | Sin comentarios

Virginie Efira interpreta a una madre que, tras un accidente, pierde la custodia de su hijo menor en manos de los servicios de protección a la infancia y se embarca en la complicada tarea de recuperarla. En Un Certain Regard.

A veces una tontería, un accidente menor, puede cambiar tu vida para siempre, sacarte del camino por el que vas y llevarte a explorar uno nuevo, inesperado y, en cierto modo, desesperante. Eso es lo que le pasa a Sylvie (la omnipresente Virginie Efira, que parece actuar en dos de cada tres películas francesas) y a su familia al principio de RIEN A PERDRE, traducible como NADA QUE PERDER. Ella trabaja en un bar a la noche mientras sus dos hijos, Jean-Jacques –de unos 16, 17 años, al que llaman JJ– y Sofiane, de unos 8, 9, están solos en la casa. Así viven normalmente hasta que un día hay un problema. La película no lo muestra (Deloget hace un personal uso de las elipsis a lo largo del film), pero Sofiane se levanta a la noche con hambre mientras JJ duerme, intenta freír unas papas fritas y termina con serias quemaduras de aceite en el pecho y la cocina destrozada.

El accidente parece manejarse con cierto aplomo, pero es claro que todo quedó tenso ya que la noticia circuló. Además, vamos viendo que el propio Sofiane es un chico bastante nervioso, tenso, de esos que suelen terminar metidos en situaciones violentas. Y a partir del accidente se ve involucrado en varias. La quemadura y sus consecuencias terminan llamando la atención de los asistentes sociales locales (la historia transcurre en Brest) que se dedican a la protección de niños en situaciones de peligro. Ellos intentan más de una vez comunicarse con Sylvie pero la mujer no los atiende. Y el asunto termina con los tipos apareciendo en su casa con la policía y llevándose a Sofiane de allí por considerar que es un niño en riesgo en manos de una madre ausente, problemática o que no se ocupa de él.

Allí empiezan las peripecias de Sylvie para recuperarlo, algo que no le será para nada sencillo, ya que entre la tozudez de unos, la burocracia de otros y la confusa lógica del sistema, cada vez que la mujer intenta volver a tener a su hijo en casa –o verlo más seguido– lo único que pasa es que las cosas terminan complicándose más y más. Y ante mayor tensión, más nerviosa ella se pone, más se confirma lo que las autoridades creen y más problemas habrá para «recuperarlo». De hecho, hasta su hijo adolescente –que parece el más centrado de los tres, el padre murió cuando JJ tenía solo dos años– empieza a perder un poco la compostura.

RIEN A PERDRE tiene un tono, una estructura y un tipo de historia muy ligado al de conocidas películas de Ken Loach (como LADYBIRD, LADYBIRD) y al cine de los hermanos Dardenne, con Deloget manejándose durante la primera hora en esa fina línea que separa el realismo social del melodrama un poco más manipulador. La energía de la cámara, la honesta actuación de Efira y la violencia intrínseca de la situación van creando las esperables y enervantes tensiones propias de lo que se vive: una mujer desesperada porque, por culpa de un accidente que podía haberle sucedido a cualquiera, pierde la custodia de su hijo y apenas puede verlo a cuentagotas.

En algún momento la película atraviesa ese límite y se pone un tanto más manipuladora, creando villanos más convenientes que creíbles en las estructuras burocráticas (desde los asistentes sociales a los jueces, los abogados y algunos vecinos) y empujando todo el tiempo la situación hacia el límite máximo de tolerancia. Sylvie se equivoca, justificadamente o no, casi todas las veces. Y lo mismo pasa con sus hermanos que intentan ayudarla y ni hablar de los que, pensando en el bienestar del niño, no hacen más que tensar más y más la situación. Si a eso se le suman los «malos comportamientos» que tienen, por distintos motivos, los dos hijos, el guión irá forzando un caos perfecto, más cinematográfico que realista.

Hay un choque incómodo entre el tono verosímil de las actuaciones y de la puesta en escena, y la más claramente guionada y cada vez más ampulosa cadena de acontecimientos. Y eso es algo que también suele verse también en algunos de los más recientes films de Loach o los Dardenne, que no son sus mejores. Se nota un cierto facilismo para crear oposiciones que hagan enardecer al espectador, partiendo por la manera casi «conductista» de funcionar de los personajes (a cada acción hay una reacción inmediata, generalmente violenta, y rara vez se convive con la ambigüedad o se acepta la complejidad de ciertas situaciones), que es la que va forzando la tensión entre «la madre coraje» y las «nefastas instituciones».

Esos maniqueísmos o simplificaciones de guión más propios de una película de género puro y duro reducen el impacto de una historia que podría ser más sutil, creíble e inteligente si no estuviera tan pendiente de complacer el morbo de la audiencia a fuerza de golpes bajos. Hay una muy buena película en RIEN A PERDRE, en la historia de una mujer sola que hace lo posible por proveer para sus hijos y para cuidarlos pero que no puede controlar todo, ni al caótico mundo que la rodea ni las cosas que hacen o dejan de hacer los demás. No necesita Deloget de esos chantajes emocionales que aplica con la precisión de alguien que llevó a su guión a recorrer varios laboratorios para que funcione. La vida es suficientemente intensa, violenta y complicada como para que haya necesidad de pegar donde más duele.