Series: reseña de «Succession Ep.4.9: Church and State», de Jesse Armstrong y Mark Mylod (HBO y HBO Max)
En el funeral de Logan Roy las acciones de cada uno de sus hijos cambian de la noche a la mañana cuando políticos y empresarios alteran sus planes.
Resulta muy complicado hacer una suerte de ranking de afortunados y desafortunados tras cada episodio de SUCCESSION. Es que la evolución de la serie se parece, demasiado, a una especie de juego de mesa en el que las cosas cambian todo el tiempo y los que creen estar dominando la partida luego, por algún mal movimiento o por cuestiones de suerte, pasan a estar últimos, perdiendo mucho terreno. Al terminar el episodio pasado, en el que se dirimió la elección presidencial con la decisión del canal de noticias de los Roy dando como ganador a Mencken aún cuando su triunfo estaba pendiente de confirmación y controles de votos, todo parecía indicar que los hermanos varones, Roman y Kendall, se habían ganado el lugar que esperaban a lo largo de la serie. Y que, en medio del caos (des)informativo, Shiv tenía todas las de perder.
SPOILER ALERT. Y como todo cambia todo el tiempo, en «Church & State», el episodio dedicado al funeral de Logan Roy, todo vuelve a alterarse otra vez. Mientras la ciudad de Nueva York se va poniendo violenta a partir de manifestaciones callejeras que rechazan la apresurada decisión de considerar a Mencken como presidente electo, el who’s who de la política estadounidense se hace presente en los eventos de despedida al cuestionado pero poderoso patriarca. A lo largo de los 73 minutos que dura el episodio iremos viendo cómo la marea vuelve a moverse pero esta vez para el otro lado. Todo mientras se habla –para bien y para mal– de la inevitable influencia del fallecido Logan.
Empecemos por Roman, ganador inapelable del último episodio, el hombre que había logrado imponer a su candidato neofascista y declararlo ganador cuando no correspondía. El había hecho el acuerdo y tenía el compromiso de Mencken que se ocuparía de evitar que Waystar sea vendida al «triste sueco» Lukas Mattson. Además, había logrado convencer a todos de dar la elegía de despedida a su padre en el funeral, un hombre que siempre lo dominó y controló, alguien a quien casi nunca pudo hacerle frente.
Kendall había logrado algo similar a su hermano al decidir, a último momento, apoyarlo en su decisión de dar como ganador a Mencken, impulsado por la «traición» de su hermana Shiv, cuya posición a favor de la venta y del sueco quedaron más que en evidencia. Y Shiv, alguien que no puede siquiera tolerar al nuevo «presidente», estaba en el peor momento posible, dando la sensación de que había elegido el caballo equivocado en la carrera por quedarse con el poder.
Todo se dio vuelta acá. Mientras Roman no es capaz de dar el discurso sin quebrarse mostrando su fragilidad emocional y el hermano de Logan, Ewan Roy (James Cromwell), lo deja muy mal parado al patriarca de la empresa en su propio discurso, es Kendall, cada vez más capaz como orador, el que salva la situación, acompañado luego por Shiv, ambos combinando algo de emoción, inteligencia para saber qué decir y un dejo de rabia contra el padre.
Pero la imposibilidad de ser parte de la despedida oral, que afecta a Roman, no es nada en comparación a lo que sucede después, cuando se entera que su hermana y Lukas preparan una especie de contraofensiva y consiguen llegar a Mencken y hacerlo dudar si seguir apoyando a los dos hermanos varones o aliarse a esta otra dupla. No hay nada resuelto, pero a juzgar por el triste final del episodio –para Roman–, algo tendrá que pasar para que se recupere. Ya no en términos de poder, sino emocionalmente.
Por suerte tiene a mano a Kendall que ya está planeando una pelea con el board para ver si, en lugar de tratar de suspender la venta por regulaciones estatales impuestas por el nuevo presidente, pueden hacerlo con los votos del directorio. ¿Tendrán las «viudas» de Logan también un peso ahí? Y eso, uno imagina, será central en el último episodio de la temporada y de la serie: una decisión curiosa en la que no se sabe qué pasará y en la que habrá muchos votos de gente que no sabemos muy bien qué piensa.
Eso, claro, en paralelo al descontrol social que se generó con la elección y que puede dejar hasta esa decisión en segundo plano. En el final del episodio de SUCCESSION, quizás casi por primera vez en sus cuatro temporadas, la serie se abre para incorporar al mundo real: la gente en la calle, los manifestantes, eso que se llama «el pueblo». Y los Roy, que los vienen negando o considerando un asunto secundario (bah, en el mejor de los casos son números de audiencia), ahora se topan con que son una realidad, que están vivos y tienen quizás hasta poder de decisión. A Roman lo pasan por arriba, se lo llevan puesto. ¿Se llevarán puesto también a todos los demás? Eso, amigos, se resolverá en el último episodio de esta extraordinaria serie.