Estrenos online: crítica de «Bama Rush», de Rachel Fleit (HBO Max)

Estrenos online: crítica de «Bama Rush», de Rachel Fleit (HBO Max)

Este documental se centra en los casi delirantes esfuerzos que muchas chicas hacen para ingresar en las más populares «sororidades» de la Universidad de Alabama. En HBO Max.

A los cinco minutos de ver este documental estuve tentado de abandonarlo ya que pocas cosas me interesan menos que el ejercicio de burlarse de un grupo de personajes que, equivocados o no, quieren cumplir con un sueño. En este caso: entrar a la «sororidad» deseada de la Universidad de Alabama. Toda la parafernalia ligada a este tipo de eventos –el llamado Bama Rush que le da el título al film– es tan absurda, sus rituales tan ridículos y sus costumbres tan deplorables que me parecía una pérdida de tiempo observar, básicamente, cómo esas chicas iban en previsible camino a darse la cabeza contra la pared.

Pero, curiosamente, la película toma otra postura, que es más inteligente y que la vuelve más ambigua, una que los mejores documentalistas ejercitan: se pone a la altura de la historia que cuenta. Tiene críticas para hacerle y variados cuestionamientos a este raro sistema de reclutamiento de chicas para esas sororidades, pero no va en tono burlón. Y lo mismo pasa con las chicas: BAMA RUSH no intenta ridiculizarlas. Al contrario, las sigue, las comprende y no las juzga. En una sección del film un tanto fallida, en la que la realizadora Rachel Fleit se filma a sí misma para explicar un poco su relación con los temas de la película, queda claro que su deseo es ayudarlas a atravesar esa experiencia –que puede ser, para una adolescente, muy dramática– de la mejor manera posible. Ella, a su modo, ya la vivió.

Y ahí aparece otra película, una que yo llamaría triste, quizás hasta deprimente. Por más cariño, afecto y comprensión que se le ponga a los esfuerzos de estas cuatro chicas para poder ser aceptadas en alguna de las sororidades de la Universidad de Alabama en ese «rush day» que se ha vuelto un furor viral vía redes sociales, especialmente TikTok, uno no puede sentir otra cosa que una mezcla entre espanto y asombro. Se trata de una serie de prácticas obtusas y crueles, de agrupaciones clasistas y racistas, dominadas muchas veces por la mirada masculina (las chicas más lindas suelen ir a las «mejores» sororidades, históricamente) y en la que muchas adolescentes ponen exageradas expectativas que, en el caso de no cumplirse, pueden provocar severos daños psicológicos.

Es una historia plagada de casos de bullying, de acoso social y sexual, de chicas que dejan de comer para poder estar flacas y entrar a tal o cual sororidad –o de otras que modifican su aspecto digitalmente para mostrarse más delgadas y supuestamente bellas–, de ataques de pánico y de ansiedad, y de una industria de consultoras que son contratadas para entrenar a las chicas en el arte de lograr entrar a una de estas agrupaciones: les enseñan a entablar conversaciones con las chicas de las sororidades que las entrevistan, a saber qué decir y qué no y, fundamentalmente, las asesoran en cuestiones de aspecto. Parece absurdo pero es real.

Todo esto, además, está disfrazado de una suerte de falso feminismo, engañosa sororidad, apoyo mutuo y activismo online que poco y nada tiene que ver con los necesidades reales de muchas de estas chicas. Son deseos que fueron heredando familiarmente –o, en algunos casos, al ver estos mismos videos virales y querer ser parte del circo– y que pasan, muchas veces, por una necesidad de autoafirmación, de ser queridas, deseadas y sentirse entre las que, suponen, serán sus pares.

La cultura de las fraternidades y las sororidades es bastante lejana a los espectadores locales, es cierto, pero cientos de películas han dejado en claro en qué suelen consistir estos grupos y cuáles son sus tareas y hasta objetivos. En Alabama todo está llevado a la enésima potencia: no sólo se le pone muchísima intensidad a un proceso que se ha vuelto un exagerado show sino que hasta existen sociedades secretas que controlan toda esta tradición «griega». Algo que acá llaman «The Machine» y que parece sacado de EL CLUB DE LA PELEA: «la primera regla de The Machine es que nadie habla de The Machine». Así de amenazantes son.

En un momento, el documental muestra hasta los peligros que corre la propia producción cuando desde adentro de la universidad se sabe que están haciendo una película sobre el «Bama Rush» y empiezan a circular falsos rumores acerca de cuáles son las intenciones de la realizadora. He visto documentales sobre personas metidas entre talibanes o narcotraficantes, pero nunca sentí tanto miedo como lo que se ve acá. Si bien la película quiere presentarse cándida y mostrar que de alguna manera entiende tanto a los que participan de este circo como a los que deciden dar un paso al costado (como sucede con alguna protagonista), temo que The Machine la considere demasiado crítica y mande a sus esbirros virtuales –y, quién sabe, quizás hasta reales– a hacerle la vida imposible a sus creadores. La próxima vez quizás sea menos peligroso ir a filmar en medio de una guerra.