Series: crítica de «Succession Ep. 4.10: With Open Eyes», de Jesse Armstrong y Mark Mylod (HBO, HBO Max)

Series: crítica de «Succession Ep. 4.10: With Open Eyes», de Jesse Armstrong y Mark Mylod (HBO, HBO Max)

La serie concluyó con una serie de sorpresas, giros y cambios de último minutos que modificaron la suerte de los tres herederos de Logan Roy y su empresa, Waystar.

SPOILER ALERT

Los dos principales protagonistas del episodio final de SUCCESSION no aparecen en él y a uno de ellos ni siquiera se lo menciona. Uno es Logan, obviamente, cuyo descuido y maltrato a sus tres hijos terminó convirtiéndolos en un bastante patético grupo de adultos que no han dejado nunca de ser aquellos niños que se peleaban y se siguen peleando por un lugar que no es otro que la atención de ese padre ausente y cruel. Y el otro no tiene nombre todavía: es un bebé por nacer, con el que Shiv está embarazada y quien, de una manera acaso más inconsciente que calculada, terminó torciendo el voto de ella en la junta directiva y haciendo que la familia Roy venda Waystar al sueco que hoy no estaba particularmente triste.

El triunfador, en los papeles y portadas de las revistas, será Tom. Pero sabemos que es un ganador útil, quizás hasta de relleno. Difícil pensarlo del todo como el hombre que manejará, por debajo de Lukas Mattson, los destinos de la empresa en Estados Unidos. Y Shiv quizás sepa –tal vez haya habido algún llamado telefónico que no vimos en el medio– que le es más fácil ocupar poder en la compañía siendo la esposa y madre del hijo de Tom, alguien a quien Lukas escucha (cuando no quiere otra cosa) que tratando de que su hermano Kendall –alguien que además le torció mal el brazo en las elecciones presidenciales, que quedaron abiertas– le de el lugar que se merece. La mano final extendida de Tom en el auto hacia ella, aún con su frialdad, es clave. Ella conservó el lugar para la familia. Y el heredero, su hijo, será un Roy. Wambsgans, pero Roy al fin.

Esto es una debacle brutal, devastadora, para Ken. Al salir a la luz su crimen las cosas se empezaron a complicar. Shiv lo usó como arma contra él y Ken, en lugar de ir por el lado de la empatía, duplicó la mentira, les dijo que aquel momento emotivo que los hermanó allá en Italia era falso. Y ahí la perdió del todo. No solo a él sino también a Roman, que al final de todo el caos parecía casi relajado y hasta tranquilo con la noticia contra la que viene peleando desde que su padre murió: ya no quería más, basta para él. Si hay tres hermanos y uno quiere todo para sí, es claro que los otros dos juntos le pueden hacer la vida imposible. Y más si se dan cuenta que les ha mentido descaradamente.

GoJo se queda con Waystar, Roman y Kendall vuelan, lo mismo que los ejecutivos de siempre y Greg, pieza clave de un momento del episodio gracias a una aplicación de traducción telefónica, perdió muchísimos puntos ya que estuvo a punto de tirar por la borda el plan de Tom. Ellos también se agarraron a los golpes, en este caso en un baño, pero todo termina dando la impresión de que puede haber un espacio para él en la compañía. El tipo, convengamos, también sabe secretos que es mejor que no salgan a la luz. Y no es que a Tom le sobren «amigos» o gente a la que basurear tranquilo.

El cierre de Roman es una incógnita. Una y otra vez se vio que era el más sensible, el menos preparado pero también el más desagradable de los hermanos, una combinación que tapaba con sonrisitas y buena gimnasia verbal. Votó a favor de su hermano pero en la discusión/pelea en la oficina –los guionistas de la serie no consiguen que los personajes guarden secretos o que sus conflictos no sean visibles para los otros– pero luego le quedó claro que Ken estaba dispuesto a todo para quedarse él con todo, incluyendo la supuesta mentira (que no era tal) sobre el asesinato con el que concluyó la primera temporada. Harto ya de todo, Roman vio como su hermano caía y se fue a tomar una copa a un bar.

¿Qué decir de Ken, el sufrido protagonista y el gran derrotado? Consumido por su propia ambición, su desesperación y por saberse heredero de su padre («me lo dijo cuando tenía 9 años», dice en una patética y competitiva conversación entre los tres) terminó dejando en evidencia su incapacidad y su falta de talento para negociar, dejó que su ego se notara demasiado y alienara en este caso a Shiv como pasó con Roman en otro board meeting, uno muy lejano en el tiempo, en el que Kendall quiso desbancar a Logan. De vuelta, quedó frente al agua, su eterna compañera de tantas aventuras. Pero esta vez con un guardaespaldas por detrás.

No iba a terminar bien para los Roy SUCCESSION y si bien el triunfo de Tom puede verse como algo más justo –la revancha de los no tan ricos–, uno tampoco debería creer demasiado en este hombre que puede ser tierno y cariñoso un momento pero luego comportarse como una mezcla de babosa y sangijüela. El triunfador es Mattson porque, nos guste o no, el futuro parece pasar por tipos como él, a quien la serie disimuladamente pintó como alguien que vivía en su planeta, pero a la que le dedicó en este episodio una breve escena clave en la que se lo vio ponerse serio y hacer trabajar a su equipo. Con su tono de «todo me da igual», el hombre supo hacer su trabajo y termibó por demoler a una familia que ya había quedado prácticamente deshecha por su padre.

Es cierto que la serie, como sus personajes, se tornó sobre el final excesivamente manipuladora, haciendo que cada cinco minutos los personajes y los espectadores tengan que recalcular potenciales ganadores y perdedores hasta el punto de llegar a la decisión de Shiv de último momento que volvió a funcionar como volantazo. Excesos de guionista demasiado enamorado de las vueltas de tuerca, quizás, pero que nunca se aleja del todo de los conflictos de los personajes. El giro de Shiv puede haber sido un truco narrativo, pero de todos modos es creíble y tiene sentido en el mundo de lo que vive su personaje.

Una gran serie SUCCESSION, un brutal, descarnado e íntimo retrato de ese 0,1% que controla gran parte del mundo. No debía terminar bien para ellos nunca, pero Armstrong logró a lo largo de cuatro temporadas que aprendamos a quererlos. Al final, verlos irse casi por el costado del cuadro, actores de reparto de su propia historia, se siente un poco mal. Pero tiene lógica. Ahora vendrán nombres extraños y cifras, inteligencias artificiales y compañías sin caras visibles y muchos algoritmos. La vieja y monstruosa guardia dejará su lugar a la nueva. Se convirtieron en nuestros amigos y supimos entenderlos, es cierto, pero los monstruos que uno ama no dejan de ser monstruos.