Estrenos: crítica de «Disco de oro», de Timothy Scott Bogart
Este drama musical se centra en la vida y la carrera del productor y empresario discográfico Neil Bogart, presidente del sello Casablanca y una de las figuras clave del furor por la música disco en los ’70.
A mitad de camino entre una trama clásica de ascenso y caída en la industria del rock y lo que sería un carísimo regalo-homenaje familiar de parte de los hijos a su fallecido padre existe DISCO DE ORO (SPINNING GOLD), biografía del ejecutivo y productor musical Neil Bogart (uno de sus tantos apellidos), fundador de sellos independientes que fueron clave en los años ’60 y ’70 como Buddah y Casablanca Records, y todo un personaje que pareció vivir para que en algún momento se cuente su historia.
Lo del regalo familiar tiene que ver con que la película la dirigió su hijo, Timothy, y parte de la música fue compuesta por otro de sus hijos, Evan, en lo que aparentemente fue un trabajo al que dedicaron un par de décadas de sus vidas. A través de sus sellos, y luego de mucho machacar, mucho rechazo y también una enorme cantidad de errores propios, Bogart logró ser uno de los responsables del éxito –o de etapas particularmente brillantes de su carrera– de Parliament/Funkadelic, Kiss, Donna Summer, Gladys Knight, Bill Withers, Lipps Inc., Village People y, si bien en la película ni se mencionan, Captain Beefheart y T-Rex.
Lo que la película muestra es a Neil (Jeremy Jordan), un ambicioso chico de Brooklyn dispuesto a arriesgar todo su dinero –a punto de endeudarse por varios millones, cuenta que la película sigue como si fuera un cronómetro o la de una bomba a punto de explotar– en los artistas en los que creía. Si bien probó suerte como cantante en los ’60 y llegó a tener algún éxito menor, pronto se dio cuenta que su talento pasaba por otro lado. Y lo que hará la película –empezando por el fallido lanzamiento de Casablanca Records con un caótico show de los entonces poco conocidos Kiss– es ir hacia los inicios, mostrar cómo Neil fue haciéndose, literalmente, de abajo para luego seguir hacia el momento de su mayor éxito.
Es curioso, aunque quizás representativo del film, que más de dos tercios de esta larga película de 138 minutos estén dedicados al hombre con deudas, crisis, problemas de pareja, imposibilitado de conseguir un single exitoso aún usando trucos sucios (pagarles a DJ radiales) para lograrlo. En el ámbito personal, el eje pasa por la relación con su primera mujer, a la quien terminará dejando por otra (la manager de Kiss, en un momento) y los contratiempos, no especialmente terribles en términos cinematográficos, del hecho.
Los artistas de los que la película más se ocupará son, además de Kiss, Donna Summer –cuyo primer éxito le dio el vuelco económico que desesperadamente necesitaba– y, en menor medida, Gladys Knight y Funkadelic. DISCO DE ORO tiene muy buena música, si bien la mayoría de los éxitos que se escuchan son muy prolijos y efectivos covers. Y como drama musical no es ni más ni menos que lo que se espera. Quizás lo mejor que tiene, para los melómanos, es contar su punto de vista respecto a algunos hechos que forman parte de la historia del rock (los motivos del disco en vivo de Kiss, la regrabación en versión larga de «Love to Love You«, de Donna Summer y algunas alteraciones a las letras de otros éxitos), además de los cameos y participaciones de varios músicos actuales (Wiz Khalifa, Ledisi) homenajeando a los de antaño.
Fuera de eso, es una biopic bastante simple, chata y cuadrada, poco crítica con su protagonista ya que está hecha desde el cariño y el amor de sus hijos por la figura de un padre que, a juzgar por lo que se muestra aquí, los veía poco y nada. Pero muchos años después de su muerte hay cosas que se olvidan y lo que permanece es el afecto y la curiosidad por este singular individuo que podía haber sido vendedor de autos usados o tener un kiosco de golosinas en Brooklyn, pero que decidió hacer bailar a la gente en la segunda mitad de los ’70, pagar sus deudas y ver, por poco tiempo, los frutos de tanto esfuerzo y rock n’ roll.