Series: crítica de «Secuestro aéreo» («Hijack»), de Jim Field Smith y George Kay (Apple TV+)
Protagonizada por Idris Elba, esta serie narra en tiempo real la historia del secuestro de un vuelo que va de Dubai a Londres. Desde el miércoles 28 por Apple TV+.
En algún curioso lugar de la producción audiovisual contemporánea parece existir algo así como las versiones de series que son similares a las películas, no digamos de Clase B ni Directo a Video, pero sí de esas de segunda línea que solían antes producir los estudios para ocupar las salas entre tanque y tanque de taquilla. En los años ’80 y ’90 había decenas de estas películas, llamadas en la jerga programmers. Lo importante era tener alguna cara conocida, una trama policial concisa y preferentemente de presupuesto bajo o mediano, y listo. Esas películas casi desaparecieron del mercado y pasaron directo a las plataformas o a formatos digitales con protagonistas como Bruce Willis o Nicolas Cage, en el mejor de los casos. Y en las series sucede un poco algo similar, solo que todavía con algo más de «prestigio».
SECUESTRO AEREO es uno de esos casos. Es un relato en la que todo se explica entre el título y su protagonista, Idris Elba. No hace falta saber mucho más. Hay un secuestro de un avión y el actor de LUTHER está ahí para tratar de evitarlo, como lo han hecho en su momento –y en el cine– actores como Wesley Snipes, Steven Seagal y, más recientemente, Liam Neeson o Gerard Butler, entre otros. La gran diferencia aquí es de tiempo. HIJACK (tal su título original) está contada en tiempo real, o más o menos real: las seis o siete horas que dura un vuelo que sale de Dubai y que debería llegar a Londres, divididas en siete episodios.
Como en casi todas las películas de secuestros de avión la acción comienza en un aeropuerto con una serie de personas subiendo al vuelo en cuestión. Entre ellos está Elba quien, sabremos luego, se llama Sam Nelson y aparentemente trabaja como negociador de disputas empresarias o comerciales. Al rato de estar en el vuelo –y tras varias situaciones incómodas y potencialmente sospechosas–, un grupo de media docena de personas toma las riendas del asunto, sacan sus armas y secuestran el vuelo. No hay reclamos ni pedidos directos, al menos no de entrada. Y algunos pasajeros, de hecho, sienten que los pueden detener por su cuenta.
Será Nelson el que tomará la voz de las víctimas. El tipo, inteligentemente, colabora con los secuestradores (sabe que cualquier situación caótica empeorará todo) y, paralelamente, va buscando la manera de cambiar el rumbo de las cosas, enviando información secreta al piloto o tratándose de comunicar con el exterior. De a poco, en Londres se empiezan a enterar que algo raro sucede en el vuelo, por más que las informaciones que llegan de ahí son contradictorias. Y es allí donde, en paralelo, irán tratando de averiguar si hay un secuestro, quienes son los responsables, cuáles son sus motivos y qué hacer al respecto.
A lo largo de los episodios las cosas cambian más de una vez. La situación en el vuelo se torna violenta, aparecen problemas entre los asaltantes, entre los pasajeros, algunas sorpresas, inconvenientes con las autoridades de distintos países por los que se cruzan mientras que en Londres, en paralelo a la investigación, los familiares de Nelson –que casualmente o no están ligados de una u otra manera al tema– empiezan a correr peligro. Pronto es claro que los secuestradores del vuelo no están solos y son parte de un plan más grande y complejo. ¿Pero qué plan es? ¿Quiénes son los responsables y qué quieren?
Eso lo irán viendo con el correr de los episodios de esta serie tensa y atractiva, que mueve las piezas de manera bastante inteligente a lo largo de sus varias horas de duración. Quizás los que vimos decenas de películas así tengamos la sensación que dos horas son más que suficientes para presentar, desarrollar y resolver este tipo de tramas, pero hoy el negocio pasa por las series y eso implica que haya que dar más vueltas a la rueda que lo acostumbrado. La excusa del tiempo real puede servir para justificarlo, pero de todos modos sigue siendo un poco mucho.
Ese tiempo extra sirve para que conozcamos más a algunos de los protagonistas, especialmente a Elba, que tiene una complicada relación con su ¿ex? mujer y su hijo adolescente, algo que también sucede con otros personajes (la mujer del centro de control que se comunica con el piloto, algún que otro pasajero y así), pero sin ningún tipo de profundidad. Se trata, simplemente, de darle otros elementos de suspenso al relato y una mínima complejidad al protagonista, pero nada que amerite el paso de las dos a las siete horas. De hecho, salvo a Neil Maskell –el aparente jefe de unos bastante intrascendentes secuestradores– ni siquiera da nombrar a todos esos otros algo anónimos personajes (entre secuestradores, pasajeros y los que están en tierra) y poco conocidos actores en esta crítica.
Aún así la serie funciona relativamente bien. Sus episodios son por lo general compactos y tienden a centrarse, cada uno de ellos, en una de las cambiantes situaciones que atraviesa el secuestro, antes de que las cosas se modifiquen al revelarse novedades. Y sobre el final habrá varios giros y cambios de ese tipo, por lo cual conviene que los espectadores estén atentos a pequeñas pistas que se sueltan por ahí. El guión está construido con todos los recursos clásicos del género pero con cierta potencia. Y, además, la serie tiene a Idris Elba, un actor al que se puede ver durante un buen rato simplemente pensar cuál es el próximo paso a dar. Con esa carta ganadora todo es más fácil.