Cannes 2023: crítica de «Inside the Yellow Cocoon Shell», de Thien An Pham (Quincena de Cineastas)
Cuando su cuñada muere y su sobrino sobrevive a un accidente de tránsito en Saigon, un hombre debe ocuparse del entierro de la primera y el cuidado del segundo en esta existencial road movie vietnamita ganadora de la Cámara de Oro de Cannes.
Pocas veces las películas revelaciones de los grandes festivales reciben los premios que se merecen de entrada. A menudo suelen ser rescatadas –por críticos, programadores o espectadores– con el correr de las semanas y los meses para ir abriéndose camino de a poco. ¿Un caso cercano? TRENQUE LAUQUEN, de Laura Citarella, película estrenada el año pasado en una sección paralela de Venecia y que fue haciéndose notar internacionalmente con el paso del tiempo. El de INSIDE THE YELLOW COCOON SHELL podría haber sido un caso parecido –una película larga, del Tercer Mundo, de un cineasta poco conocido internacionalmente–, pero sorprendentemente se llevó la Cámara de Oro, el premio dedicado a celebrar la mejor opera prima de cualquier sección del festival, convirtiéndose en algo así como un clásico instantáneo.
Es que lo que se produce con tan solo ver el primer largo y complejo plano de esta película es tan brutal y avasallante que sucede lo que algunos definirían como una «evidencia»: no hay dudas que uno está ante un realizador talentoso, ante una película poco convencional. La ironía, si se quiere, de la película de Thien, es que no inventa nada nuevo, no se trata de un cine que no hayamos visto antes de algún u otro modo, pero la forma en la que se alimenta y se suma a una tradición –la del llamado «cine contemplativo asiático»– revela también las pocas películas actuales que lo hacen (o las pocas que programan los grandes festivales) y cuánto uno extrañaba enfrentarse a este tipo de experiencia cinematográfica, abrumadora por donde se la mire. No solo por lo ambicioso de la propuesta, sino por estar a la altura de esa ambición.
INSIDE THE YELLOW COCOON SHELL comienza como una ampliación/variación de STAY AWAKE, BE READY, corto que Thien presentó en la Quincena de 2019 y que se centra en un accidente motociclístico en una transitada esquina de Saigon mientras unos amigos conversan en una mesa en la vereda de un bar. Acá la situación es similar –más allá de otro contexto y locación– y presenta a tres personajes con distintas filosofías de vida mientras toman cerveza y se escucha la transmisión de un partido de fútbol. La conversación parece ir por el lado de la fe y la religión –uno es escéptico, otro es creyente y el tercero es más ambivalente– hasta que un ruido muy fuerte se escucha fuera de cuadro e interrumpe la conversación: es el accidente en cuestión.
Todos miran lo que sucedió –hay cuerpos tirados e inmóviles en medio de la calle– pero casi nadie atina a hacer nada, sino que los esquivan o vuelven a lo suyo, como si lo que sucedió fuera algo habitual o que no les incumbe. Todo parece seguir por los carriles normales –los tres amigos van a una casa de masajes– hasta que la película se concentra en Thien (Le Phong Vu), el tercero del grupo, que recibe llamados telefónicos que no quiere atender mientras está siendo masajeado. Al final alguien atiende, le dicen que es urgente y la conexión, tardíamente, queda clara: los del accidente (u otro accidente similar, no queda claro) fueron su cuñada y su sobrino. Ella murió y el niño salió, ¿milagrosamente?, ileso.
Ese es el disparador narrativo –a la media hora, al mejor estilo Apichatpong Weerasethakul, aparecerá el título de la película– de la trama, la que hará que el protagonista, que trabaja como editor de videos sociales, tenga que encargarse de lo que pasó. Esto implica trasladar el cadáver de la mujer a su pueblo, ayudar con sus funerales y, más que nada, ocuparse del pequeño Dhao (Nguyen Thinh), de cinco años, al que no solo hay que cuidar sino tratar de explicar la situación cuando, insistentemente, pregunta por su madre. Hay un dato, no menor, a tomar en cuenta: el padre del niño y hermano de Thien no es parte del cuadro: ha desaparecido hace mucho tiempo y nadie tiene muy en claro su paradero.
INSIDE THE YELLOW… convertirá esto en una especie de road movie que tiene, sí, mucho del cine de Apichatpong pero que también recuerda a films como KAILI BLUES, de Bi Gan. La mayor parte del tiempo en motocicleta, Thien se irá moviendo primero en el pueblo –a lo largo de los días que dura el sepelio– y luego en otro viaje, que hará buscando a su hermano. Pero la descripción narrativa no alcanza a explicar la potencia audiovisual, la experiencia cinematográfica que es esta película vietnamita. Thien (el director, no casualmente llamado igual que el protagonista) filmará gran parte de las escenas en largos planos, a veces en movimiento y otras mediante lentos acercamientos, mientras va mostrando las actividades y encuentros de su protagonista.
Tres secuencias serán clave en esta etapa del film. Una es un largo monólogo de un veterano ex combatiente de la guerra de Vietnam –que Thien cubre en un largo y aparentemente único plano que va acompañando al protagonista solo primero y luego junto a su interlocutor por más de 20 minutos–, otra es una conmovedora conversación sobre la muerte y la fe entre Thien y el pequeño Dhao –buena parte de la cual se desarrolla en la casi absoluta oscuridad con apenas las agujas fosforescente de un reloj despertador analógico iluminándolo el ambiente– y la tercera es un encuentro con Thao (Nguyen Thi Truc Quynh), una monja que supo ser su novia y que ahora dirige una escuela católica.
Esos encuentros con Thao abren la puerta a otra tensión o dimensión dentro del film, una que tiene que ver con el manejo del tiempo y el espacio. Hay cosas que podrían ser flashbacks o sueños, pero la película no lo aclara nunca, haciendo entrar tanto al protagonista como al espectador en otra lógica, una en la que la realidad empieza mezclarse con la fantasía y en la que la discusión que abre la película toma un carácter ontológico. Es que Thien no solo carga encima con la responsabilidad familiar y su propia historia sino con esa ambigüedad respecto a la fe, una que se acrecienta a partir del accidente.
La pregunta de cómo creer en Dios cuando se atraviesa una tragedia así lo abruma pero a la vez también lo conmueven las ceremonias religiosas y la devoción de Thao, que pone en acto sus creencias de un modo que Thien admira y cuestiona a la vez. Y en el medio de todo esto, otro misterio: ¿por qué su hermano los dejó a todos y se fue? INSIDE THE YELLOW COCOON SHELL avanza agregando más preguntas que respuestas pero, sobre todo, transportando al espectador a los lugares que Thien recorre, algunos de los cuales son de una belleza sobrecogedora y otros impactan por su composición, sus lentos movimientos –planos silenciosos mientras la moto avanza por una ruta brumosa, caminatas en medio de un bosque, una docena de animales mirando amenazantes a cámara, la lluvia y la humedad acaparándolo todo– y la cada vez más extrañada «realidad» que rodea al protagonista.
Por momentos la película recuerda a APOCALYPSE NOW en su manera de ir adentrándose en una realidad cada vez más porosa –además de las locaciones, con sus particulares colores y temperaturas–, pero más que nada INSIDE THE YELLOW COCOON SHELL se presenta como un viaje, si se quiere, inverso al de la película de Francis Ford Coppola en su temática, uno que va de la oscuridad hacia cierta forma de iluminación, del desinterés al compromiso, de la apatía a abrirse a algo así como el misterio de la existencia. «¿Qué es la fe»?, le pregunta el pequeño Dhao a su tío en un tocante momento en el que hablan de su madre. La respuesta seguramente no es la esperable ni la más convencional, pero a lo largo de lo que queda de la película cobrará sentido. De algún u otro modo tener fe, dice Thien, es esperar que la gente sea buena.