Estrenos online: crítica de “Taylor Mac presenta: 24 décadas de historia de la música popular”, de Rob Epstein y Jeffrey Friedman (HBO Max)

Estrenos online: crítica de “Taylor Mac presenta: 24 décadas de historia de la música popular”, de Rob Epstein y Jeffrey Friedman (HBO Max)

Este documental captura una performance de 24 horas en las que el artista y drag queen Taylor Mac hace una relectura de la historia de los Estados Unidos a través de la música popular de 24 décadas. En HBO Max.

Vi este documental basado en la experiencia performática de 2016 de Taylor Mac hace unos días y pensé no escribir al respecto. Pasa que cuando uno ve cosas pequeñas, de este tipo, y no tiene nada realmente interesante para decir –o lo que tiene para decir va desde lo tibio a lo negativo–, lo mejor muchas veces es dejarlo pasar. Convengamos, también, que no hay hordas de fans ni miles de personas esperando leer sobre esto y que quizás lo mejor sea que la gente lo descubra y, llegado el caso, lo disfrute. Pero hoy me desperté viendo críticas laudatorias de medios estadounidenses y algunas cosas leídas en ellos me decidieron a dedicarle a algunos párrafos. Esta texto, lamento, es más un análisis sobre el estado de la crítica –o de la lectura sobre el cine– que sobre la película propiamente dicha.

Lo que este documental narra es el detrás de escena de una mezcla de concierto y performance que tuvo lugar en 2016 y en el que el artista, escritor, performer y drag queen Taylor Mac recorre 24 décadas de música popular estadounidense a lo largo de 24 horas continuas, a razón de una década por hora. El proyecto, en el que trabajó más de una década y que tiene el auspicio y el apoyo de decenas de instituciones culturales norteamericanas, intenta ser una relectura en clave queer de la historia de los Estados Unidos a través de cuestionar las ideas celebradas en muchas de esas canciones y de revalorizar las ideas de algunas otras. Así pasan –en la interpretación teatral y festiva de Mac– desde racistas canciones folclóricas a homofóbicos temas de rock para mostrar cómo la música popular sostuvo esas ideas.

El evento se hizo solo una vez en Brooklyn –luego se repitió en Los Angeles y algunas escenas son tomadas de allí– y quedó como un hecho histórico, comentado y recordado por los cientos de personas que estuvieron presentes. Asumo que, en algún sentido, la experiencia del evento en sí –24 horas continuas en el teatro– haya sido quizás más impactante que lo que se ofrece desde el escenario. Es que si allí pasó algo realmente histórico la película no alcanza a transmitirlo. Salvo por algún breve momento, lo que se ve no pone en evidencia ni el esfuerzo físico ni la sensación del paso del tiempo ni la épica ligada a todo eso, al punto que uno ni siquiera se pregunta cómo hizo este artista para cantar casi un día seguido.

Lo que llega es una suerte de teatral, simpático, elaborado y por momentos dramático karaoke que, de una manera bastante básica y llena de metáforas el colmo de los simplistas (las explicaciones del vestuarista respecto al «significado» de los distintos vestuarios casi dan vergüenza ajena), hace sí ese trabajo de relectura. Pero no parece algo demasiado creativo, inteligente ni particularmente genial. Es un ejercicio de corrección política para un público blanco, burgués y supuestamente sofisticado que participa en el ritual y se celebra a sí mismo –y a su idea más banal del progresismo, en un estilo puramente identitario y no mucho más que eso– más que cualquier otra cosa.

Hay algunos apuntes interesantes y dramáticos especialmente ligados a cómo esta historia conecta con lo que pasó con el VIH en los ’80 y cómo afectó eso a la comunidad homosexual de Nueva York, pero esos testimonios –o el modo un tanto banal de dar a entenderlo en el concierto, haciendo salir del escenario a un músico por hora– no aportan mucho más a lo que uno conoce y vio cientos de veces respecto a ese mismo tema, especialmente en la obra de los propios codirectores del documental, que incluye THE CELLULOID CLOSET y COMMON THREAD: STORIES FROM THE QUILT, entre otros conocidos films.

De hecho, en este mismo mes del orgullo LGBTQ+, la propia HBO Max estrenó un documental como THE STROLL que trabaja muchísimo mejor algunos temas similares, poniendo el eje especialmente en las comunidades más marginadas de todas: las personas trans que se prostituían en las mismas y peligrosas calles de Nueva York que ahora seguramente están repletas de teatros como el que Taylor Mac hizo su performance para un montón de sofisticados y progresistas espectadores que, más que aplaudir lo que ven en el escenario, se aplauden a sí mismos. Un poco lo mismo pasa con la crítica de ese país. Lo que se celebra no parece ser la obra sino sentirse parte de algo que se considera relevante.