Series: crítica de «Generación 2009» («Class of ’09»), de Tom Rob Smith (Star+)
Esta serie, narrada en tres tiempos (presente, pasado y futuro), se centra en un cuarto de siglo en la vida de una generación de agentes del FBI y en los cambios en esa agencia de investigaciones a lo largo de ese tiempo. Desde el 21 de junio por Star+. Con Kate Mara y Brian Tyree Henry.
Ambiciosa desde su estructura y sus temas pero un poco más convencional desde lo narrativo y formal, GENERACION 2009 es un drama sobre el FBI cuya trama se cuenta a lo largo de más de 25 años divididos en tres tiempos que se narran en paralelo. Es, en principio, la historia de esa «generación», la de un grupo de jóvenes que entraron al Bureau de Inteligencia en 2009 con la intención de ser agentes de esa organización. Y a lo largo de los otros bloques narrativos se verá su evolución –o involución o desaparición– en lo que queda de la historia.
Pero los personajes, hasta cierto punto, son un asunto menor aquí. Y ahí reside, en parte, el problema de la serie. Sus temas son actuales y los problemas que atraviesan los personajes –bah, la sociedad estadounidense– se ajustan muy bien a temáticas que hoy son relevantes, pero el inconveniente es que los arcos narrativos de la mayoría de los protagonistas no salen de lo convencional, generando que la serie no siempre esté a la altura de su promesa inicial y sus ambiciones posteriores.
CLASS OF ’09 –tal su título original– va y viene todo el tiempo entre esas tres etapas. Empezamos en 2009 conociendo a la nueva camada de inscriptos al FBI, entre los que están Ashley Poet (Kate Mara), Murphy (Jake McDorman), Tayo Michaels (Brian Tyree Henry), Daniel Lennix (Brian J. Smith) y Hour Nazari (Sepideh Moafi). Lo que aquí se cuenta es cómo se van conociendo, el potencial o no que demuestran en los entrenamientos, las relaciones –en algunos casos, sentimentales– entre ellos y las tensiones que existen con sus exigentes entrenadores.
Pronto estamos en 2023 y vemos que Poet es una exitosa agente encubierta y que Lennix le pide que espíe a Hour (que es de origen árabe). Es que ella es la encargada de desarrollar una inteligente base de datos que cruza todo tipo de información y que permite detectar crímenes más rápidamente, lo cual le da un gran poder en la agencia. En tanto, Tayo, que en el 2009 parecía candidato a no poder superar los tests físicos, va creciendo en la organización gracias a su inteligencia a la hora de descubrir una organización criminal neofascista que quiere atentar contra las instituciones del país.
Ya en 2034 nos encontramos con que Tayo es el director del FBI y que un hombre acusado de terrorista denuncia que el sistema de detección no funciona bien y que es usado con fines espurios. Poet –a la que le falta un ojo, por lo que sospechamos que algo le sucedió entre el 2023 y ese momento– se entera, matan al hombre delante suyo y comienza a investigar qué es lo que pasa. Y, salvo Tayo, lo mismo harán los del resto de la generación, que estaban separados entre sí: ¿se trata de un uso discriminado e interesado de esos complejos y precisos algoritmos o es que la Inteligencia Artificial se ha liberado de la mano del hombre y decide por su cuenta?
A lo largo de ese cuarto de siglo lo que se cuenta, entre otras cosas, es cómo va creciendo dentro de las organizaciones de seguridad de los Estados Unidos las detecciones de casos por algoritmos y una inteligencia artificial que, a la manera de MINORITY REPORT, en el futuro ya prácticamente predice los crímenes antes de que sucedan. Pero el problema es que en algunos casos se equivoca. O, al menos, eso es lo que casi todos creen. Y la lucha será, fundamentalmente, entre los que creen que la mirada o la mano humana no debe desaparecer y los que piensan que un sistema neo-fascista de control sobre la población es la única opción viable… y no sólo en el tema seguridad.
En el cuarto episodio –son ocho en total– hay un evento clave en el tiempo presente, dramático en su contenido y espectacular en sus dimensiones, que explica en buena medida muchos de los giros y cambios que vemos en los personajes y actitudes en el 2034. Es un evento importante y necesario que, en cierto modo, revive el interés por la serie cuando parece ir decayendo, algo que suele suceder promediando las temporadas. Es que al dividir los tiempos en tres, los guionistas se permiten que cada etapa cronológica tenga un evento clave en distintos episodios logrando que no haya «baches» muy largos en los episodios centrales. Y ese hecho, además del impacto en sí del evento, funciona muy bien en ese sentido.
Lo que no está a la altura del entramado son los personajes, cuyas características raramente se alejan de lo obvio: hay historias de amor –las correspondidas y las que no–, hay ciertas cuestiones de identidad sexual ocultas, están las previsibles tensiones raciales y de minorías (afroamericanos, árabes y así) y algunos personajes secundarios con muy poco desarrollo. Salvo excepciones (Mara y Henry escapan a los estereotipos más por talento actoral que por la calidad del guión) se trata de un punto flojo, débil, que no permite que la serie crezca y esté a la altura de sus desafíos temáticos que son más que relevantes en una época en la que la Inteligencia Artificial crece a pasos agigantados. El futuro llegó hace rato, como dice la canción. Y la prueba está acá.