Estrenos online: crítica de «Evolución» («Evolution»), de Kornél Mundruczó (MUBI)
Dividida en tres etapas centradas en una abuela, una madre y su hijo adolescente, esta película del director de «White God» investiga los efectos del antisemitismo en una familia. Estreno de MUBI.
Dividido en tres episodios adaptados de una pieza teatral de Kata Wéber, la nueva película del realizador de WHITE GOD y PIECES OF A WOMAN (FRAGMENTOS DE UNA MUJER) examina en tres etapas y generaciones la historia del antisemitismo en Europa al contar la historia de una abuela, una madre y un hijo atravesando diferentes y complicadas situaciones. El detalle clave, cinematográficamente hablando, de estos tres episodios –el primero más breve y los otros dos, más largos– es que todos ellos están rodados en (aparentes) planos secuencias, algo que ya es una marca registrada del realizador de origen húngaro.
En FRAGMENTOS… ya existía una subtrama ligada a la historia de la familia judía de su protagonista durante la Segunda Guerra (Ellen Burstyn tenía un elocuente monólogo allí en el que contaba una historia similar a la que da inicio a este film) y EVOLUTION comienza, de algún modo, con una puesta en escena de ese texto. Se trata de un largo y silencioso plano en el que vemos a un grupo de personas limpiando en profundidad una suerte de galpón y encontrando cosas (una canilla, pelos acumulados) que van dando a entender de qué se trata. En medio de todo eso encontrarán a un bebé, vivo, y al sacarlo del lugar se confirmará que estamos en Auschwitz y que, en medio del desastre y la desolación que encuentran los que llegan al lugar tras el fin de la guerra, la criatura ha sobrevivido.
La acción se mueve a un pasado reciente y a la escena más teatral de todas en cuanto a contenido (no en la forma sino en su construcción como un largo diálogo en un departamento), centrada en la relación entre Eva –la bebé nacida en el primer segmento, ahora una anciana (Lili Monori) con principios de demencia– y su hija Lena (Annamária Láng), quien acaba de volver de un viaje. La mujer, que está sin agua en la casa, conversa con Lena, quien trata de convencerla de presentar documentos que acrediten su condición de judía y así poder cobrar las indemnizaciones y reparaciones que paga el estado alemán, algo que la anciana no quiere hacer, lo cual genera una serie de debates y reproches ligados al tema. Todo entrará en una situación más incómoda desde lo personal y más metafórica/surrealista desde lo visual, allí donde Mundruczó un poco pierde la línea un tanto más seca y medida que tenía hasta ese momento.
Dentro de ese mismo sistema de pirotécnicos planos secuencia (el segundo tiene también algún momento con drone), el tercer episodio se centrará en Jonas (Goya Rego), hijo adolescente de Lena con quien vive en Berlín, que atraviesa situaciones intensas de bullying en la escuela mientras traba una relación con Yasmin (Padmé Hamdemir), una chica musulmana, con la que regresan juntos a sus casas. Jonas vive su relación con el judaísmo de manera incómoda –sabe que es por eso que lo molestan en la escuela y quiere esconderlo–, algo que incomoda a su madre, quien intenta que no abandone sus raíces, aunque el chico está confundido respecto a cuáles son.
A lo largo de estos episodios, lo que el texto de Wéber trabaja son las distintas formas y grados del antisemitismo a través de la historia, empezando por el Holocausto, siguiendo por las generaciones que convivieron con los traumas de esa época y los transmitieron a sus hijos, para luego mostrar a una tercera generación que sigue atravesando situaciones de ese tipo pero lo viven con otra perspectiva. De hecho, la película presenta un cierre llamativamente optimista –digamos que el director de JUPITER’S MOON no se caracteriza por eso–, más cerca de una idealización y la fantasía que de algo más o menos realista.
La mano del director se nota más que nada en los momentos que incluyen pirotecnia visual, en el modo en el que su cámara inquieta no para de moverse en ningún momento, al punto que hasta hay un par de escenas en las que se excede solo para impresionar a los espectadores. De todos modos, por lo general, no se vuelve algo incómodo ni molesto. De hecho, especialmente en el segundo episodio, sirve para darle cierto ritmo, movilidad y acción a lo que de otro modo sería un torrente de palabras y fricciones entre una madre y su hija.
Esa misma escena, sin embargo, también saca a la luz lo menos interesante del cine del húngaro. Es algo que sucederá al final del episodio, con lo cual no conviene revelarlo, pero su lado más metafórico y cruento sale a la luz, de un modo completamente innecesario. Una película de transición, en cierto sentido, hecha en plena pandemia y con algunas de las limitaciones más obvias del caso, EVOLUTION no es ni más ni menos que lo que promete: examinar la «¿evolución?» del antisemitismo –y de sus efectos– a lo largo de las décadas en una familia de supervivientes.