Estrenos online: crítica de «El observador» («Watcher»), de Chloe Okuno (HBO Max)
Una mujer estadounidense se va a vivir a Rumania con su marido y empieza a sospechar que un hombre que vive en el edificio enfrente del suyo la observa y persigue. En HBO Max.
Esa gran escuela de cine que es la obra de Alfred Hitchcock ha dado para todo tipo de películas, de espeluznantes a oscuras, de estridentes a calmas, de brutales a sutiles. EL OBSERVADOR, un drama psicológico vestido de thriller (o un thriller vestido de drama psicológico) se apoya básicamente en LA VENTANA INDISCRETA, acaso la referencia más utilizada de toda la obra del realizador inglés. La persona que arma un mundo y corre riesgos a partir de lo que ve desde su ventana es un material que da para casi todo, tanto en términos de estructura dramática como en cuestiones de análisis cinematográfico, especialmente los que tienen relación con el tema de la mirada.
Es ese tema, entre otros, el preponderante en EL OBSERVADOR. Ya desde el título queda claro que es una película sobre gente que mira, pero la traducción al castellano le hace perder la ambigüedad que tiene el original, WATCHER, que no define al género del que lo hace. Acá, hay casi un enfrentamiento, un cruce de miradas, un choque. Y durante un buen tiempo no sabremos, en realidad, quién mira a quién. Ni cuál es el motivo o la razón de esa mirada.
La atmósfera y la locación con la que arranca la película invitan a pensar en un film más clásico de terror, ya que todo empieza con una mujer, Julia (Maika Monroe, de IT FOLLOWS) que llega a una oscura y desapacible Bucarest con su marido, Francis (Karl Glusman), un ejecutivo de una empresa con el que acaba de mudarse a la capital rumana. El habla el idioma ya que su familia viene de allí, pero la chica apenas puede decir unas pocas palabras y no entiende mucho. Todo se le hace aún más difícil ya que él trabaja todo el día y ella se la pasa el tiempo sola, tanto en la casa como recorriendo la ciudad. Hasta que empieza a mantener ciertos diálogos con su amable vecina, Julia casi no se relaciona con nadie.
En realidad, sí. El amplio ventanal del departamento en el que viven con Francis da a otro edificio, en peor estado (típico bloque de cemento de influencia soviética), en el que parece haber siempre un hombre mirándola. Si bien solo ve una silueta iluminada por detrás (ecos de PSICOSIS aquí), Julia no puede quitarse de encima la sensación de que un hombre la mira a ella y no a cualquier otra ventana de su edificio. Su sensación se vuelve más preocupante cuando siente que un hombre la sigue en la calle, entra al mismo cine que entra ella (a ver CHARADA, la clásica comedia de suspenso de Stanley Donen), la mira a distancia en un supermercado y así.
Si bien su aspecto es parecido a la silueta que ella ve, es difícil saber si es el mismo hombre que el de la ventana. Y, por otro, tampoco queda claro si realmente la sigue o si es solo una sensación que se mezcla con la soledad, la paranoia y el miedo de estar en un país y una cultura distintas en la que Julia no termina de hallarse. Su marido le insiste que no se deje llevar por esa idea, que no debe ser nada, pero la mujer está cada vez más convencida que algo pasa ahí. No ayuda tampoco el hecho de que haya un asesino de mujeres dando vueltas por la ciudad y que ese sea uno de los temas de conversación del momento.
Con los elementos en juego Okuno podría haber hecho el más convencional de los thrillers, de esos que las plataformas de streaming estrenan mes a mes, un más de las adaptaciones standard de best sellers literarios sobre mujeres que creen descubrir asesinos mirando por sus ventanas. Y si bien su decisión de escaparse de ese formato no es del todo radical –de hecho, la trama bien podría ser parecida a esa–, EL OBSERVADOR propone otra cosa, algo más clásico y extrañado, un drama psicológico más cercano al mundo de Roman Polanski (la influencia de REPULSION es bastante evidente también) que durante gran parte de su metraje le escapa a cualquier tipo de shock prefiriendo construir una lenta tensión que, finalmente, podría llegar a ser pura paranoia.
Hay algunos giros del guión en la última parte del film que parecen ir un poco a contramano de lo que se venía viendo, pero que igualmente terminan funcionando bien, ya que –aunque la directora parezca poner la mirada en el costado más psicológico del asunto– los elementos clásicos del thriller están todos ahí. Okuno y Monroe hacen también un enorme esfuerzo para que Julia no sea vista ni como una víctima ni como una mujer frágil y miedosa. Y si bien por momentos se nota el gesto, a la larga la idea tiene sentido y termina rindiendo.
EL OBSERVADOR va dejando algunas observaciones interesantes a su paso acerca de la mirada masculina, del disimulado machismo imperante en ciertas sociedades, de lo que pasa cuando los estadounidenses tienen que adaptarse a usos y costumbres de países muy distintos (y viceversa, Francis y sus amigos hablan en rumano adelante de ella y casi nunca le traducen ni la incluyen en sus conversaciones) y, especialmente, acerca de la soledad y lo que eso genera, de distinta manera, en las personas. Con sus modos reposados que de a poco se van volviendo intensos, WATCHER termina siendo una película más inquietante de lo que en principio parece.