Cannes 2023: crítica de «The Sweet East», de Sean Price Williams (Quincena de Cineastas)
Una chica que pasea por Washington con sus compañeros de escuela empieza a circular entre grupos, sectas y personas cada vez más extravagantes en esta comedia política sobre los Estados Unidos de hoy.
Si Forrest Gump, el personaje, viviera en los Estados Unidos de hoy y su biografía la filmara algún émulo de Harmony Korine, podría salir algo más o menos parecido a THE SWEET EAST, la opera prima como realizador del director de fotografía Sean Price Williams, colaborador clave de buena parte del cine indie estadounidense. La película no recorre la vida de la protagonista, Lillian, sino lo que parecen ser unos días, pero a través de ellos le toca pasar por el abanico de locuras posibles que existen en aquel país en la actualidad.
A la protagonista –interpretada por Talia Ryder, sin relación con Winona– le toca a lo largo de la delirante trama ir pasando casi de mano en mano por distintos y bizarros grupos, casi sectas, que forman parte de la cultura popular estadounidense actual. Todo empieza cuando ella está en una especie de viaje de fin de curso en Washington con sus compañeros de escuela –puro bardo y poca atención a los monumentos históricos– y se separa de ellos para terminar en una extraña pizzería en la que sucede el ridículo y famoso atentado del caso llamado Pizzagate, del que logra escaparse.
Al final de ese episodio hay un dato curioso que permite entender adónde va la película. En la bizarra realidad de la ficción, la teoría conspirativa sobre la red de pedofilia que se conectaba en torno a una pizzería era verdad. Pero la película no lo toma en serio sino que lo usa para habilitar la idea de que, de allí en adelante, cualquier cosa puede suceder. Un profesor universitario de extrema derecha (Simon Rex) se obsesiona con la chica, ella termina en medio de un grupo de neonazis, lo cual deriva en que se transforme en una figura famosa al relacionarse con una estrella de cine (Jacob Elordi, de EUPHORIA) y que luego intente ser salvada por un técnico de esa película que la ayuda a escapar del caos que se genera allí. ¿Su salvación? Bueno, ya verán…
La película se va volviendo cada vez más delirante y fantástica con el paso de los minutos, con un estilo de humor que funciona de a ratos y en otros genera más bien una mueca de reconocimiento. Es un film bastante banal pero que se hace cargo de serlo y sus dardos políticos sobre los grupos marginales que dominan el discurso actual en los Estados Unidos son efectivos aunque también simples y algo tontuelos. El espíritu de la película es ese.
Price Williams puede haber trabajado con los hermanos Safdie pero su búsqueda es otra. Si bien formalmente la película es ágil, filmada en perpetuo movimiento y en formatos amateurs (o que parecen serlo), el ahora director usa esa estética on the fly con un propósito distinto: más que realismo el suyo es un noticiero paródico sobre un país que, a esta altura, no necesita ser parodiado para resultar gracioso. Con solo ver las noticias de los programas más serios de televisión es suficiente.