Series: reseña de «High Desert – Episodios 1/4», de Nancy Fichman, Katie Ford y Jennifer Hoppe-House (Apple TV+)

Series: reseña de «High Desert – Episodios 1/4», de Nancy Fichman, Katie Ford y Jennifer Hoppe-House (Apple TV+)

Patricia Arquette interpreta a una ex traficante de drogas y actriz que se convierte en detective privado en esta comedia policial que se estrena el miércoles 17 de mayo en Apple TV.

Aspera, curiosa, original y hasta algo irritante, lo mejor que se puede decir de HIGH DESERT es que no se parece a casi nada de lo que circula entre las series de TV. Acaso lo más parecido sea POKER FACE, de Rian Johnson, con Natasha Lyonne de protagonista, pero esta historia de una improvisada detective privada interpretada por Patricia Arquette tiene además algo de la literatura negra cómica de Elmore Leonard y hasta de las películas de los hermanos Coen sobre absurdos asuntos criminales. No logra estar a la altura de sus referentes –por momentos la serie es demasiado–, pero ese es el espíritu que busca y que a veces captura.

Creada por Nancy Fichman, Katie Ford y Jennifer Hoppe-House, esta serie de Apple TV+ es, más que nada, un vehículo para que Arquette saque a relucir su parte actoral más desaforada interpretando a Peggy, una ex traficante de drogas que trabaja como actriz en un triste parque de diversiones (le toca hacer de «madama» de un salón del Oeste) californiano y que descubre que tiene un cierto talento para la investigación detectivesca. La descripción no alcanza a transmitir el tono cómico alocado, a veces excesivo, que rodea la propuesta. Solo basta ver la escena inicial, filmada en un aparente plano secuencia, que empieza como una fiesta casera diurna, con niños y familias entre la piscina y la parrilla, y termina convertida en una violenta redada policial.

Jay Roach es el director de los episodios y, seguramente, quien logra darle a la serie ese tono medio Looney Tunes que por momentos tiene. El ex marido de Arquette era traficante y está en la cárcel tras esa escena inicial (lo encarna Matt Dillon), su madre ha muerto y ella cree verla en los lugares menos pensados y se lleva muy mal con sus hermanos –Dianne (Christine Taylor) y Stewart (Keir O’Donnell)–, quienes quieren vender la casa de su madre en la que ella sigue viviendo. Además, claro, Peggy sigue consumiendo variados tipo de drogas que por momentos la convierten en una pariente de El Gran Lebowski.

Cuando en el lugar en el que trabaja se produce un robo, la desaparición de una compañera y la sospecha de que su novio, un ex conductor de TV convertido en gurú (Rupert Friend) anda en algo raro –tiene cuadros excesivamente caros en su casa y que en apariencia son originales–, Peggy empieza a sospechar que hay gato encerrado. Descubre por un aviso en TV la existencia de un investigador privado de poca monta y un tanto patético llamado Bruce (Brad Garrett) y prácticamente se le impone como colaboradora para poder seguir investigando.

De ahí en adelante –al menos en los cuatro episodios que vi–, la serie va volviéndose más extraña y salvaje, cómica pero por momentos ampulosa, divertida e irritante casi en partes iguales. Digamos que, al menos por ahora, gana la diversión, pero HIGH DESERT está siempre al borde de pasarse por completo de rosca. Como todo producto en el que la trama está puesta en función muchas veces del efecto cómico, cuando ese no se logra –o se busca con demasiado ahínco, bordeando la desesperación–, por momentos parece que el edificio narrativo se cae.

Pero el talentoso elenco –además de Arquette, Dillon y Garrett aparece la veterana Bernadette Peters con un papel supuestamente doble, como madre de Peggy y como una actriz que se le parece mucho– ayuda mucho, aportando lo suyo a esta visión casi surrealista del noir californiano, una que hasta presenta similitudes con INHERENT VICE, de Thomas Pynchon (o, si prefieren, la película de Paul Thomas Anderson). Todo es tan pasado de absurdo por momentos que la serie en sí se convierte en un ejercicio de estilo, en un monumento a su capacidad de girar sobre sí misma. Y todo en función de una desatada Arquette como una anti-Marlowe adicta y caótica, una heroína improbable para estos tiempos incomprensibles.