Cannes 2023/Estrenos: crítica de «Indiana Jones y el dial del destino», de James Mangold

Cannes 2023/Estrenos: crítica de «Indiana Jones y el dial del destino», de James Mangold

En esta nueva secuela de la saga protagonizada por Harrison Ford, el arqueólogo aventurero intenta recuperar un objeto misterioso que puede controlar el tiempo. Estreno: 29 de junio.

La combinación no solo prometía sino que hasta parecía ideal. Un nuevo episodio de la saga Indiana Jones, con un Harrison Ford octogenario, siendo dirigido por James Mangold, el hombre que hizo una de las mejores películas de superhéroes de la historia que es LOGAN, que lidia exactamente con el mismo tipo de situación: cómo un héroe de la pantalla atraviesa sus últimos años, en los que sigue siendo el que era pero ya no es, en el que está a mitad de camino entre la despedida y la muerte. Pero no resultó. Los motivos son complicados de analizar y seguramente tendrán más que ver con imperativos comerciales que otra cosa, pero lo cierto es que la quinta película de la saga INDIANA JONES apenas cumple con el cometido de ser entretenida y llevadera, pero no tiene ese plus que uno esperaba encontrar.

Quizás los responsables de Lucasfilm y las otras productoras de la saga sintieron que debían «venderle» el personaje a nuevas generaciones que no crecieron ni con el de los ’80 ni con su secuela de 2008, película que puede haber quedado olvidada pero fue un gran éxito comercial. Y entonces decidieron contar «una historia más» de Indy solo que apoyándose en las posibilidades digitales del presente, algo que obsesiona a George Lucas y que arruinó –no hay otra manera de decirlo– la carrera de Robert Zemeckis. Y esta nueva serie de aventuras funciona más o menos bien en plan retro, si uno pasa por alto que muchos de esos efectos digitales son muy incómodos de ver. Pero no hay nada crepuscular ni emotivo ni mágico en la película, nada que la lleve un poco más allá del mecanismo que sabemos que sabe hacer. Bueno, sí, su épica música.

Casi media hora de película se va en la que es, a la vez, la mejor escena de todas y la que presagia que no será el Indy que esperamos. Rejuvenecido digitalmente para lucir como en la película de 1981 (que transcurría en los ’40), Harrison Ford reaparece como un Indy joven y aventurero en medio del final del nazismo, luchando primero por conseguir un arma mitológica usada con Jesucristo (que resulta ser «trucha») y pasando luego a quedarse con otro tesoro que podría ser muy importante a futuro. Un aparato llamado Antikythera, inventado por el matemático griego Arquímedes, que podría controlar el tiempo y hacer que las personas viajen a través de él. El problema es que solo tienen la mitad. Y como buen «McGuffin» histchcockiano hay que encontrar la otra parte para que funcione. Pero antes que eso hay que encontrar el mapa.

La acción pasa de los años ’40 a 1969, con Jones ya más viejo (igual hay retoques digitales que bajan a Ford de 80 a unos 65 años) que se jubila de la universidad en la que trabaja. Pero allí está una alumna suya llamada Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge, una gran idea de casting pero que no termina por encajar) que tiene otros planes. Quiere conseguir lo que falta del Antikythera, aparatejo que obsesionaba a su padre, un gran amigo de Indy, pero su interés es hacer dinero con eso. Indy no quiere meterse en ese asunto (cree que su promesa de controlar el tiempo es falsa) pero aparecen los nazis, sus peores enemigos, representados por el siniestro Jürgen Voller (Mads Mikkelsen) y ya se sabe qué pasa cuando al Dr. Jones se le ponen los nazis enfrente.

La película plantea esa situación y la estira a lo largo de media docena de escenas de acción, suspenso y persecución que tienen lugar en locaciones que ya son clásicas en el mundo Indiana Jones (Casablanca y Tánger en Marruecos, pero también Sicilia y Grecia) y en las que nuestro héroe, su «amiga» conflictiva (en realidad es su ahijada) y otros personajes que aparecen o regresan (ya verán cuáles, hay una linda sorpresa por ahí) van escapando por milagro de la persecución del nazi de turno y su grupo de duros compañeros de correrías. Todo esto funciona relativamente bien en términos narrativos, pero tiene una cantidad de efectos digitales obvios y evidentes con los que países del Tercer Mundo pagarían su deuda externa. El problema no son los efectos en sí, sino su uso un tanto pobre y esquemático.

La película entretiene porque Mangold es un buen narrador clásico y sabe dónde van las cosas y cómo se ubican en el tablero narrativo, pero raramente el guión de la película ofrece algo más que eso. Quizás la empresa se tenga guardado otro episodio realmente crepuscular para dar cierre a la saga de Indiana Jones, pero al ver EL DIAL DEL DESTINO uno tiene más la impresión que es un intento fallido de estirar la historia, de pasarle quizás la posta a la colega británica Shaw que tiene un similar estilo, entre irónico y descreído, de Ford/Jones y de dejar las puertas abiertas a más y más secuelas. Quizás ya imaginen a un Harrison Ford totalmente hecho por inteligencia artificial protagonizando secuelas de Indiana por los siglos de los siglos. Quizás, sin darse cuenta, en la película intentaron inaugurar una nueva forma de pensar en secuelas que ni siquiera estén limitadas por la edad de sus protagonistas. Si es así, tendremos versiones digitales de Indiana Jones cuando ninguno de nosotros sigamos en lo que supo ser este planeta.