Series: crítica de «Burden of Proof» («La carga de la prueba»), de Cynthia Hill (HBO Max)

Series: crítica de «Burden of Proof» («La carga de la prueba»), de Cynthia Hill (HBO Max)

Esta serie documental de cuatro episodios se centra en la investigación actual de un hombre que cree que sus padres fueron responsables de la desaparición de su hermana, que tuvo lugar en 1987. Por HBO Max.

El documental true crime es un género ya bastante codificado, con sus trucos, trampas y golpes de efecto, con recursos cuestionables –muchos de ellos utilizan reconstrucciones– y con otros elementos que ya forman parte del panorama, especialmente cuando se trata de series, en las que hay que seguir ocultando y revelando información a cuentagotas para mantener al espectador atento e interesado de principio a fin, queriendo ver otro episodio más para saber otros detalles acerca del caso investigado. BURDEN OF PROOF no reinventa el género ni mucho menos. Solo que logra dos cosas más o menos inusuales. Primero, tiene una historia que amerita ser investigada a lo largo de varios episodios por las circunstancias que la atraviesan. Y otra, posee un carácter emocional y humano que va más allá del mero hecho de convertir al espectador en «sabueso» de un caso enigmático.

Cynthia Hill, directora de celebrados documentales como PRIVATE VIOLENCE y WHAT HAPPENED, BRITTANY MURPHY?, ha dicho en entrevistas que no es fan del género true crime y que terminó involucrada en este documental de una manera extraña: a partir del llamado de Stephen Pandos, el hermano de la víctima, quien casi 30 años después del hecho, quería documentar su propia investigación del caso, frustrado por la falta de avances y las contradicciones que había en él. A Hill lo convenció, más que la investigación en sí, el centro humano de la búsqueda: Stephen estaba convencido que sus padres tuvieron que ver con la desaparición de su hermana Jennifer y esa decisión había destruido por completo lo que le quedaban de sus lazos familiares.

El misterio en sí se explica de entrada. Una mañana de febrero de 1987, cuando los padres de Jennifer Pandos, una chica de 15 años, abren la puerta cerrada con llave de su cuarto, se topan con que la chica no está allí y que sobre la cama hay una nota en la que alguien, con una letra un tanto extraña (o buscando disimular su forma de escribir), le dice que la chica está con él, que no llamen a la policía y que volverá en unos días. Eso no sucede. Nunca sucedió. Hace 36 años que no se sabe nada más de ella. Tampoco hay un cadáver ni pistas de dónde puede estar o qué fue de ella.

La película recupera dos de los varios tiempos de la investigación. El original es el que no se ve, del que se sabe menos y uno que, se irá viendo con el correr de los episodios, estuvo plagado de errores y problemas. Hay un segundo, entre 2006 y 2010 aproximadamente, época en la que Stephen –que estaba en la universidad cuando la desaparición de su hermana sucedió– se empieza a involucrar a partir de posibles evidencias que surgen ligadas a que sus padres pudieron haber tenido que ver con el hecho. Esa época, más que nada, está rescatada a partir de fuertes interrogatorios hechos entonces y entrevistas a los policías involucrados en esa etapa. Por último, está la investigación que Stephen hace con el equipo de la película, en paralelo a la que sigue abierta en la policía local. A veces trabajando juntos. Y, en otras, no tanto.

No es un caso con muchos sospechosos posibles –hay un ex novio, un hombre al que Jennifer le cuidaba de vez en cuando su hijo, la posibilidad de una fuga por decisión propia o, bueno, diferentes formas en las que los padres pudieron haber estado involucrados–, pero lo principal es que todas las opciones son válidas. Son las distintas pruebas que la policía cree tener las que van llevando a la investigación (y a Stephen) a elegir una por sobre las demás. La familiar es la más potente, ya que Stephen y su hermana sufrieron a un padre, Ron, violento y abusivo, y a una madre, Marge, a la que no se vio a lo largo del caso tan angustiada y desesperada como se supone que una madre estaría ante una situación así.

De ese modo la principal hipótesis pasa a ser que el padre la mató –probablemente de modo accidental tras una discusión– y que ambos cubrieron su desaparición, o lo que sea que hayan hecho con el cuerpo. Pero pese a estar separados y en malos términos desde los años ’90, la madre sigue diciendo que ella no tuvo nada que ver y que está casi segura que el padre tampoco. Y Stephen no puede creer que lo proteja, sea por miedo o porque ella misma estuvo más involucrada de lo que él mismo supone. Esta situación, claro, ha roto las relaciones entre ambos (con el padre ya estaban rotas de antes) y la madre, pese a que su hijo le impide ver a sus nietas, no está dispuesta a decir lo que él quiere oír.

Así la serie irá profundizando en la ruptura familiar pero –jugando un poco con los tiempos y las revelaciones como un policial de ficción– irá haciendo volver, de tanto en tanto, a los otros sospechosos, dando a entender también que quizás la hipótesis familiar no sea la única a tomar en cuenta. A juzgar por lo que se ve, o bien los directores ocultan o no muestran determinadas informaciones ligadas al caso y a su investigación, o no queda otra que concluir que la policía es por lo menos bastante ineficiente a la hora de hacer su trabajo, especialmente en su etapa inicial. Hay pistas que se revela tardíamente que cuesta creer que no hayan sido investigadas más seriamente antes de lo que se muestra en el film.

Más allá de ese manejo un poco ficcional de la información y de las siempre incómodas reconstrucciones (que, por suerte, son muy pocas), BURDEN OF PROOF resulta por momentos apasionante por la manera en la que logra sacar al espectador del mero hecho de la pista, el dato y el especialista (acá hay interrogadores militares, detectores de mentiras, grafólogos, hipnotizadores, lo que quieran) para centrarse en el corazón de la historia: la frustración de un hijo con su madre y, a la vez, la de la madre con su hijo. El no entiende porqué ella no confiesa y ella no entiende porqué él no puede aceptar que ella no tuvo nada que ver. Si es que es así, claro.

Contar más es entrar en terreno de spoilers. Y si bien la serie apuesta a ese lado humano y emocional (hay toda otra zona traumática ligada al padre), Hill no abandona el misterio y la investigación, especialmente cuando en los dos últimos episodios empiezan a aparecer, convenientemente, otros datos, otras pistas y elementos que se creían perdidos desde la época del caso en sí. Un caso fascinante, sin dudas, y un documental que al menos logra escaparle a muchos de los clichés del género para armar una investigación en tiempo real –o eso parece– que no hace más que seguir enredando un misterio que es más amplio de lo que parece en un principio.